Ucrania: las claves de una guerra de dimensiones religiosas

Fuente: FSSPX Actualidad

La Divina Liturgia en la catedral católica greco-ucraniana de la Sagrada Familia en Londres, 27 de febrero de 2022

El conflicto que enfrenta a Ucrania con Rusia desde hace varios años, y que dio un giro dramático desde el 24 de febrero de 2022, no puede explicarse recurriendo únicamente a argumentos geopolíticos: los cismas que sacuden a la nebulosa ortodoxa desde hace varios siglos nos permiten comprender mejor las raíces de una guerra de consecuencias imprevisibles.

Ucrania y Rusia se construyeron sobre una historia común, tanto religiosa como política, que tiene su origen en el principado medieval de la Rus (o Rous) de Kiev, cuyo príncipe Vladimir o Volodímir, rechazó el paganismo en el siglo X, antes de ser bautizado en Crimea.

A partir de ese momento, Kiev ingresó a la esfera de influencia del Patriarcado de Constantinopla, entonces unido a Roma, a la que siguió en el Gran Cisma de Oriente en 1054.

Con el ascenso político de Rusia y el debilitamiento de la Iglesia bizantina autocéfala, sofocada bajo el yugo otomano, el Patriarca Ecuménico de Constantinopla delegó, en 1686, al Patriarca de Moscú el poder de ordenar al metropolita de Kiev: para los rusos, esto significó una transferencia permanente. Para los ucranianos, fue todo lo contrario.

Esta situación duró hasta 1920: poco después del advenimiento del comunismo en Rusia, se creó un Patriarcado de Moscú independiente, que fue liquidado por Stalin en 1930.

Tras la independencia de Ucrania y la caída de la Unión Soviética en 1991, varias corrientes "ortodoxas" ucranianas independientes formaron Iglesias no reconocidas por Moscú: un movimiento en gran medida alentado por Estados Unidos que recibió con bombos y platillos, en 2018, a uno de los líderes de la autocefalia ucraniana...

A finales de 2018, todo se aceleró: tras la decisión del patriarcado ecuménico de Constantinopla de conceder la autocefalia a los ortodoxos de Ucrania, las diferentes corrientes ortodoxas del país se reunieron en la Catedral de Santa Sofía de Kiev para llevar a cabo su reunificación. Se efectuó la creación de un nuevo movimiento autocéfalo el 15 de diciembre de 2018.

Con esta decisión, el Patriarcado de Moscú denunció un importante riesgo de "persecución masiva" contra sus fieles en Ucrania. El entonces presidente ucraniano Petro Poroshenko, aliado de Estados Unidos, vio en esto la "verdadera independencia de Ucrania con respecto a Moscú" y la aparición de una iglesia "sin Putin (...) y sin oración por el ejército ruso", ambas cosas celebradas por él. 

El margen de maniobra de la nueva Iglesia está, sin embargo, limitado por el Patriarcado de Constantinopla, porque no es más que una metrópolis circunscrita al territorio ucraniano y dirigida por el metropolita de Kiev, cuyo nombramiento depende del Patriarca de Constantinopla.

Sin embargo, la unión no es total: más de una quinta parte de los fieles ucranianos siguen fieles al Patriarcado de Moscú, que teme una "persecución masiva" de sus fieles en Ucrania, temor que se ha hecho realidad, según los rusos. Y por lo tanto una razón para intervenir militarmente.

Como prueba, en su discurso del 21 de febrero, destinado a justificar la invasión de Ucrania, durante una versión denunciada como "falsificada" por los medios occidentales, Vladimir Putin afirma que Kiev se está preparando para la "destrucción de la Iglesia ortodoxa ucraniana adscrita al Patriarcado de Moscú".

El inicio de la intervención militar rusa continúa sacudiendo las corrientes de la ortodoxia, alternando entre la denuncia mutua de las fechorías de la guerra atribuidas a la Iglesia rival, o la manifestación de un cierto espíritu de conciliación para acallar cuanto antes el sonido de los cañones.

Para la minoría uniata, ubicada principalmente en el este del país, que hizo la valiente elección de unirse a Roma en 1596, la guerra también suscita muchas preocupaciones: "cada vez que Rusia ha tomado, en la historia, el control de Ucrania, la Iglesia católica ucraniana ha sido destruida", recuerda Mariana Karapinka, portavoz de la Archieparquía Uniata de Filadelfia (Estados Unidos).

Un temor transmitido incluso por el Sumo Pontífice: el 25 de febrero, el Papa Francisco visitó, en un gesto sin precedentes, la embajada de Rusia ante la Santa Sede para "expresar personalmente su preocupación por la guerra".

Finalmente, ese mismo día, el sucesor de Pedro llamó a monseñor Sviatoslav Shevchuk, líder de los uniatas ucranianos, para asegurarle que haría todo lo que estuviera a su alcance para ayudar a poner fin al conflicto en Ucrania.

El llamado a la oración del Superior General de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X encuentra aquí todo su sentido: "Pidamos a Dios, por intercesión de la Virgen María, venerada en Ucrania especialmente bajo el título de su gloriosa Asunción, la ayuda espiritual para los fieles ucranianos, así como la protección de los lugares de culto, iglesias y capillas, especialmente aquellas situadas al este del país".