
El 19 de marzo de 2021, Monseñor Vincenzo Paglia, presidente de la Pontificia Academia para la Vida y gran canciller del Instituto Juan Pablo II, anunció oficialmente el nombramiento del nuevo presidente del Instituto Juan Pablo II.
Se trata de Monseñor Philippe Bordeyne, rector del Instituto Católico de París, que asumirá su cargo el próximo mes de septiembre, como sucesor de Monseñor Pierangelo Sequeri.
Monseñor Paglia afirmó que el nuevo presidente tendrá la responsabilidad de hacer el Instituto "aún más universal", porque la teología de la familia y todas las investigaciones asociadas a ella son "decisivas para la Iglesia católica, pero también para las otras Iglesias cristianas, las otras religiones y para la cultura humanista que necesita una reflexión académica cuidadosa y más profunda sobre el tema de la familia y la vida".
Sobre todo, Monseñor Bordeyne se enfocará en intentar frenar el declive actual del Instituto: según La Croix International del 19 de marzo, "algunos cursos han perdido al 90% de sus alumnos, mientras que otros se han cancelado por el número insuficiente de estudiantes. Por tanto, el mayor desafío del Instituto es atraer nuevos estudiantes y reactivar las inscripciones".
Es cierto que la confianza no reina dentro de esta institución cuyos estatutos han sido reescritos y cuyos profesores fueron suspendidos en 2019. Una purga operada por Monseñor Paglia y que tenía como objetivo, según escribió Jeanne Smits en su blog, el 11 de marzo, "dejar de lado el enfoque metafísico del Instituto original para adoptar un punto de vista más práctico y sociológico, oponiendo 'cuestiones reales' al 'idealismo abstracto'.
En contra del "triángulo de la pequeña burguesía"
Monseñor Bordeyne es la persona indicada para promover las ideas del Papa Francisco sobre el matrimonio; es autor de un libro titulado "Divorciados y vueltos a casar: lo que cambia con Francisco" (Salvatore, 2017), coescrito con el Padre Juan Carlos Scannone, jesuita argentino fallecido en 2019, padre de la "teología del pueblo" a la que se adhiere el Papa.
Monseñor Bordeyne desempeñó un papel importante durante el segundo Sínodo sobre la Familia, en 2015: fue designado por Francisco entre los 23 expertos que asesoraron a los Padres sinodales y guiaron sus discusiones.
En una entrevista con La Croix del 8 de abril de 2016, Philippe Bordeyne describió la visión del Papa sobre la familia de la siguiente manera: "Me sorprende su insistencia en el carácter social de la persona. Tradicionalmente, la Iglesia presenta a la familia como 'la célula básica de la sociedad', una fórmula bastante abstracta. El Papa Francisco muestra concretamente que la familia es un microcosmos donde todos aprenden sobre la vida en sociedad: a través de la ternura maternal, de la magnanimidad del padre...
"Sus fórmulas hablan por sí solas: 'La madre que protege al niño con cariño y compasión, (...) lo ayuda a experimentar el mundo'. La sociedad necesita de la familia -que no se detiene en el triángulo de la pequeña burguesía constituido por un padre, una madre e hijos (sic)- porque la familia es el lugar donde cada individuo crece como una persona en relación. Despreciar a las distintas familias sería también despreciar este trabajo de socialización". -Estas "familias diferentes" son uniones maritales de hecho: concubinatos, familias reconstituidas y parejas del mismo sexo con hijos.
En 2017, durante una entrevista para Sel et Lumière TV, el prelado presentó su actividad teológica de la siguiente manera: "El teólogo moral es ante todo un reparador", que mira las situaciones personales más que los ideales morales.
Respecto al capítulo 8 de Amoris laetitia, sobre los divorciados vueltos a casar, en particular los que tienen hijos con su nueva pareja, Monseñor Bordeyne respondió: "No podemos pedirle a la gente lo imposible. No podemos pedirle a la gente que se separe, ya que eso sería una nueva falta: les vamos a pedir que construyan el futuro con Dios. Por tanto, lo que les pedimos es que evalúen la calidad de esta nueva unión".
