
Uno de los obispos chinos que se encuentra en el centro de las disputas entre Beijing y el Vaticano declaró el 11 de febrero de 2018, que respetaría un acuerdo entre las dos partes, pero también advirtió sobre las intenciones del régimen comunista.
Monseñor Guo Xijin es un obispo de la Iglesia "clandestina" que ha permanecido fiel a Roma. La Santa Sede le ha pedido su renuncia en caso de que se logre un acuerdo entre las dos partes, así como ceder su lugar a un obispo de la Iglesia "oficial", que podría regresar muy pronto a la unidad romana.
El 11 de febrero de 2018, antes de la misa vespertina, Monseñor Guo rompió el silencio y declaró que "respetaría cualquier acuerdo" entre los dos poderes: Obedeceré la decisión de "Roma", declaró sin rodeos. Pero el prelado añadió que en sus numerosos acuerdos con las autoridades chinas, se ha percatado de una cierta reticencia para permitir que el Vaticano tenga la última palabra sobre la vida espiritual católica.
Por el momento, Monseñor Guo sigue teniendo prohibido usar su insignia episcopal; las autoridades sólo le permiten usar la sotana simple de un sacerdote ordinario, y tiene que reportar todos sus movimientos a la policía, lo cual no es suficiente para librarlo de pasar algunos días en prisión.
Sin embargo, la situación ha evolucionado: Monseñor Guo dice que las restricciones sobre la Iglesia se han relajado: "El gobierno se está abriendo poco a poco", dijo, "aunque en este aspecto, el gobierno sigue estando un poco preocupado."
Si se firmara un acuerdo entre China y el Vaticano, se pondría fin al cisma que se remonta a 1957, año en que fue creada la "Iglesia patriótica" por las potencias comunistas. Pero, ¿cuál será el costo? El mes pasado, el Cardenal Joseph Zen, obispo emérito de Hong Kong, se reunió con el Papa Francisco para advertirle sobre un acuerdo con Beijing que podría perjudicar a la Iglesia clandestina que ha permanecido fiel a Roma.
Algunos observadores comparan la actual situación en China con la situación en Francia durante el concordato de 1801, un acuerdo firmado por Napoleón I y la Santa Sede. Muchos obispos fieles a Roma fueron forzados a renunciar para encontrar una solución al cisma ocasionado por la Constitución Civil del Clero. Un gran número de obispos, sacerdotes y fieles no lograron comprender adecuadamente la situación ni someterse a la decisión de Pío VII, por lo que rechazaron el concordato y fundaron la cismática "Pequeña Iglesia". Sin embargo, es demasiado pronto para confirmar el paralelo entre las dos situaciones. Napoleón I se presentó como el restaurador de la Iglesia y la religión, mientras que las intenciones del Partido comunista siguen sin estar claras, aunque entre ellas no figura ceder el control sobre la religión en el país. El cardenal Zen habló valientemente a todos aquellos que conocen el régimen y la presión que ejerce sobre la libertad de la Iglesia.