
Haití está en caos. Su capital, Puerto Príncipe, en particular, ha sido durante mucho tiempo rehén de bandas armadas, todas involucradas en actividades delictivas que van desde la extorsión hasta el tráfico de drogas y el secuestro a cambio de rescate. La situación es tan grave que las Naciones Unidas ha solicitado el despliegue de una fuerza internacional.
El Consejo de Seguridad, aunque reconoció el deterioro de la situación de seguridad en el país, no logró ponerse de acuerdo sobre la formación de dicha fuerza. Mientras tanto, la población haitiana debe valerse por sí misma. Ante la violencia y la incompetencia de las fuerzas de seguridad, los haitianos se organizan en grupos de autodefensa, aumentando así los riesgos.
"La gente no confía en los líderes ni en la comunidad internacional. Hace unos meses, el gobierno pidió ayuda a la comunidad internacional para luchar contra las bandas armadas", declaró a Fides, el Padre Nestor Fils-Aimé, superior provincial en Haití de los Clérigos de San Viator de Canadá (CSV).
"La gente sospecha porque estas intervenciones militares, ha habido varias en los últimos 30 años, nunca han llegado a nada. Nunca han tenido la intención de erradicar permanentemente el bandolerismo. Además, algunos miembros del gobierno y policías nacionales mantienen estrechos vínculos con los bandidos y los protegen".
"Varias iglesias han tenido que cerrar sus puertas", señala el misionero. "La Iglesia repite que la solución no se puede buscar en la violencia. Lo que se desea y se exige es el desarme de los grupos armados, el control de las armas de fuego y un sistema judicial adecuado. Si quieres una paz duradera, estas son las condiciones", añade el Padre Néstor.
El Viatoriano continúa explicando que el reconocimiento y el estímulo por parte de Helen Lalime, representante de la ONU en Haití, de la federación de un grupo de nueve bandas armadas llamado "G9 en famille" supuso un desafío adicional para la población.
"Es esta comunidad internacional la que ha puesto en marcha un gobierno que no se preocupa por las demandas populares y no quiere acabar con las bandas armadas que aterrorizan a la población.
"Cuando el gobierno de Ariel Henry, presidente de Haití y primer ministro interino de Haití desde el 20 de julio de 2021, solicitó la intervención de las Naciones Unidas, el pueblo lo vio como una forma de proteger su impopular gobierno y poder organizar elecciones a favor del grupo de Michel Marthély, presidente de la república de Haití del 14 de mayo de 2011 al 7 de febrero de 2016, el PHTK (Parti Haïtien Tèt Kale), acrónimo que es una mezcla de francés y criollo haitiano".
Hasta ahora, concluye el Padre Néstor, "la comunidad internacional nunca había dado una respuesta seria al gobierno haitiano. Entre vacilaciones y desganas, ningún país quería liderar una fuerza internacional. Fue solo cuando la gente comenzó a tomar la ley en sus propias manos y los disturbios se volvieron amenazantes, incluso para algunos líderes políticos, que el Consejo de Seguridad de repente habló de una fuerza internacional".
El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, denunció el hecho de que "el pueblo de Haití sigue sumido en una de las peores crisis de derechos humanos en décadas y en una grave emergencia humanitaria".
Según un reciente informe de las Naciones Unidas, tan solo en los primeros tres meses de 2023, el número de asesinatos denunciados oficialmente aumentó un 21% a nivel nacional respecto al último trimestre del año anterior: 815 contra 673. El número de secuestros también ha aumentado de manera alarmante, de 391 a 637 (un aumento del 63%).