Fiesta de Corpus Christi

Fuente: FSSPX Actualidad

Después del dogma de la Santísima Trinidad, está el de la Encarnación de Jesús, que el Espíritu Santo nos recuerda, haciéndonos celebrar, junto con la Iglesia, el Sacramento por excelencia que, resumiendo toda la vida del Salvador, da a Dios una gloria infinita y aplica a las almas, de todas los tiempos, los frutos de la Redención.

Fue sobre la Cruz que Jesús nos salvó, y la Eucaristía, instituida la víspera de la Pasión de Cristo, permaneció como su memorial. El altar es una extensión del Calvario. Ahí, Jesús está en estado de víctima, porque las palabras de la doble consagración manifiestan la separación del Cuerpo y la Sangre, ésta última fluyendo en abundancia durante la Pasión, hasta la perforación del Sagrado Corazón por la lanza del centurión. Es Cristo Inmolado quien se ofrece a la divina majestad.

En la Misa, el Salvador actúa en la persona de su ministro, el sacerdote, ofreciendo de manera incruenta el único Sacrificio redentor para continuar distribuyendo los frutos. La Eucarístía fue instituida en forma de alimento, para que pudiéramos unirnos a la víctima del Calvario: "Quien come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna" (Jn 6, 54).

La santa hostia es "el trigo que alimenta nuestras almas", como lo dice la Santa Liturgia. Y así como Cristo, muerto y resucitado, recibió la vida eterna del Padre, así los cristianos participan de esta vida eterna uniéndose a Jesús mediante este augusto sacramento. La posesión anticipada de la vida divina sobre la tierra a través de la Eucaristía es la garantía y el comienzo de lo que disfrutaremos plenamente en el cielo: "El mismo pan de los ángeles que ahora comemos bajo los sagrados velos, dice el Concilio de Trento, lo comeremos en el cielo sin más velos."

La misa es la cumbre del culto de la Iglesia. La Santa Misa es el acto de religión más perfecto, y la comunión es el medio establecido por Nuestro Señor para participar plenamente de su acción salvadora. Que nuestra devoción hacia el Cuerpo y la Sangre del Salvador nos obtenga los frutos de la Redención que Él obtuvo para nosotros sobre la Cruz.