
En un libro-entrevista publicado en italiano por ediciones Solferino, el 27 de enero de 2023, titulado In buona fede [De buena fe], coescrito con la periodista del diario italiano Il Messaggero, Franca Giansoldati, el cardenal Gerhard Ludwig Müller, exprefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, critica la forma en que el Papa Francisco trata ciertos temas sensibles, y expresa su preocupación por la "confusión doctrinal" que reina en torno al sínodo sobre la sinodalidad.
La agencia romana I.Media absorbida por cath.ch el 29 de enero cita varios extractos del libro. En primer lugar, el cardenal Müller niega ser un "adversario" de Francisco: "Cualquiera que haga una crítica constructiva es acusado […] de ser enemigo de Francisco".
Sin embargo, "si hay cosas que deben ser señaladas para mejorar la situación general, la única manera es hablar claro", afirma, tomando el ejemplo de Santa Catalina de Siena que tuvo "palabras muy duras contra los Papas, pero nunca contra el papado".
Cierto es que el exprefecto de la Congregación de la Fe habla sobre su brutal despido ocurrido el 30 de junio de 2017, como un "trueno en un cielo sereno", pero sus críticas más duras se dirigen a los asesores cercanos del Papa. Asimismo, lamenta la existencia de un "círculo mágico que gravita en torno a Santa Marta, conformado por personas [...] que no están preparadas desde el punto de vista teológico".
El prelado cree que en el Vaticano, "la información circula ahora en paralelo, por un lado los canales institucionales lamentablemente cada vez menos consultados por el soberano pontífice, y por otro lado sus canales personales utilizados incluso para los nombramientos de obispos o de cardenales".
El cardenal Müller señala el caso de monseñor Gustavo Zanchetta, "controvertido, porque gozaba de un estatus privilegiado como amigo del Papa". Luego de ser condenado por abusos contra seminaristas en su país, fue empleado durante varios años por el Papa en el banco del Vaticano.
Más ampliamente, el cardenal alemán denuncia el trato preferencial dado a los sacerdotes italianos condenados por abuso. Estos, afirma, se benefician de la intercesión de "amigos influyentes" en Santa Marta que "los clérigos de nacionalidad polaca, estadounidense o de otra nacionalidad no tienen", y son condenados por la justicia de la Iglesia.
Autoritarismo y favoritismo
Según entendemos, no hay certeza de que esta influencia extraoficial sea el origen de todas las desgracias y decisiones arbitrarias que denuncia el cardenal Müller.
Por ejemplo, señala que no comprende la intervención del Papa en la diócesis de Toulon: el Papa prohibió a monseñor Dominique Rey ordenar a cuatro futuros sacerdotes "porque pertenecían a la categoría conservadora".
Si bien reconoce que no sabe si hay otros problemas detrás de este asunto, cree que el Papa ha invadido las prerrogativas del obispo. La diócesis de Toulon-Fréjus también será objeto de una visita canónica en los próximos meses.
El cardenal Müller también cita el caso de un obispo en el centro de Italia que supuestamente fue "despedido" porque expresó su desacuerdo con "algunas medidas anti-Covid" tomadas por el gobierno. "El Papa no debería haberlo acusado", insiste, recordando que solo puede hacerlo si el obispo pone en peligro la fe católica o la unidad de la Iglesia.
Finalmente, el prelado alemán deplora la sustitución, por motivos ideológicos, de monseñor Livio Melina al frente del Pontificio Instituto Juan Pablo II para las Ciencias del Matrimonio y la Familia. Este último fue reemplazado por monseñor Vincenzo Paglia "que no tiene competencia específica en esta área", una afrenta -según él- al principio de "libertad académica".
El fracaso de la reforma de la Curia
Respecto a la reforma de la Curia romana, el exprefecto es muy severo contra la nueva constitución apostólica Prædicate Evangelium. Según él, esta reforma reduciría la Curia romana "a una corporación que trabaja para brindar asistencia a los 'clientes', las conferencias episcopales".
También subraya la paradoja de la "descentralización" anunciada, considerando que por el contrario "se han reforzado las mallas de centralización". Atribuye el "defecto de fabricación" de esta reforma al "sentimiento antirromano" del cónclave que eligió al Papa Francisco en 2013. La reforma, afirma, habría sido solicitada por los "cardenales latinoamericanos" que planean "construir una Iglesia a su imagen".
