Pío XII y el comunismo: hablan los archivos del Santo Oficio

Febrero 25, 2022
Origen: fsspx.news

Un nuevo estudio documentado de la pluma del profesor Cesare Catananti, ex director general del policlínico Gemelli, arroja nueva luz sobre el famoso decreto de excomunión de los comunistas, que hizo correr mucha tinta en su época.

La importancia de la obra La scomunica ai comunisti – La excomunión de los comunistas, ed. San Paolo, 384 páginas, 25 euros, (sin traducir hasta la fecha) – radica en que el autor tuvo acceso a los archivos secretos del Santo Oficio, que ahora están abiertos a los investigadores, correspondientes al período que abarca el pontificado de Pío XII (1939-1958), uno de los más controvertidos en toda la historia de la Iglesia.

13 de julio de 1949. Un trueno en un cielo en calma: la Santa Sede emite el decreto de excomunión de los comunistas, firmado por el Papa Pío XII dos días antes.

A partir de ese momento, todos los que "profesan la doctrina materialista y anticristiana de los comunistas, y particularmente quienes la defienden y la propagan libremente y con todo conocimiento de causa, incurren ipso facto, como apóstatas de la fe católica, en la excomunión especialmente reservada a la Santa Sede".

Setenta y tres años después, los documentos, hasta ahora clasificados, consultados por Cesare Catananti, arrojan luz sobre el proceso que llevó al entonces Romano Pontífice a tomar una decisión de graves consecuencias para toda la Iglesia.

Las razones detrás de este decreto

Parece que el decreto de excomunión fue el resultado de varios factores decisivos. En primer lugar, la situación en el Este. Detrás de la Cortina de Hierro, en efecto, la represión contra los miembros de la jerarquía católica fue feroz, con un objetivo declarado por parte de los Rojos: crear en casi todas partes Iglesias locales totalmente en manos del Régimen.

En Roma, se comprendió plenamente que el bolchevismo tenía como objetivo el corazón de la Iglesia católica, no solo para silenciarla, sino para destruirla radicalmente. En ese sentido, el decreto de excomunión aparece, para Pío XII, como una operación de supervivencia.

Otro factor importante, la situación de Italia: la península contaba, en 1949, con unos dos millones de militantes comunistas, que nada tenían que ver con la bonachona figura del Peppone de Don Camilo...

Sobre todo, porque los archivos de la Santa Sede muestran que el Papa poseía información -confirmada desde entonces por Moscú y los archivos del Partido Comunista Italiano- según la cual se consideraba muy seriamente un levantamiento armado: era necesario ocuparse de lo más urgente, y llamar al orden a los muchos católicos perdidos en el comunismo, pero aún apegados a las tradiciones de su infancia, como los funerales y bodas en la Iglesia, prohibidos por el decreto de 1949.

Al mismo tiempo, esto permitió dar un impulso decisivo a la Democracia Cristiana -un partido fundado en 1942 y apoyado por el Vaticano- que dominó la vida política italiana durante mucho tiempo, especialmente a partir de 1949.

Al leer los archivos del Santo Oficio, Cesare Catananti concluye con una evaluación mixta, por un decreto que no habría "alcanzado los objetivos fijados": la aplicación de la pena canónica no siempre fue fácil, cada obispo a veces interpretando a su manera el scienter y libere -la adhesión consciente, libre e íntima- que lleva a la excomunión. Pero, ¿quizás este limbo legal tenía como objetivo permitir que los obispos actuaran como pastores, y no solo como censores?

Sea como fuere, el autor subraya que este decreto "de fuerte carácter religioso" debe situarse en un contexto espiritual muy sólido: al mismo tiempo, los arqueólogos descubrieron la tumba de San Pedro, bajo el altar de la confesión de la Basílica del Vaticano, confirmando la Tradición y dándole un peso inigualable.

Unos meses después comenzó el Año Santo 1950, que culminó con la declaración del dogma de la Asunción de Nuestra Señora, aquella cuyo Inmaculado Corazón debe un día triunfar sobre los errores que el comunismo ha esparcido por el mundo.