
El 13 de marzo de 2013, el cardenal Jorge Mario Bergoglio fue elegido Papa y tomó el nombre de Francisco. Diez años después, el aniversario de esta elección se celebró de manera particularmente discreta: el Papa ofició una misa privada con los cardenales presentes en Roma, en la capilla de la residencia de Santa Marta.
El balance realizado por los vaticanistas se reduce a diez preguntas esenciales. Las cuatro primeras son: "¿Hay un Papa mediático (simpático) y un Papa real (autoritario)?"; "¿Es Francisco ante todo un hombre de su tiempo?"; ¿Su gobierno es más personal que sinodal?"; "¿Es una modalidad jesuita de gobierno?"; "¿Qué es la sinodalidad según Francisco?"; "La sinodalidad para pastoralizar el dogma y dogmatizar la pastoral?"; ¿Hacia una centralización administrativa y una descentralización doctrinal?"; "¿Cómo juzgar el pontificado por sus frutos?" Veamos ahora la novena:
9. ¿Cuál es el estado actual de la Iglesia para un laico?
Paralelamente a la confusión experimentada por los clérigos, conviene reflexionar sobre el lúcido desconcierto de un laico como Aldo Maria Valli que se expresó en su blog, el 14 de marzo, en estos términos: "Bergoglio ha tenido éxito en una empresa posible solo para algunos individuos especialmente dotados: destruir sin reconstruir. Fue elegido para aportar aire fresco. Después de diez años el aire es irrespirable. [...]
"En este contexto, muchos se lamentan por la ausencia de Benedicto XVI, pero hay que decirlo claramente: aunque era consciente del desastre, Ratzinger no pudo hacer nada contra la deriva, porque él mismo era parte del proyecto de destrucción. Un proyecto que tiene un nombre, el Concilio Vaticano II, y una raíz precisa: el modernismo".
Sin ironía, el periodista italiano continúa: "Paradójicamente, debemos estar agradecidos con Francisco. Con su intemperancia, dejó claro para todos (excepto, por supuesto, para aquellos que no quieren ver) lo que el modernismo pretendía y finalmente logró: la sumisión de la Iglesia al mundo.
"Si Benedicto XVI, dando marcha atrás, consiguió al menos en parte ocultar la catástrofe, con Francisco todo quedó claro: el catolicismo fluido preconizado por los modernistas conquistó plenamente el trono de Pedro. […] ¿La prueba? Preguntemos a un buen católico hoy, que tal vez sigue asistiendo a misa con regularidad, si cree en la realeza social de Jesucristo.
"Si cree que Jesucristo es en verdad el Rey de todas las naciones y el Señor del universo. Si cree que Aquel que es el Creador y Redentor de la naturaleza humana posee, por tanto, poder soberano sobre los hombres, tanto como individuos como comunidades sociales".
Y responde: "El católico en cuestión te mirará como se mira a un extraterrestre y, si entiende tu idioma, empezará a argumentar que en realidad hay que reconciliar la fe con el mundo, que nada se puede imponer, que hay que dialogar, discernir y caminar juntos, que existe una libertad religiosa, que hay que tener en cuenta los derechos humanos, que hay cosas buenas también en las otras creencias...
"Han pasado cien años, no mil, desde que los Papas todavía proclamaban la realeza social de Cristo (la encíclica Quas primas de Pío XI que introdujo la solemnidad de Cristo Rey data de 1925), pero nosotros ni siquiera tenemos un débil recuerdo de esta Iglesia y esta enseñanza. La Revolución penetró en la Iglesia y la conquistó desde el interior. Los alborotadores modernistas han logrado el objetivo por el que han trabajado tan duro. El hombre ha sido puesto en el lugar de Dios."