Guerra en Ucrania: algunas perspectivas católicas

Marzo 22, 2022
Origen: fsspx.news
Banderas de la OTAN y de Rusia

La guerra ruso-ucraniana está revestida de connotaciones religiosas. El conflicto se presenta como una confrontación entre dos cosmovisiones: la del "Occidente" de los "derechos humanos sin Dios", por un lado, y la "integridad moral" de la ortodoxia rusa por el otro.

Pero, ¿qué pasa realmente? El conflicto en Ucrania es ante todo un choque entre dos actores geopolíticos, la OTAN y Rusia. A la caída del Muro de Berlín y de la URSS le siguieron tres décadas de hegemonía angloestadounidense, a causa de la debilidad rusa.

Parece que hoy, primero con el conflicto en Siria, y ahora con el rechazo de una nueva avanzada de la influencia estadounidense en Ucrania, la potencia rusa ha decidido retomar sus posiciones.

Las partes implicadas

"Occidente" influyó, incluso dentro de la Iglesia, en una visión del mundo profundamente opuesta a la visión cristiana, eliminando aquello que quedaba de civilización y de moral. Los hombres de la Iglesia se han hecho eco de esta visión liberal y, en tiempos recientes, explícitamente panteísta, bajo pretextos ecológicos.

Por otro lado, Rusia parecía revestirse de elementos tradicionales, rechazando la visión ultraliberal en materia moral, y buscando en su pasado, a falta de la ideología comunista que le sirviera de cimiento, una especie de identidad.

Una parte de esta identidad rusa perdida es la llamada Iglesia ortodoxa, ampliamente apoyada por el Kremlin como instrumento de gobierno, aunque la influencia social de esta jerarquía es bastante pobre. Además, Rusia no oculta su apoyo al poder chino, perseguidor de los cristianos.

Desde un punto de vista católico, la presencia de dos grandes potencias, incluso si ambas son anticatólicas, es sin duda preferible al poder abrumador de una sola. Dos poderes que chocan, siempre que no choquen hasta el punto de una guerra destructiva, se limitan entre sí y no pueden perseguir plenamente sus objetivos.

El Papa, ¿cuántas divisiones tiene?

"¿Cuántas divisiones tiene el Papa?", preguntó Stalin en Yalta ante las exigencias europeas de Pío XII. En este conflicto, el Vaticano parece estar del lado de la paz y de una pronta solución, que sería lo más razonable para todos.

Sin embargo, no faltan las intervenciones que recuerdan hasta qué punto la Santa Sede se hace eco de "Occidente" y de su visión. Por ejemplo, el movimiento Laudato si' ha invitado al "ayuno" de gas durante la Cuaresma, con objetivos tanto ecológicos como antirrusos. Estaciones con sanciones cuaresmales…

Según Vatican News: "El movimiento Laudato si' -antes GCCM, Global Catholic Climate Movement- [...] propuso el ayuno de "gas", uno de los protagonistas del conflicto regado por la sangre de personas inocentes y por intereses económicos muy fuertes. Previamente, la organización había promovido un ayuno de plástico y otras sustancias contaminantes de la Tierra. Pero hoy, el rechazo de los combustibles fósiles, del saqueo y los conflictos significa llamar a la corresponsabilidad a toda la familia humana.

"Mientras esperamos opciones 'verdes' de los gobiernos europeos y de otros actores: la aceleración de la inversión en energías renovables e hidrógeno; mientras esperamos que la UE modifique el marco de suministro de gas natural, corte el cordón umbilical con Rusia y reduzca su dependencia, cada uno de nosotros puede marcar la diferencia".

El mensaje hace eco tanto del mantra ecológico, como de una versión verde de la política estadounidense que siempre ha querido separar a Rusia de Europa. La dependencia del gas ruso sería, por tanto, un mal contra el que Europa debería luchar. Si bien es legítimo discutir tal problema, la Santa Sede parece tomar una posición clara aquí, determinando la estructura geopolítica de los dos imperios en guerra.

La homilía de Cirilo y la división del mundo ortodoxo

Por otro lado, la homilía del obispo cismático Cirilo de Moscú, autoproclamado "patriarca", despertó un entusiasmo excesivo en algunos círculos. El 7 de marzo, este último retomó los motivos políticos de la guerra aducidos por el Kremlin: la persecución ucraniana del Dombás, que se lleva a cabo desde 2014, y presentó la expedición rusa como una especie de guerra santa contra el pervertido "Occidente". 

El análisis de Cirilo es correcto en sí mismo: "Hoy, hay una prueba para demostrar la lealtad a este gobierno [potencia mundial], una especie de salvoconducto a este mundo 'feliz', el mundo del consumo excesivo, el mundo de la 'libertad' visible. ¿Saben cuál es esta prueba?

