La Comece aboga por la ampliación de la UE

Fuente: FSSPX Actualidad

Una reunión de la Comece

El 19 de abril de 2024, los miembros de la Comisión de Episcopados de la Comunidad Europea (Comece) publicaron una declaración para pedir el aceleramiento de la ampliación de la Unión. Un texto de tono progresista, juzgado por sus detractores como una posición "fuera de lugar" a pocas semanas de las elecciones europeas en las que los partidos nacional-conservadores están en auge.

"Más allá de una necesidad geopolítica para la estabilidad de nuestro continente, consideramos la perspectiva de una futura membresía en la Unión Europea (UE) como un fuerte mensaje de esperanza para los ciudadanos de los países candidatos y como una respuesta a su deseo de vivir en paz y justicia". La declaración conjunta publicada por la Comece no expresa realmente la línea seguida por el organismo encargado por la Iglesia para "dialogar" con las instituciones europeas.

Sin embargo, poco antes, los representantes de las conferencias episcopales europeas habían expresado su oposición a la inclusión del llamado "derecho" al aborto en la Carta de los Derechos Fundamentales de la UE, tal como decidieron los parlamentarios el 11 de abril pasado.

En esta ocasión, los obispos reiteraron su “no al aborto y a la imposición ideológica”, pidiendo que “la Unión Europea respete las diferentes culturas y tradiciones de los países miembros y sus competencias nacionales”. Pero ¿cómo podría crecer el “respeto” por estas diferentes culturas si los 27 países de la UE se convierten en treinta y cuatro, o incluso treinta y cinco?

Porque en la fila de los candidatos que la Comece parece convocar se encuentran, en primer lugar, los seis países balcánicos de la antigua Yugoslavia, que son candidatos desde 2003. Luego, otros tres países que quieren salir de la órbita rusa desde el estallido de la guerra en Ucrania: esta última en primer lugar, pero también Moldavia y quizás incluso Georgia.

Para quienes critican "una forma de ingenuidad" de los prelados europeos, Monseñor Antoine Hérouard, primer vicepresidente de la Comece y arzobispo de Dijon, pretende defender "una posición de orden moral, que forma parte de la perspectiva del proyecto de unidad europea, perseguida por los padres fundadores". Padres fundadores que, como Jean Monnet, contribuyeron sobre todo a eludir una idea sana de Europa instaurando el reinado de la tecnocracia y la economía.

En la misma línea, la declaración del 19 de abril recuerda que "la Iglesia acompaña de cerca el proceso encaminado a reunir a los pueblos y países de Europa en una comunidad que garantice la paz, la libertad, la democracia, el Estado de derecho, el respeto de los derechos humanos y la prosperidad".

Bastante decepcionante, cuando lo más apropiado habría sido un recordatorio de la base común de las raíces cristianas de Europa por parte de los miembros de la Iglesia docente, sin la cual esta última no es más que un barco sin rumbo.

La barbarie del mundo y la proliferación de la violencia –en particular la que afecta al derecho a la vida en todas sus formas– exigen repensar en la Unión en términos de soberanía y de un destino común basado en el cristianismo. Solo el cristianismo es capaz de imponer la disciplina colectiva: pero la Iglesia primero debe recordar hacer reinar a Cristo en los corazones y en las instituciones, de lo contrario se convertirá en una ONG humanitaria.

La posición de la Comece es también una forma de posicionamiento político bastante arriesgada, ya que podría interpretarse como un apoyo a las listas progresistas que alientan la ampliación de la UE en la campaña para las próximas elecciones europeas del 9 de junio: listas que no son necesariamente apoyadas por los católicos practicantes. 

“La Unión es un paraíso visto desde fuera, pero la puerta a este paraíso debe seguir siendo estrecha”, señalaba en julio de 2023 un informe parlamentario francés que examinaba la política de ampliación de la UE. Esto debería ser suficiente para hacer reflexionar a la Comece, que debería recordar que, desde hace cincuenta años, a menudo los que se dicen más "europeos" son los que hacen más daño a Europa.