La tentación imperial de Xi Jinping

Fuente: FSSPX Actualidad

Desde el 1 de enero de 2024 entró en vigor en suelo chino una nueva ley sobre la “educación patriótica”. Los líderes de las diversas religiones autorizadas en China fueron convocados para ser notificados de que la aplicación de la ley se basa en el principio según el cual "el Estado es más importante que la religión, y la ley del Estado más importante que las normas religiosas".

El Año del Dragón comenzó el 10 de febrero, pero quien ahora preside el destino de China no esperó hasta entonces para redactar la ley sobre la educación patriótica aprobada el 24 de octubre de 2023 por el XIV Comité Permanente de la Asamblea Nacional del Partido Popular: una ley que entró en vigor el 1 de enero de 2024 y que tiene como objetivo reorganizar y fortalecer la propaganda interna del Partido Comunista Chino (PCCh).

Las distintas religiones deberán esforzarse por aplicar con el mayor cuidado dicha ley y, para garantizarlo, el líder de Beijing convocó, el 4 de enero de 2024, la XXV reunión de la Conferencia Nacional Conjunta de los Grupos Religiosos.

Al final de una sesión a puerta cerrada de la que no se filtró nada, las cinco religiones autorizadas en suelo chino –catolicismo, budismo, taoísmo, islamismo y una parte del protestantismo– publicaron cinco directrices para sus fieles que consisten en una capitulación incondicional de la religión ante el Estado socialista.

“Adherirse a los principios del patriotismo, de amor al Partido y al socialismo”, afirma el primer mandamiento de la religión sinizada. Para dejar claro el mensaje, las autoridades chinas señalan: “los círculos religiosos de nuestro país deberían aprender, pensar y practicar el pensamiento de Xi Jinping sobre el socialismo con características chinas para una nueva era”. El pensamiento del líder de Beijing –al igual que la “telepantalla” de 1984– pretende estar presente de una manera u otra en cada lugar de culto.

“Adherirse y continuar la hermosa tradición del patriotismo”, recomienda la segunda directriz publicada por la Conferencia de Grupos Religiosos, que no duda en explicar que “en el catolicismo, el patriotismo es un mandamiento de Dios”. Al tiempo que recuerda que el patriotismo mencionado consiste en “la unidad de los círculos religiosos bajo el liderazgo del PCCh”.

“Hacer hincapié en observar la religión con una excelente cultura tradicional china". La tercera directiva que está destinada a hacer cumplir la ley sobre la educación patriótica, desarrolla la idea de una inculturación acelerada de la religión en las costumbres y tradiciones chinas, aunque ello signifique diluir totalmente su esencia.

La cuarta directiva no tranquiliza en lo más mínimo a los católicos chinos: “continuar impartiendo una educación patriótica y practicando actividades patrióticas”, piden los líderes religiosos subordinados al PCCh. Con esto se refieren a una enseñanza profunda de “la historia del Partido, de la Nueva China y la historia del desarrollo socialista”.

El último eje exige ni más ni menos una forma de autocefalia para la Iglesia: “fortalecer la autoconstrucción de grupos religiosos”, lo que equivale, según los chinos, a “orientar al clero religioso y a los creyentes religiosos hacia la conciencia de que el Estado es mayor que la religión, que la ley del Estado es mayor que las reglas religiosas”.

Irónicamente, estas nuevas normas llegan unos meses antes de la renegociación del acuerdo provisional firmado entre China y la Santa Sede en septiembre de 2018, un acuerdo secreto que supuestamente pondría fin al cisma de un episcopado nombrado sin el acuerdo de Roma, y ​​al que se le pide de facto que profese una doctrina claramente cismática.

¿Podría ser esta la forma en que Beijing anuncie que el acuerdo no será renovado en septiembre y por tanto abandonado definitivamente? Si los comunistas chinos quisieran enviar este mensaje, no podrían haberlo hecho de una manera mejor.