
El arzobispo Carlos Castillo Mattasoglio, arzobispo de Lima, Perú, dijo durante una misa el 19 de diciembre de 2021, que Jesús era un laico y que su muerte no fue un sacrificio.
Palabras más que sorprendentes
Estas son las declaraciones: "Jesús no muere haciendo un sacrificio de un holocausto, Jesús muere como un laico asesinado. Él decide no responder con venganza y acepta la cruz para darnos signo de vida", dijo el arzobispo durante la misa en la Catedral de Lima.
Y añadió: "Muere como un laico que da esperanza a la humanidad, muere como un ser humano como todos ustedes que están aquí presentes. También nosotros, porque nosotros no podemos ser sacerdotes sin primero ser laicos bautizados".
En un intento de explicar sus palabras, monseñor Castillo aclaró que "laico viene de Laos, que significa pueblo. Y Dios ha querido santificar a su pueblo, y si nosotros estamos aquí es para servirlos". El prelado recordó que Dios había prometido a Israel que de su pueblo "saldría un vástago que sería el Salvador".
"Los pobres de Israel, los que no cuentan, la tenían muy a pecho, mientras que los sacerdotes, ellos se sentían los cumplidores de la promesa", que tenía que asumir su papel, pero "no eran ellos los que iban a representar la salvación, sino un laico, un laico como los reyes que eran laicos, de la tribu de Judá", prosiguió monseñor Castillo.
"Eso lo digo también para nuestros compañeros sacerdotes aquí presentes. Nosotros somos servidores del Pueblo de Dios, para que de ustedes surja quién es la esperanza, así como Jesús es la esperanza", concluyó el obispo.
Una doctrina abiertamente heterodoxa
Si se busca dar un sentido ortodoxo a las palabras del arzobispo de Lima, solo existe una posibilidad: "Jesús muere como un laico según el Antiguo Testamento", y "Jesús no muere ofreciendo un sacrificio del Antiguo Testamento". Si se añaden estas precisiones, las frases pueden ser aceptables.
Pero estas dos proposiciones son absolutamente evidentes y no contribuyen en nada a la comprensión de Cristo, de su misión y de su sacrificio. Porque Cristo es el Sumo Sacerdote del Nuevo Testamento. Y la muerte de Cristo es un sacrificio: es el único sacrificio de la Nueva Alianza.
El sacerdocio de Cristo se encuentra explícitamente afirmado en la revelación: en las profecías del Antiguo Testamento y por el autor de la Epístola a los Hebreos. Cfr. Mt 22, 43 y Sal. 109. De modo que todos los teólogos son unánimes en afirmar que el sacerdocio de Cristo se nos impone como una verdad de fe divina y católica.
Esta verdad es afirmada por el Concilio de Éfeso y el Concilio de Trento, Sesión 23, cap. 1, DzS 1739. El magisterio ordinario de la Iglesia, que se expresa en la liturgia, en los ritos de ordenación, en la celebración de la Misa, en la recitación del oficio divino, proclama con fuerza y elocuencia que Cristo es EL sacerdote de nuestra religión y nuestro pontífice para la eternidad.
El sacrificio, por el cual Cristo ejerce su sacerdocio es el sacrificio de la cruz y el de la Eucaristía. A través de su sacerdocio, Cristo no solo se pone en contacto con Dios, sino que se coloca como mediador entre Dios y los hombres.
Así, aunque las afirmaciones de monseñor Castillo tengan un sentido verdadero, pecan gravemente por preterición de una verdad capital y esencial del Nuevo Testamento: Jesucristo es el Salvador porque es sacerdote y víctima del Sacrificio que nos redime.
Pobre rebaño de Lima, liderado por un obispo prevaricador de la divina Revelación, cautivado por una teología de la liberación de bajo nivel.