
Mientras millones de peregrinos se congregan en el Tepeyac desde hace varios días para celebrar a la patrona de México, el inicio de una novena de un año de duración en preparación al jubileo de apariciones previsto para diciembre de 2031, se puso en marcha el 7 de diciembre de 2022 por el presidente de la Conferencia Episcopal.
La "Novena Intercontinental" inició el 12 de noviembre de 2022, con la denominada "Misa de las Rosas", celebrada al mediodía en la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe. El mismo día, en el Vaticano, el soberano pontífice, deseando asociar a toda la Iglesia a este acontecimiento, celebró la misa en honor de la santa patrona de los amerindios.
Al anunciar el lanzamiento de la novena, el cardenal Carlos Aguiar Retes, arzobispo de la Ciudad de México y primado de México, insistió en la necesidad de "difundir masivamente" la devoción a la Virgen de Guadalupe: "la violencia en nuestro país, (...) las guerras en el mundo son motivos para encomendarnos en manos de Nuestra Señora de Guadalupe", declaró el alto prelado.
Una cosa es cierta: los mexicanos están muy animados, porque este 12 de diciembre de 2022 se levantaron las restricciones sanitarias, consecuencia del Covid-19: el 491 aniversario de las apariciones podrá celebrarse de forma "presencial" según el término ahora establecido.
En efecto, la basílica ha abierto sus puertas por completo a los peregrinos a los que solo se les pide el uso de una mascarilla. Debido al flujo de fieles -se esperaban más de cuatro millones este año, frente a los 280,000 de Lourdes para la temporada 2022-, desde el domingo 11 de diciembre se celebran misas cada hora.
La causa de esta devoción, con un número tan impresionante de peregrinos, se remonta al 9 de diciembre de 1531, en un relieve llamado Tepeyac, un poco al norte de la actual Ciudad de México. Una mujer joven, mestiza, con un vestido resplandeciente como el sol, se le apareció al nativo Juan Diego, recién bautizado.
Presentándose como la Virgen María, la aparición le indicó que pidiera al obispo de la Ciudad de México que construyera una iglesia en ese lugar. Monseñor Zumárraga se mostró muy escéptico al inicio y pidió una señal que permitiera atestiguar el carácter sobrenatural del hecho que le acababa de relatar Juan Diego.
El 12 de diciembre siguiente –fecha escogida por la Iglesia para celebrar a Nuestra Señora de Guadalupe– la Virgen se apareció por última vez a Juan Diego. Lo mandó a recoger flores a la cumbre árida y helada del Tepeyac. Juan Diego llenó su tilma, una túnica hecha de fibras vegetales, con las flores más hermosas que jamás se habían visto.
Regresando al obispo para ofrecérselas, Juan Diego abrió su tilma. Sobre la tela apareció, ante la mirada del obispo y de todos los presentes, una extraordinaria imagen de la Virgen. El milagro es indiscutible.
El 26 de diciembre de 1531 ocurrió otro fenómeno: durante la procesión que conducía la imagen a la nueva capilla del Tepeyac, un indio fue asesinado accidentalmente por una flecha. Colocado al pie de la tilma, resucitó.
A diferencia de una Pachamama desnuda, con el rostro vuelto hacia el suelo, símbolo de un mundo material desprovisto de toda referencia celestial, la Virgen de Guadalupe, graciosamente ataviada con coloridos ropajes, vestida de sol, con la luna bajo sus pies, se presenta como la Madre del único Redentor, viniendo a los índigenas para llevarles la gracia de la salvación y la abundancia de los bienes sobrenaturales.