Al mismo tiempo, señala que el Anuario Pontificio ahora menciona "Vicario de Cristo y Sucesor de Pedro" como "títulos históricos" (y, por lo tanto, más verdaderamente efectivos) del Papa, lo cual, en su opinión, es "una forma latente de negación del fundamento petrino del papado".
Además, deplora una Curia donde los "controles externos, las auditorías" toman el control sobre el aspecto espiritual. En el tema de la evangelización, se muestra alarmado por la falta de reacción a la descristianización en Europa, considerando que el "nihilismo progresivo" que hoy azota al Viejo Continente pone en peligro su supervivencia.
Sin embargo, como está lejos de ser tradicionalista, el cardenal no se opone a todas las reformas. Incluso prevé el nombramiento de laicos y mujeres para puestos importantes en la Curia. Cita en particular los de secretario de estado, sustituto, presidente de la Gobernación de la Ciudad del Vaticano o incluso de nuncios.
Su apoyo a la teología de la liberación
El magisterio del Papa Francisco es criticado de una manera más matizada: el Documento sobre la Fraternidad Humana [cofirmado con el gran imán de Al-Azhar, el 4 de febrero de 2019] manifiesta a sus ojos una "buena intención", pero le parece demasiado "elitista", lo que le hace dudar de que pueda "penetrar en la masa de los fieles musulmanes". También subraya la actualidad de Laudato si' [24 de mayo de 2015], pero invita a defender la vida humana desde su comienzo hasta su fin en el mismo grado que a la naturaleza.
En el plano económico y social, el cardenal alemán, que recuerda su apoyo a la teología de la liberación de su "querido amigo" Gustavo Gutiérrez, deplora las consecuencias del "supercapitalismo" y defiende el impuesto adicional a los más ricos.
Denuncia la tentación antidemocrática que anima a los ricos, acusándolos de alentar un Big Reset para controlar aún más a las masas, sobre todo desde la crisis de la pandemia. A diferencia de Francisco, se opone a la idea de un salario universal, pero justifica la posición del Papa por las situaciones de extrema pobreza que existen en América Latina.

Temores sobre la sinodalidad
En cuanto a la sinodalidad, el teólogo alemán considera que el término sínodo promovido por el pontífice se ha convertido en "un término comodín". Considera que su empleo es una señal de que una "democratización, un protestantismo de facto" está "en progreso" en la Iglesia católica. Critica en particular las propuestas "teológicamente insostenibles" del Camino Sinodal alemán inaugurado en 2019, frente a las cuales, según él, la Santa Sede se ha mostrado complaciente.
El prelado cree que la Iglesia en Alemania se enfrenta a una situación "mucho peor que un cisma" porque la Iglesia local se está separando voluntariamente de Roma, abandonando los cimientos del cristianismo. "Entonces es apostasía", afirma, atacando particularmente la promoción de la intercomunión, que "cambia el significado de la Eucaristía". Afirma que "el riesgo de esto es el fin del cristianismo en Alemania".
Además, el cardenal Müller lamenta la ambigüedad del Papa Francisco sobre la cuestión de la homosexualidad o su "silencio sustancial" sobre la cuestión de la indisolubilidad del matrimonio. También lamenta las contradicciones sobre el aborto, especialmente cuando el Papa reconoció al presidente de Estados Unidos, Joe Biden, el derecho a comulgar.
La cuestión litúrgica
El cardenal alemán denuncia los "efectos negativos" de Traditionis custodes, frente a la liberalización de la misa tridentina deseada por Benedicto XVI. Para él, detrás de esta decisión se esconden miembros de la Pontificia Universidad Benedictina de San Anselmo en Roma, "más ideólogos que teólogos", que "han manipulado" al Papa.
Considerando esta decisión no solo "injusta" sino "una fuente de tensión innecesaria", afirma que el principal problema sigue siendo la defensa del sacramento de la Eucaristía, el cual, en su opinión, es cada vez menos vivido o comprendido por los cristianos.
