“Sanguis martyrum” de Louis Bertrand

Fuente: FSSPX Actualidad

"La ignorancia francesa del pasado africano sorprenderá a nuestros descendientes", exclamó el académico Louis Bertrand, en una conferencia celebrada ante 2,000 personas en Argel en 1922...

No olvidemos que el norte de África fue una de las provincias más prósperas del Imperio Romano, y fue sobre los restos de su paganismo que triunfó el cristianismo de Tertuliano, de San Cipriano, sobre todo, de San Agustín, haciendo de la Iglesia de África una de las más vivas y radiantes del siglo V, "la madre, la educadora y la luz de nuestras Iglesias occidentales".

¡Pero para eso, qué esfuerzos, qué sacrificios, qué mártires! Louis Bertrand, en un libro de considerable éxito, –Sanguis martyrum, los primeros mártires cristianos del norte de África- habló sobre esto en su interesante novela histórica en 1918.

"Entonces, ¿qué es Sanguis martyrum?" Es la puesta en acción del famoso apotegma de Tertuliano: sanguis martyrum, semen christianorum (la sangre de los mártires es semilla de cristianos).

"Siguiendo una trama, que es enérgica y conmovedora, el autor muestra cómo la muerte de un mártir -San Cipriano, obispo de Cártago- siembra una semilla de gracia que se hunde en la tierra.

"Bajo tierra, incluso, en las minas donde los esclavos cristianos sufren la muerte y la pasión- para resurgir en un martirio colectivo, que es una cosecha de almas radiantes para el paraíso: el paraíso a la luz de las espadas, las gujas de los verdugos", como lo resumió excelentemente el Padre Jean Bayot durante el coloquio sobre Louis Bertrand (publicado por Via Romana en 2015).

"Tal vez sea útil, precisa Louis Bertrand en su prólogo, saber qué clase de héroes fueron los santos y los mártires y, al preguntarnos por qué murieron, identificar, con sentido místico, el significado humano de su sacrificio".

Para escribir esta novela con hechos históricamente exactos y perfectamente reconstruidos, nadie mejor que Louis Bertrand, discípulo indefectible de Flaubert por su potente lirismo y su vigoroso talento.

Este natural de Lorena, futuro sucesor de Maurice Barrès bajo la cúpula, durante su estancia como profesor joven en Argel de 1891 a 1900, descubrió, deslumbrado, el pasado romano y cristiano del norte de África, del cual se convirtió en el historiador incomparable.