Fiesta de San Rafael Arcángel

Fuente: FSSPX Actualidad

Sermón de San Buenaventura para la fiesta de San Rafael.

El nombre Rafael significa medicina de Dios. Y aquí hemos de notar que la liberación del mal se obtiene mediante los tres beneficios que San Rafael nos hace al curarnos. Médico celestial, primero nos sana de las enfermedades del alma, conduciéndonos a la saludable amargura de la contrición, a la que se refiere lo que San Rafael dice a Tobías: "Tan pronto como entres en tu casa, unge sus ojos con hiel. Así lo hizo y su padre recuperó la vista".

¿Por qué el mismo Rafael no hizo esta unción? Porque un Ángel no da la compunción; su función es mostrarnos el camino. En esta hiel vemos, pues, la imagen de la amargura de la contrición, que sana los ojos interiores del alma; un salmo nos dice: "Él sana a los contritos de corazón". Esta contrición es un excelente colirio.

En el segundo capítulo del Libro de los Jueces, se relata que el Ángel se acercó a los que derramaban lágrimas y dijo al pueblo: "Yo os he sacado de la tierra de Egipto; he hecho tantas cosas buenas por ustedes, y todo el pueblo lloró, de tal modo que este lugar fue llamado el lugar de los que lloran".

Queridos míos, los Ángeles nos hablan a lo largo del día de los beneficios de Dios y nos los recuerdan. Parecen decirnos: ¿Quién te creó? ¿Quién te redimió? ¿Que has hecho tú? ¿Por qué lo ofendiste? Ahora bien, si consideramos estas cosas como es debido, no podremos menos que llorar.

En segundo lugar, San Rafael nos libra de la esclavitud del demonio recordándonos la Pasión de Cristo en figura de lo que se dice en el capítulo sexto de Tobías: "Toma una parte del corazón del pez y arrójalo en el brasero del incienso. Cuando el demonio perciba el olor de lo quemado, huirá y nunca más se acercará". En efecto, Rafael relegó al demonio a un desierto en el Alto Egipto.

¿Qué significa esto? ¿San Rafael no podría haber ahuyentado al demonio si no hubiera puesto el corazón en brasas? ¿Fue el corazón de un pez lo que le dio tanto poder al Ángel? No, en lo absoluto. Esto no habría tenido ninguna virtud si no hubiera aquí un misterio. Por este hecho se nos da a entender que hoy nada nos libra de la esclavitud del demonio como la pasión de Cristo, y que esta pasión procede de su corazón como de una raíz, es decir, que es fruto de su amor.

El Corazón es, en efecto, la fuente de todo calor vital. Si pones, por consiguiente, el Corazón de Cristo, o lo que es lo mismo, la Pasión que sufrió, cuya raíz es la caridad y cuyo manantial el ardor que lo consumía, si pones este Corazón divino sobre las brasas, es decir, sobre tu memoria enardecida por el fervor, al punto huirá el demonio sin que pueda dañarte.

En tercer lugar, el Arcángel Rafael nos libra de la enemistad de Dios en que incurrimos al ofenderle, excitándonos a la oración perseverante. Yo relaciono esto con lo que San Rafael dice a Tobías en el capítulo doce: "Cuando orabas con lágrimas, yo ofrecía tu oración al Señor". Los ángeles nos reconcilian con Dios, en cuanto de ellos depende.

En cambio, nuestros acusadores ante Dios son los demonios. Los ángeles nos excusan cuando presentan a Dios nuestras oraciones, aquellas oraciones que ellos mismos nos excitan a hacer devotamente. Leemos en el octavo capítulo del Apocalipsis: "El humo del incienso subió de la mano del ángel en la presencia del Señor". Estos perfumes que se consumen suavemente son las oraciones de los Santos. ¿Quieres agradar al Dios que has ofendido? Ora con devoción. Los ángeles ofrecen a Dios tu oración para reconciliarte con Él.

Se dice en San Lucas que Cristo, habiendo entrado en agonía, oró más intensamente, y que se le apareció un Ángel de Dios para darle fortaleza. Todo esto se cumplió para nuestro favor, pues el Salvador no necesitaba ser fortalecido por un mensajero celestial; pero sucedió así para mostrarnos que los ángeles asisten gustosamente a aquellos que oran con piedad y de la misma forma los ayudan; los fortalecen y ofrecen sus oraciones a Dios.