"Una prueba muy simple y a la vez terrible: el orgullo gay. [...] El orgullo gay pretende demostrar que el pecado es una de las variables del comportamiento humano. Por eso, para formar parte del club de estos países, es necesario organizar un desfile del orgullo gay. […] Esto quiere decir que se quiere imponer por la fuerza un pecado condenado por la ley de Dios, y luego imponer por la fuerza a las personas la negación de Dios y de su verdad. [...] Hay una verdadera guerra en torno a este tema hoy".

No obstante, el autor de estas declaraciones es un negador de la Iglesia de Jesucristo, que es única y exclusivamente la Santa Iglesia romana. Cirilo niega la verdad de Dios tanto como los organizadores del orgullo gay, y es aún más peligroso porque parece mejor que ellos. Sobre este tema, obviamente es posible reconocer que lo que dicen o hacen los herejes -o los cismáticos- es bueno cuando es el caso.

Pero no pueden ser elogiados, según indica el canon 2316: "Es sospechosa de herejía una persona que espontáneamente y a sabiendas ayuda de cualquier manera a la propagación de la herejía". Alabar a los herejes, es presentar bajo una luz favorable a personas que no deberían recibir estos aplausos, especialmente si son líderes. Significa poner a la gente común en peligro de apostasía o confusión.

Además, la posición de Cirilo expone el drama teológico de la Iglesia ortodoxa. En este error, no existe un principio de unidad dado por Dios para el gobierno de la Iglesia, por lo que los ortodoxos se dividen según las necesidades políticas y nacionales, y no por cisma, como puede ocurrir con los católicos.

Por tanto, hay una Iglesia "ortodoxa" ucraniana leal a Moscú, y otra autocéfala –con el acuerdo del patriarca Bartolomé de Constantinopla que mantiene estrechos vínculos con el Departamento de Estado de EE.UU., y que no dudó en romper relaciones con Moscú por motivos puramente políticos. Pero, ¿qué principio teológico podría garantizarles la unidad de la Iglesia?

La consagración de Rusia

En este contexto, el Papa Francisco anunció la consagración de Rusia y Ucrania al Inmaculado Corazón de María, que será realizada por él mismo en Roma y por su delegado en Fátima. También invitó a todos los obispos a unirse a él.

Este artículo no examinará la correlación de este acto con lo que pidió la Virgen en Fátima, pero se pregunta por qué el Papa hoy considera posible, o deseable, un acto largamente pospuesto o realizado de manera poco clara por sus predecesores y por él mismo. ¿Es suficiente la urgencia de la guerra para explicar esta toma de posición?

Uno de los obstáculos que durante mucho tiempo se consideró ineludible para la consagración explícita de Rusia fue el ecumenismo: si el "Papa de Roma" hubiera consagrado Rusia, habría sido considerado una afrenta por el clero moscovita, que se cree depositario de la jurisdicción sobre suelo ruso.

Y no se sabe en qué criterio teológico se basan para afirmar esto, ya que, para ellos, no existe una fuente de jurisdicción canónica. Además, en 1993, la Santa Sede se comprometió explícitamente, a través de los acuerdos de Balamand, a no realizar ninguna acción de evangelización en el territorio de la "Iglesia rusa".

Hoy, después de las declaraciones de Cirilo a favor de la guerra, esta cautela ya no parece necesaria: el Patriarcado de Moscú, por su actitud de apoyo a Putin, se ha excluido de alguna manera de las cortesías ecuménicas.

Un equilibrio católico

En la actual situación bélica, por un lado, ciertas figuras del mundo católico han apoyado la posición anticatólica de "Occidente" -con distintos matices- y, por otro lado, prelados y eruditos han exaltado indiscriminadamente a la Santa Rusia, llegando incluso a invocar a la "Tercera Roma" para que ayude a la primera en crisis.

Debe evitarse el término Tercera Roma para hablar de Moscú en un sentido positivo, porque los ortodoxos usan este término para dar a entender su pretensión de reemplazar el trono de San Pedro. La guerra actual es un choque entre potencias no católicas, entre un "Occidente" con rasgos anticatólicos, y una Rusia que se disfraza de ortodoxia cismática.

Por tanto, considerar la expedición rusa como una "guerra santa" parece una exageración de la propaganda cismática, que no es creíble. Puede ser grato y bueno escuchar la denuncia de la perversión anticristiana de "Occidente", siempre que no olvidemos que esta advertencia proviene de una perversión de la fe y de la eclesiología.

En la posguerra, ante el peligro del comunismo, una parte del mundo católico y de la jerarquía se alinearon a tal grado con el frente estadounidense y liberal, que luego aceptaron sin dificultad la nueva doctrina sobre la libertad religiosa en el Concilio. No debemos hoy, frente al "Occidente" pervertido, cometer el mismo error al revés.

En verdad, corresponde a los católicos, privados desde hace mucho tiempo de sus propias referencias geopolíticas, volverse al Cielo, recordando lo que Pío XII habría exclamado a la muerte de Stalin: "Ahora verá cuántas divisiones tenemos allá arriba".