
El 13 de marzo de 2013, el cardenal Jorge Mario Bergoglio fue elegido Papa y tomó el nombre de Francisco. Diez años después, el aniversario de esta elección se celebró de manera particularmente discreta: el Papa ofició una misa privada con los cardenales presentes en Roma, en la capilla de la residencia de Santa Marta.
Radio Vatican y Vatican News difundieron una entrevista con Francisco en la que expresó su "sueño para la Iglesia, el mundo, quienes lo gobiernan y la humanidad", resumiéndolo en tres palabras: "fraternidad, lágrimas y sonrisas". Los vaticanistas han intentado hacer un balance de los últimos diez años, a través de una serie de dudas que pueden reducirse a diez preguntas. Esta es la última:
10. ¿Qué reacción podría esperarse?
¿Hay remedio para esta confusión doctrinal y moral? En una entrevista con el periodista Edward Pentin, el 18 de febrero, Don Nicola Bux, exconsultor de la Congregación para la Doctrina de la Fe, ofrece una solución: "La mitad de los cardenales electores, y muchos obispos, están convencidos de que no podemos seguir así y que algunos cambios son necesarios para poner de nuevo en orden a la Iglesia, si quiere seguir siendo católica.
"Hay conmoción en el Colegio Cardenalicio, como entre los sacerdotes, pero el cuerpo eclesial está despertando de un estado de anestesia. Como afirmaba Joseph Ratzinger, la crisis de la Iglesia está ligada al colapso de la liturgia, y el remedio está en 'la hermenéutica de la continuidad y de la reforma del único sujeto-Iglesia', yo añadiría que el remedio está en la 'reforma de la reforma litúrgica' que él quería".
En el blog Correspondance Européenne del 10 de febrero, Roberto de Mattei expresa con mayor lucidez que "la hermenéutica de la reforma en la continuidad" propuesta por Benedicto, resulta definitivamente ineficaz.
De Mattei se basa en la obra póstuma del Papa alemán: Che cos'è il Cristianesimo. Quasi un testamento spirituale, Mondadori, 2023, [Qué es el cristianismo. Un testamento espiritual], un texto editado por Elio Guerriero y Georg Gänswein, que reúne los escritos, publicados e inéditos, de Benedicto XVI durante sus diez años de postpontificado.
El historiador italiano afirma acertadamente que "el hilo conductor [en el pensamiento de Joseph Ratzinger] es el intento de encontrar un camino intermedio entre las posiciones de la teología tradicional, a la que nunca se adhirió, y las del modernismo radical, de las que siempre se distanció. Lo que cambió durante la larga vida de Benedicto XVI no fueron sus ideas, sino su juicio sobre la situación de la Iglesia, especialmente después del Concilio Vaticano II y la revolución de 1968".
Y añade: "Como prefecto de la Congregación para la Fe, y como Papa, Josef Ratzinger podría haber intervenido con mano firme para aplastar este fenómeno [de la decadencia postconciliar y postsesenta y ocho]. Si esto no sucedió, ¿fue solo porque siempre fue un profesor más que un hombre de gobierno, o más bien por la debilidad de una posición teológica incapaz de identificar los errores del Vaticano II y del postconcilio?
"La nueva moral difundida en los seminarios y universidades católicas es fruto de la constitución Gaudium et Spes de Vaticano II, documento que aparece como un manifiesto de la 'conversión' de la Iglesia al mundo moderno. Pero si la Iglesia renuncia a cristianizar el mundo, inevitablemente es el mundo el que mundaniza la Iglesia.
"La discusión sobre la correcta interpretación de Gaudium et Spes es de poca relevancia, porque no se puede encauzar un proceso revolucionario con las únicas herramientas de la hermenéutica, sin oponer a este proceso de disolución un proyecto de reconquista y de recristianización de la sociedad".
Asimismo, Roberto de Mattei, considera que esta incapacidad para identificar los errores del Concilio es en parte la causa de la renuncia de Benedicto XVI: "La abdicación del pontífice no se debió a presiones misteriosas, sino al 'cansancio, al estado físico y mental', como explica detalladamente Monseñor Gänswein en las páginas de su libro dedicado a la 'renuncia histórica' (Nient'altro che la verità, pp. 191-230).
"Este cansancio fue también una admisión de impotencia frente a una crisis moral que encontraría una nueva expresión en Amoris laetitia del Papa Francisco. De hecho, en Amoris laetitia, la moral se reduce a las circunstancias históricas y a las intenciones subjetivas de quienes realizan un acto humano".
Con base en el fracaso de la "hermenéutica de la reforma en la continuidad", los sacerdotes y fieles adheridos a la Tradición saben que la reacción salvadora no vendrá de un compromiso, sino de un retorno a los principios católicos -doctrinales, morales y litúrgicos- en su integridad y totalidad. Cada vez está más claro hoy que la solución no es inyectar una dosis de Tradición al modernismo, con la ilusión de que esa dosis neutralizará el veneno.
¡A partir de ahora, ya no se trata de dosificar, sino de atreverse! Atreverse a "hacer el experimento de la Tradición", como invitaba Monseñor Marcel Lefebvre, con valentía y tenacidad, sin miedo a la oposición ni a la persecución. Por el honor de Dios, por amor a la Iglesia y por la salvación de las almas.