1974 – 2024 “SEMPER IDEM”
El Superior General, Padre Davide Pagliarani, el Obispo Alfonso de Galarreta, 1er asistente a su derecha, y el Padre Christian Bouchacourt, 2º asistente a su izquierda
Mensaje del Superior General y de sus Asistentes con motivo del quincuagésimo aniversario de la declaración del 21 de noviembre de 1974.
Hace cincuenta años, Monseñor Marcel Lefebvre publicó una memorable declaración que se convertiría en los Estatutos de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X. Esta declaración, que es una verdadera profesión de fe con resonancia eterna, expresa la esencia de la Fraternidad, su razón de ser, su identidad doctrinal y moral, y en consecuencia su línea de acción. Por tanto, la Fraternidad no podía desviarse ni un ápice de su contenido y de su espíritu que, cincuenta años después, siguen siendo perfectamente pertinentes en la época actual.
Esta declaración contiene dos ideas absolutamente centrales, que se complementan y apoyan mutuamente: la primera, afirma el carácter esencialmente doctrinal del combate propio de la Fraternidad; la segunda, expresa con qué finalidad se lleva a cabo este combate.
Es un combate doctrinal, contra un enemigo bien identificado: la Reforma del Concilio, presentada como un todo envenenado, concebida en el error y que conduce al error. Lo que se cuestiona es su espíritu subyacente y, en consecuencia, todo lo que ese espíritu produjo: “Esta Reforma, por haber surgido del liberalismo y modernismo, está enteramente envenenada. Sale de la herejía y acaba en la herejía, aunque todos sus actos no sean formalmente heréticos. Es, pues, imposible para todo católico consciente y fiel adoptar esta Reforma y someterse a ella de cualquier manera que sea. La única actitud de fidelidad a la Iglesia y a la doctrina católica, en bien de nuestra salvación, es una negativa categórica a aceptar la Reforma”.
La historia de los últimos cincuenta años no ha hecho más que confirmar la pertinencia de este análisis. Dado que la Reforma está corrompida en sí misma y en sus principios, parece imposible restaurar algo en la Iglesia sin antes cuestionar los principios mismos del Concilio y rechazar todos los errores contenidos en él: todos aquellos que se han esforzado por mantener la Tradición junto con la Reforma, para casarlas o enriquecerlas mutuamente, han fracasado inevitablemente. Al mismo tiempo, el desprecio y el odio hacia la Tradición y la misa de siempre han seguido aumentando, demostrando de manera concreta que dos doctrinas incompatibles corresponden a dos cultos irreconciliables, dos modos irreductibles de concebir la Iglesia y su misión entre las almas.
Iniciada en el Concilio, esta Reforma aún está en marcha y sigue dando sus frutos. Hoy, a través de la sinodalidad, asistimos a la completa inversión de la estructura misma de la Iglesia: la transmisión de la Verdad divina recibida del Verbo encarnado es reemplazada por la elaboración de un sistema ideado por el hombre donde Dios ya no tiene lugar, y donde en vez del soplo del Espíritu Santo se percibe el soplo del espíritu humano. Es la inversión diabólica del Evangelio mismo.
Ante esta demolición de la Iglesia claramente denunciada, Monseñor Lefebvre nos anima a continuar el combate doctrinal, es decir, a militar santamente por el reino de Nuestro Señor Jesucristo, Camino, Verdad y Vida. Hoy como ayer, nuestra misión no es otra que la restauración de todas las cosas en Cristo. Restaurarlo todo: empezando por el sacerdocio, en toda su pureza doctrinal, en toda su caridad misionera; restaurar el santo sacrificio de la misa, corazón de la vida de la Iglesia; restaurar la vida cristiana, que no es otra que la vida misma de Cristo, marcada por el espíritu de la cruz, por amor y gloria del Padre; restaurar la verdad católica para devolverle su esplendor y permitirle iluminar al mundo; restaurar, en la Iglesia y en la sociedad civil, el reconocimiento de los derechos de Cristo, Rey de las naciones.
“Jesucristo es el mismo ayer, hoy, y por los siglos. No os dejéis, pues, llevar de doctrinas diversas y extrañas; porque buena cosa es afirmar el corazón con la gracia.” (Hb 13, 8-9)
La segunda idea que predomina en la declaración de 1974 es el deseo consciente y determinado de actuar con el único objetivo de servir a la Iglesia católica y romana.
En efecto, solo en la Iglesia de todos los tiempos y en su Tradición constante encontramos la garantía de estar en la Verdad, de continuar predicándola y sirviéndola.
Pero, sobre todo, somos muy conscientes de que guardar la Tradición y tomar todos los medios necesarios para preservarla y transmitirla corresponde a un deber de caridad que cumplimos hacia todas las almas y hacia toda la Iglesia. Desde esta perspectiva, nuestra lucha es profundamente desinteresada. La Fraternidad no busca primero su propia supervivencia: busca principalmente el bien de la Iglesia universal y, por ello, es por excelencia una obra de la Iglesia, que con una libertad y fuerza únicas responde adecuadamente a las necesidades específicas de una era trágica sin precedentes.
Este único objetivo sigue siendo nuestro hoy, como lo era hace cincuenta años: “Por eso, sin ninguna rebelión ni amargura ni resentimiento alguno, proseguimos nuestra obra de formación sacerdotal a la luz del magisterio de siempre, convencidos de que no podemos rendir mayor servicio a la Santa Iglesia católica, al Sumo Pontífice y a las generaciones futuras”.
La Tradición pertenece a la Iglesia; es en ella y por ella que la guardamos en toda su integridad, “a la espera de que la verdadera luz de la Tradición disipe las tinieblas que oscurecen el cielo de la Roma eterna”. En la certeza sobrenatural e inquebrantable de que esta misma Tradición triunfará, y con ella toda la Iglesia. Y en la renovada certeza de que las puertas del infierno no prevalecerán contra ella.
Menzingen, 21 de noviembre de 2024
Davide Pagliarani
Superior General
† Alfonso de Galarreta Christian Bouchacourt
1.o Asistente General 2.o Asistente General
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(Fuente: Casa General – FSSPX.Actualidad)