El camino sinodal hacia una Iglesia nacional alemana (1): el contexto histórico

Fuente: FSSPX Actualidad

Si desde hace varios meses las miradas se encuentran volteadas hacia el Sínodo sobre la Amazonía, que comenzó el 6 de octubre, es porque el Instrumentum laboris, el documento de trabajo preparatorio, ha sacudido al mundo católico de una manera inusual. Pero puede ser que el Amazonas sea de alguna manera la punta del iceberg, ya que el "camino sinodal" que se está preparando en Alemania es un asunto particularmente inquietante.

Para comprender completamente los intereses del Sínodo alemán, que iniciará el 1 de diciembre de 2019, es necesario establecer el contexto general. Esto es lo que hizo el cardenal Walter Brandmüller en un artículo publicado en Kath.net, y que utilizaremos aquí como punto de partida. 

Una antigua tentación

La crisis protestante

A raíz de las guerras napoleónicas y mientras el Congreso de Viena estaba en marcha, la idea de crear una Iglesia nacional alemana nació dentro del catolicismo germánico. Sin embargo, los planes de Ignaz Heinrich von Wessenberg (1774-1860) no tuvieron éxito. Si bien se ha comprobado la influencia del racionalismo de la Ilustración y el josefismo - que buscaba subordinar la Iglesia al Estado -, también es cierto que las almas quedaron marcadas originalmente con la Reforma protestante.

Lutero supo buscar el apoyo de los príncipes alemanes para luchar contra la Iglesia romana. Esto dio lugar a una relación especial con el poder estatal, que fue sancionada por el principio que animó la paz de Augsburgo (1555): "cujus regio, eius religio" - a tal príncipe, tal religión; en otras palabras, el soberano político determina la religión de un territorio y de sus habitantes. Este principio fue firmemente condenado por el papa Urbano VIII, ya que esclaviza el poder espiritual a lo temporal, la religión al Estado.

La Iglesia de los católicos alemanes o germano-católica

En el siglo XIX, un grupo cismático fue fundado en 1844 por un ex sacerdote excomulgado, Johannes Ronge (1813-1887). Después de alcanzar gran éxito, creó la secta de los Nuevos Católicos que tomó inmediatamente el nombre de Católicos Alemanes. En menos de un año, la secta contaba con 8,000 miembros. Se formaron grupos en Leipzig, Dresde, Berlín, etc. Johann Ronge recibió el apoyo de Johannes Czerski, otro sacerdote excomulgado, que había fallado tanto en el celibato como en el sacerdocio. Entre los dos formaron una Iglesia católica alemana independiente de la autoridad del Papa.

El asunto fracasó y, en 1860, la mayoría de los protagonistas se unieron al protestantismo. Pero este suceso manifestó la formación de un sentimiento nacional que deseaba el restablecimiento de una nación alemana, así como de una Iglesia nacional alemana.

El interludio del Kulturkampf

Otto von Bismarck despertaría una nueva mentalidad al perseguir a la Iglesia en nombre del Kulturkampf: varios sacerdotes e incluso obispos fueron encarcelados, los miembros del clero fueron exiliados, los fieles tuvieron que pagar multas y los periódicos y organizaciones católicas quedaron prohibidos.

Ante esta agresión y amenaza, los católicos alemanes se reunieron en torno a Roma y al Papa. El trabajo de los ultramontanos dio sus frutos: una renovación de la piedad popular, una nueva fidelidad a la fe, a los obispos y a Pío IX, que ocupaba entonces la silla de Pedro. La idea de una Iglesia nacional desapareció y renació el deseo de pertenecer a la Iglesia universal a la que todos los católicos permanecían adheridos.

La crisis modernista

En la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX, la teología en Alemania experimentaría una evolución fatal bajo la presión del idealismo alemán. Esta filosofía subjetivista y evolucionista condujo a la concepción de la religión como una producción de la conciencia. Susceptible a la evolución, socavaba el depósito de la fe que contiene la revelación sobrenatural, fija e inmutable.

Esta mentalidad fue combatida y condenada enérgicamente por el Papa San Pío X, en particular a través de su encíclica Pascendi y el motu proprio Sacrorum Antistitum, que ordenó el juramento antimodernista. Todos los sacerdotes tenían que pronunciarlo antes de tomar posesión de cualquier cargo, especialmente en los seminarios. El Cardenal Brandmüller insiste en un punto desconocido: muchos profesores alemanes de teología se negaron a obedecer al Papa, y no pronunciaron el juramento. Invocaron - ¡ya desde entonces! - la plena libertad de enseñanza e investigación, cuya pérdida los habría expuesto al desprecio del mundo académico.

Esta crisis no resuelta, que se apagó debido a las dos guerras mundiales, reapareció bajo una nueva forma en el período inmediato de posguerra. Las mentalidades estaban listas para una revolución. Ya desde Pío XII, la resistencia a las enseñanzas pontificias era un hecho común entre los teólogos y los profesores de los seminarios. El joven Josef Ratzinger fue testigo de la fría acogida con que el seminario de Frisinga recibió la encíclica Humani generis, sobre las falsas opiniones que amenazan con destruir los fundamentos de la doctrina católica, así como la proclamación del dogma de la Asunción en 1950.

El Concilio y el post-Concilio

Como lo expresa el título del libro del Padre Ralph Wiltgen: El Rin Desemboca en el Tíber, el Concilio Vaticano II estuvo profundamente influenciado por los teólogos modernistas alemanes, sin olvidar ni exonerar a los franceses, belgas y holandeses.