Y añadió: "El realismo de Francisco, el realismo del cristiano, es mirar lo que Dios está haciendo en nuestra vida para que, aun cuando haya cosas irreversibles, podamos seguir avanzando. (…)
"El Papa dice: en el discernimiento personal y pastoral de estas personas, primero deben mirar lo que están haciendo hoy para responder a los llamados de Dios. ¡No a los llamados imposibles de Dios! No a los llamados de Dios a permanecer fieles a la primera unión: ¡han pasado veinte años desde que esa unión murió! Más bien a los llamados de Dios de hoy".
Jeanne Smits, que cita este extracto de la entrevista, comenta muy acertadamente: "Sí, el futuro presidente de lo que fue el Instituto Juan Pablo II para el Matrimonio y la Familia, básicamente dice que un matrimonio indisoluble puede ser considerado muerto, y que el llamado de Dios a ser fiel, en su nombre, a su compromiso irreversible con su legítimo cónyuge, o no existe o no debe ser escuchado en un momento determinado".
Por una moral conyugal opcional
Respecto a la encíclica Humanæ vitæ y la enseñanza de la Iglesia sobre la anticoncepción, Monseñor Bordeyne es decididamente progresista. En Settimo Cielo, Sandro Magister publicó una nota de Thibaud Collin, profesor de filosofía en el Stanislas College de París y autor del libro titulado Le mariage chretien a-il futur? (Artège, 2018).
Allí podemos leer esta cita de Philippe Bordeyne extraída de un texto escrito con motivo de los sínodos sobre la familia de 2014 y 2015: "La encíclica Humanæ vitæ enseña que solo los métodos naturales para controlar la fertilidad son legales. Sin embargo, hay que reconocer que la distancia entre la práctica de los fieles y la enseñanza magisterial se ha ensanchado. ¿Se están ignorando simplemente los llamamientos del Espíritu o se trata, más bien, del fruto de un trabajo de discernimiento y responsabilidad entre las parejas cristianas sometidas a la presión de nuevas formas de vida (sic)?
"Las ciencias humanas y la experiencia de las parejas nos enseñan que las relaciones entre el deseo y el placer son complejas, eminentemente personales y, por tanto, variables en función de la pareja, y que evolucionan en el tiempo dentro de la pareja. Ante el imperativo deber moral de luchar contra las tentaciones del aborto, el divorcio y la falta de generosidad ante la procreación, sería razonable remitir el discernimiento sobre los métodos del control de la natalidad a la sabiduría de las parejas, poniendo el énfasis en la educación moral y espiritual para luchar más eficazmente contra las tentaciones en un entorno a menudo hostil a la antropología cristiana".
Y añade: "Desde esta perspectiva, la Iglesia podría admitir una pluralidad de caminos para responder a la llamada general de mantener la apertura de la sexualidad a la trascendencia y al don de la vida. (...) El camino de los métodos naturales que implican la continencia y la castidad podría recomendarse como un consejo evangélico, practicado por parejas cristianas o no, requiriendo autocontrol en la abstinencia periódica.
"La otra vía, cuya licitud moral podría admitirse y dejar la elección a la sabiduría de los cónyuges, sería utilizar métodos anticonceptivos no abortivos. Si deciden introducir este medicamento en la intimidad de su vida sexual, se invitaría a los cónyuges a redoblar su amor mutuo (sic). Este último es el único que puede humanizar el uso de la tecnología, al servicio de una ecología humana de la procreación (sic)". (Sínodo sobre la vocación y la misión de la familia en la Iglesia y el mundo contemporáneo; 26 teólogos responden, Bayard, 2015, p. 197-198)
Con todo lo anterior, podemos entender muy fácilmente la relevante sugerencia de Thibaud Collin al final de su nota: "El Instituto Juan Pablo II, en plena hemorragia de estudiantes, debería, por honestidad intelectual, cambiar su nombre. Se podría llamar, por ejemplo, el Instituto Amoris lætitia".