Sobre la cuestión de la ordenación sacerdotal de las mujeres, el cardenal Müller se opone, afirmando que no hay necesidad de hablar de ello. Por otro lado, informa haber escrito varios libros sobre la posibilidad de un diaconado femenino, y dice estar abierto a la discusión sobre este punto.
Crítica a la diplomacia vaticana con China
El cardenal alemán afirma estar particularmente preocupado por el peligro que representa China en la sociedad actual, comparando a Xi Jinping con Benito Mussolini, Adolf Hitler y Stalin. "Con el diablo no se puede hacer un pacto", señaló, respecto al acuerdo secreto firmado en 2018 entre la Santa Sede y Beijing sobre el nombramiento de obispos.
En su opinión, el Vaticano ha facilitado el trabajo de China, que quiere que los sacerdotes chinos se conviertan en agentes de su propaganda. Asimismo, afirma que consultó "una carta enviada por el cardenal secretario de Estado, Pietro Parolin, que autoriza a los sacerdotes chinos a firmar una carta que impone [un] curso de adoctrinamiento".
"La Iglesia católica china no debe convertirse en una especie de monaguillo del Estado", señaló el alto prelado, haciendo referencia a las críticas similares hechas por Francisco contra el patriarca Cirilo, a quien reprochó haber dado su bendición a la guerra de Vladimir Putin contra Ucrania.
El cardenal deploró el trato reservado por la Santa Sede y el Papa al cardenal Joseph Zen, gran opositor en Beijing. Lamenta especialmente que el Vaticano no haya tomado una posición clara para defenderlo durante su arresto en mayo pasado, y critica duramente el silencio de la Santa Sede respecto a Taiwán y Hong Kong. "Con regímenes antiliberales [como el de Beijing], la Iglesia no debería hacer compromisos", insiste.
La denuncia del informe de la CIASE
Sobre la crisis de abusos en el clero, el cardenal denuncia los "graves errores" cometidos por la CIASE en Francia, cuestionando el método utilizado que resultó en un "número de víctimas anormal, exagerado, evidentemente inflado".
También se muestra desfavorable a las comisiones de investigación creadas por los gobiernos, que, en su opinión, tienen como "único propósito paralizar a la Iglesia y no analizar un fenómeno aberrante que debe ser destruido".
El cardenal Müller afirma que el informe de la arquidiócesis de Múnich sobre los abusos de enero de 2022 fue "una herramienta de propaganda para debilitar la figura del Papa emérito en Alemania", donde representaba un freno para el camino sinodal alemán. El prelado alemán, sin embargo, desaprueba la elección del Papa fallecido de dimitir en 2013. Para él, la existencia de un Papa emérito creó confusión y dividió a la Iglesia católica en dos bandos.
La misión del próximo Papa
Opuesto a la dimisión de Francisco, el cardenal Müller considera que algunos alientan al actual Papa a dimitir "para pilotar mejor el próximo cónclave e identificar un candidato joven cercano a las reformas que se han iniciado mientras tanto".
Asimismo, critica los "intentos de muchos grupos de presión" que pretenden influir en los votos, citando a la Comunidad de Sant'Egidio, los jesuitas, los salesianos o incluso los cardenales africanos. Actuar de este modo está "ontológicamente prohibido".
"El próximo cónclave tendrá necesariamente que devolver la Iglesia a su esencia", asegura. En particular, el sucesor de Francisco tendrá que lidiar con el hecho de que "cada vez hay más obispos en el mundo que actúan como si se hubieran olvidado de ser pastores interesados en la vida eterna y la defensa de los principios morales".
Según el alto prelado, el futuro pontífice tendrá que defender también los "valores innegociables" de la Iglesia sobre la sexualidad, así como afrontar los riesgos que conlleva el surgimiento de una ideología "posthumana". A este respecto, afirma estar especialmente preocupado "por la corriente transhumanista".
En última instancia, el libro es una denuncia hacia todas las direcciones, pero el cardenal Müller permanece adherido al Concilio Vaticano II y a las reformas posconciliares. Deplora enérgicamente los excesos, demasiado visibles bajo el gobierno de Francisco, pero sin remontarse a las causas profundas.
Ataca vigorosamente los síntomas, sin llegar a la fuente del mal. Rechaza una Iglesia servilmente alineada con el espíritu del mundo moderno, pero no cuestiona al Concilio que promovió esta apertura.