El rechazo hacia la encíclica Humanae Vitae

Después del Concilio, la perversión de la teología moral se intensificó rápidamente hasta el punto de que la encíclica Humanae vitae del papa Pablo VI sobre el matrimonio y el control de la natalidad provocó vehementes protestas en el Katholikentag, el congreso católico celebrado en septiembre de 1968, donde participó el ZdK, el Comité Central de Católicos Alemanes, que agrupa a laicos militantes pertenecientes a numerosas asociaciones.

La jerarquía, que no era favorable a la encíclica, se contentó con relativizar la palabra del Papa Pablo VI, que rechazaba la anticoncepción artificial. El cardenal Julius Döpfner achacó la prevaricación a la dimisión moral. De hecho, retuvo las cartas del cardenal Alfred Bengsch, arzobispo de Berlín, quien hablaba en nombre de los obispos de la RDA (República Democrática Alemana) y exigía que se aprobara y defendiera la encíclica romana.

En cambio, los obispos de la RFA (República Federal Alemana) elaboraron la Declaración de Königstein, que daba libertad a la pareja para tomar una decisión informada sobre el uso de los anticonceptivos. Ningún Papa logró doblegar al episcopado alemán que se liberó de la obediencia debida al magisterio supremo.

El Sínodo de Würzburg 

El Concilio Vaticano II, y de paso el Papa Pablo VI, alentaron un "aggiornamento" general de la Iglesia, es decir, una actualización, una adaptación a la modernidad. Esto se hizo mediante los Sínodos reformadores en las diócesis; ¡ha habido por lo menos mil desde el Concilio!

La institución de los Sínodos diocesanos ciertamente no es una novedad. Pero los Sínodos post-conciliares han tenido la peculiaridad de permitir que los laicos participen en los debates, otorgándoles incluso el derecho a votar.

El Sínodo de Würzburg fue un "sínodo conjunto de las diócesis de Alemania". Convocado en 1969, se celebró en ocho sesiones entre 1971 y 1975, en un clima de ruptura con la tradición sinodal de la Iglesia. Fue una asamblea nacional y no diocesana, algo similar a un concilio nacional, pero al que fueron invitados los laicos, en números iguales a los obispos y sacerdotes presentes. Sus estatutos fueron aprobados por la Santa Sede... aunque tuvo lugar en una atmósfera abiertamente anti-romana. Las tensiones y dificultades se multiplicaron, por lo que el teólogo Joseph Ratzinger y Monseñor Karl Forster, secretario de la Conferencia Episcopal de Alemania, abandonaron el Sínodo en señal de protesta.

La Declaración de Colonia

Otro punto importante que refleja la persistencia de la tentación de la Iglesia de Alemania de buscar la independencia nacional, fue la reacción desencadenada entre los obispos alemanes por el nombramiento como jefe del arzobispado de Colonia del cardenal Joachim Meisner, uno de los miembros más conservadores. El 6 de enero de 1989, 163 teólogos germanófonos de Alemania, Austria, Suiza y los Países Bajos solicitaron un debate en la Iglesia sobre los nombramientos episcopales, la misión canónica de enseñanza y la competencia magistral del Papa. Participaron muchos teólogos prominentes: Edward Schillebeeckx, Johann Baptist Metz, Hans Küng y Bernard Häring. A ellos se unieron 130 teólogos franceses, 23 españoles, 63 italianos y 52 belgas.

A los signatarios les preocupaba que Juan Pablo II pudiera nombrar obispos sin respetar las sugerencias de las Iglesias locales; y lamentaban la negativa de Roma de permitir que los teólogos con quienes había un desacuerdo pudieran ser profesores; finalmente consideraban inadmisible la forma en que el Papa extendía y fortalecía su competencia doctrinal personal. Uno de los blancos principales era la condena de la anticoncepción artificial.

La degeneración de los movimientos laicos

Paralelamente a esta decadencia disciplinaria y doctrinal, la mayoría de las organizaciones católicas se habían desviado y enfocado en todo tipo de causas malas, como la Federación Juvenil Católica Alemana, infiltrada por el marxismo - aunque este fenómeno no afectó únicamente a Alemania. Por su parte, el Comité Central de Católicos Alemanes siguió abiertamente tomando posiciones cada vez menos católicas.

Entre las iniciativas de los laicos cabe mencionar el "Llamado al Pueblo de Dios", lanzado en Austria en 1995 y retransmitido en Alemania. Este Llamado exigía la igualdad entre el clero y los laicos, la participación de los fieles en el nombramiento de los obispos, la apertura del diaconado y el sacerdocio a las mujeres, la abolición del celibato sacerdotal, la relajación de la disciplina en todas las cuestiones morales, especialmente en lo relacionado a la anticoncepción y la homosexualidad. Estas demandas aumentaron a una escala mundial bajo el movimiento "Somos la Iglesia", que exigía lo mismo en unos quince países, especialmente en Europa, pero también en Brasil y Estados Unidos.

El camino sinodal

Esta reseña general es necesaria para comprender la decisión del episcopado alemán de lanzar un camino sinodal que comenzará el primer domingo de Adviento de 2019. El espíritu que lo anima es el legado de una fuerte tendencia que, aumentada a la décima potencia por la revolución conciliar, conduce a la Iglesia en Alemania hacia un particularismo nacional que destruye la unidad católica.

Continuará...