
He aquí una nueva piedra en el jardín del huésped de Santa Martha y del cardenal Matteo Zuppi, uno de los papabili más destacados del momento. La piedra fue lanzada desde la Universidad Católica de Lviv (Ucrania) y consiste en una crítica sin adornos al "pacifismo" que ha guiado a la Santa Sede en sus relaciones con Rusia desde hace más de cuarenta años, afectando incluso a los pontificados anteriores.
Fue necesario más de un año de guerra en Ucrania para que una crítica adecuada a la Ostpolitik, heredada de la línea del cardenal Agostino Casaroli (secretario de Estado de la Santa Sede de 1979 a 1990) y ya señalada por Monseñor Marcel Lefebvre, irrumpiera una vez más en el debate eclesiástico.
Proviene de la Universidad Católica de Lviv, uno de los centros intelectuales católicos más reconocidos del país. Entre los firmantes se encuentran el vicerrector de la Universidad, así como Monseñor Borys Gudziak, presidente de la Universidad Católica Ucraniana y metropolitano de Filadelfia para la Iglesia greco-católica ucraniana en Estados Unidos, y Oleksandra Matviïchouk, presidenta del Center for Civil Liberties, Premio Nobel de la Paz en 2022. El texto es un "manifiesto constitucional" del 25 de junio de 2023.
Se trata de un severo análisis de un "pacifismo" que, según los autores, muestra sus efectos desastrosos en la actitud actual de la Santa Sede hacia Rusia: un texto escrito antes de las recientes declaraciones del soberano pontífice sobre la "herencia cultural rusa".
Este pacifismo tiene sus raíces en el pontificado del Papa Juan Pablo II: "A principios de los años 1980 –explica el texto– florecieron en Europa Occidental las marchas por la paz organizadas por cristianos. (…) Estas marchas tenían una inspiración dañina: la Unión Soviética que, ya incapaz económicamente de seguir la carrera armamentista, intentó promover una tregua y una distensión. (…)
"Muchos cristianos europeos se hicieron de la vista gorda ante los cálculos políticos detrás de todo esto: para ellos, el Kremlin era un defensor de la paz y, por tanto, un aliado de la pacificación cristiana". Según el manifiesto, "los pacifistas europeos no ven la herejía de la doctrina oficial de la Iglesia ortodoxa rusa. Tampoco toman en cuenta la malicia del Kremlin, olvidando esta advertencia de Clausewitz: 'El invasor siempre es pacífico. Quiere conquistar lo más pacíficamente posible'".
Detrás de estos "pacifistas europeos", el manifiesto apunta a la diplomacia de la Santa Sede, sobre todo cuando los firmantes pretenden "denunciar otro problema importante, el de la simetría en la presentación de la guerra ruso-ucraniana". Una "simetría" de la que se hacen eco las palabras del Papa Francisco en su supuesta elección de no ser "binario" en su enfoque del conflicto.
No parece relevante ser unívoco en el análisis de una guerra que atañe a intereses geopolíticos, económicos y estratégicos que van más allá del simple esquema de un conflicto agresor-agredido. Por lo tanto, la consideración de la participación de la OTAN, el papel desempeñado por China y otros países miembros del BRICS quizás nos permita comprender mejor qué impulsa la actitud actual de la Santa Sede.
En cuanto al nombre del cardenal Matteo Zuppi, no se cita directamente, pero es imposible no ver una alusión al "enviado del Papa para la paz", cuando el manifiesto ucraniano señala a la Comunidad de Sant'Egidio a la que pertenece el alto prelado. El texto explica:
"La guerra ruso-ucraniana es radicalmente diferente, por ejemplo, del conflicto militar en Mozambique, donde la Comunidad de Sant'Egidio desempeñó en su momento un importante papel de mantenimiento de la paz. (…) (Esto) no se puede resolver mediante grandes principios. (…) Es imposible permanecer neutral". Una alusión que cobra todo su sentido cuando se recuerda que el cardenal Zuppi desempeñó un papel destacado en la resolución de la guerra en Mozambique en los años 1980.
Y una crítica velada que muestra, una vez más, cuán delicado es el papel desempeñado por uno de los papabili más destacados actualmente: una exposición excesiva podría descalificar definitivamente al alto prelado en esta partida de ajedrez por la sucesión del Papa Francisco, una partida de la que nadie habla abiertamente, pero que, sin embargo, más de un porporato tiene en mente...