Ucrania, Rusia: dos años después

Fuente: FSSPX Actualidad

Palacio de la Paz y la Reconciliación en Astaná, ¿el poliedro de Francisco?

Dos años después del inicio de la intervención rusa en el Donbas, los esfuerzos de mediación de la Santa Sede no han dado los frutos esperados. Se había podido mantener el contacto con las partes en conflicto, pero la publicación de Fiducia Supplicans probablemente ha aumentado la desconfianza del mundo “ortodoxo”, perjudicando los esfuerzos realizados por el Vaticano.

El dictamen de la ortodoxia rusa sobre Fiducia Supplicans (FS) publicado en el sitio web del Patriarcado de Moscú el 20 de febrero de 2024, dos años después del estallido de un conflicto que, a orillas del Moscova, llaman una “operación militar especial”, tiene un valor simbólico.

El documento romano publicado el 18 de diciembre de 2023, que ofrece la posibilidad de conceder una bendición no ritual a las parejas ilegítimas según el derecho de la Iglesia, es, como era de esperar, objeto de una sentencia sin apelación por parte de la máxima autoridad religiosa rusa, que lo considera como una “innovación que refleja una clara desviación de lo que enseña la moral cristiana”.

Poco antes, el metropolita Hilarión –ex número dos del Patriarcado de Moscú a cargo de la crítica teológica de FS– marcó la pauta evocando una “onda de choque”: “a partir de ahora, todos creerán que la Iglesia alienta a las parejas homosexuales, engañando así tanto a quienes reciben tal bendición como a quienes la presencian”, lamentó el jerarca.

Hasta el punto de que cabe preguntarse si la Declaración redactada por el prefecto del Dicasterio para la Fe, el cardenal Víctor Manuel Fernández, no es un obstáculo más en el difícil camino de la mediación de la Santa Sede entre Ucrania y la Federación de Rusia.

Toda la paradoja del actual pontificado encuentra su ilustración en el diplomático enigma del conflicto en Ucrania: por un lado, el Papa Francisco asume una forma de ruptura, o al menos de independencia, al abstenerse de razonar de forma binaria y de estigmatizar a Rusia, como hacen casi todos los países del bloque occidental.

Al actuar así, allana el camino para ser escuchado por el líder del Kremlin y demuestra cierto pragmatismo: porque, según una encuesta publicada en The Economist, setenta países, que representan dos tercios de la población mundial y un sector entero del catolicismo, tienen una posición favorable a Rusia o neutral en relación con el conflicto que asola actualmente las puertas de Europa.

Sin embargo, hay otra cara de la moneda. Con FS –por citar solo este documento– la ruptura se produce, pero en otro ámbito: el de la moral cristiana, donde varios aspectos de la doctrina y la práctica tradicionales aparecen pisoteados. Suficiente para enfriar a más de un ruso opuesto al credo progresista.

En 2013, en la exhortación Evangelii gaudium, el Papa Francisco ya mencionaba su principio rector: "El modelo es el poliedro, que refleja la confluencia de todas las características que preservan su originalidad. Tanto la acción pastoral como la acción política buscan recoger en este poliedro lo mejor de cada una. Los pobres entran con su cultura, sus proyectos y sus propias potencialidades. Incluso las personas que pueden ser criticadas por sus errores tienen algo que aportar y que no se debe perder".

Una paradoja que John Allen, redactor jefe de Crux, resume a su manera: "Si tenemos en cuenta que el cursor del actual pontificado se sitúa en el centro-izquierda, entonces entendemos que los esfuerzos por promover la paz en el mundo, hacer oír las voces de los países emergentes, llegar a grupos hasta ahora marginados en la Iglesia, están todos cortados por el mismo patrón".

Un patrón que se daña o incluso se rasga cuando entra en contacto con la dura realidad, la de la lucha despiadada entre una ideología progresista polifacética y los valores perennes del cristianismo.