
El cardenal Robert Sarah declaró que "el ataque más insidioso del demonio consiste en tratar de extinguir la fe en la Eucaristía, sembrando errores y favoreciendo una forma inadecuada de recibirla."
En el prólogo del libro de un prelado italiano, don Federico Bortoli, publicado bajo el título La Distribución de la Comunión en la Mano. Perfiles Históricos, Legales y Pastorales, el prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos defiende extensamente la comunión en la boca.
"¿Por qué persistir en comulgar de pie y en la mano?", se pregunta el Cardenal Sarah.
"La liturgia está compuesta de muchos ritos y gestos, cada uno de ellos capaz de explicar actitudes cargadas de amor, de respeto filial y de adoración a Dios. Es pecisamente por esta razón que es pertinente promover la belleza, la conveniencia y el valor pastoral de una práctica desarrollada a lo largo de la larga tradición de la Iglesia, es decir, la recepción de la Santa Comunión sobre la lengua y de rodillas. La grandeza y nobleza del hombre, así como la mayor expresión de su amor por su Creador, consiste en arrodillarse delante de Dios."
"Es fácil comprender que el ataque más insidioso del demonio consiste en tratar de extinguir la fe en la Eucaristía, sembrando errores y favoreciendo una manera inadecuada de recibirla," señala el cardenal ghanés. "El objetivo de Satanás es el sacrificio de la Misa y la presencia de Jesús en la hostia cosagrada."
El alto prelado no duda en argumentar contra la comunión en la mano, indicando muy justamente que ésta "implica, sin lugar a dudas, una gran dispersión de fragmentos". Ahora bien, si Cristo está presente en toda la hostia, también está presente en cada partícula, por más pequeña que ésta sea. El riesgo de faltar al respeto o de profanación aumenta de esta forma. Por el contrario, "la atención del sacerdote a cada partícula, el cuidado al purificar los vasos sagrados, a no tocar la hostia con las manos sudorosas o húmedas, se convierten en profesiones de fe en la presencia real de Jesús, hasta en las partículas más pequeñas de las especies consagradas."
Recordemos que el Papa San Pío X autorizó, por medio del decreto Quam singulari del 8 de agosto de 1910, dar la comunión a los niños pequeños, y el Cardenal Sarah se pregunta: "si un niño recibe el Pan Eucarístico del mismo modo que recibe un dulce de manos de su madre, ¿cuál será su sentido sobre lo sagrado?"
Al proporcionar todo su apoyo al autor del libro, el cardenal considera que, a menudo, la comunión en la mano ha sido objeto de abusos por las conferencias episcopales locales en la Iglesia latina, e insiste en que "ningún sacerdote debe pretender imponer su autoridad sobre este tema, rechazando o maltratando a quienes desean recibir la comunión de rodillas y en la boca."