50° aniversario de la Misa Nueva: Dom Guéranger y el movimiento litúrgico (4)

Fuente: FSSPX Actualidad

Dom Prosper Guéranger

Hace medio siglo, el Papa Pablo VI impuso a toda la Iglesia una reforma litúrgica en nombre del Concilio que acababa de terminar. Así nació la misa del Concilio Vaticano II. Esta última fue rechazada de inmediato por dos cardenales y, desde entonces, la oposición en su contra no ha disminuido. Este triste aniversario constituye una oportunidad para relatar su historia.

Antes de examinar la reforma litúrgica de Pablo VI y la Misa Nueva, es necesario explorar la historia del misal romano, ya que esta reforma afirma ser una continuidad con el pasado, lo cual es absolutamente cuestionable. La retrospección histórica nos ayudará a comprender la falsedad de esta afirmación.

Los cuatro primeros artículos de esta serie nos han llevado hasta el siglo XIX. En esa época, el Misal tridentino, que se había establecido en casi todas partes, fue desafiado particularmente por el galicanismo y el jansenismo. Esta dificultad se registró principalmente en Francia, pero también en Italia, con el famoso sínodo de Pistoya, celebrado por los jansenistas en 1786.

Evaluación de la situación a principios del siglo XIX

En Francia, la amplia diversidad de Misales se había vuelto un tema muy preocupante: casi todas las diócesis tenían una liturgia particular, a su propia manera. Además, las fronteras de las nuevas diócesis creadas a raíz del concordato de 1801 no coincidían con las de las antiguas diócesis. Como resultado, un obispo podía enfrentarse a varias liturgias diferentes.

Citamos un ejemplo. Instalado en la sede de Langres en 1836, Monseñor Parisis expresó su asombro: "Al ser educado por sacerdotes venerables, todos confesores de la fe, en el uso exclusivo de las liturgias modernas, no sospechaba que pudiera haber dudas sobre su legitimidad, y muchos menos sobre su ortodoxia. Sin embargo, esto fue precisamente con lo que me encontré en la diócesis de Langres. Primero, cinco liturgias diferentes respectivamente seguidas por los fragmentos de las cinco diócesis de las cuales estaba compuesta la nueva diócesis de Langres [Langres, Toul, Chalons, Troyes y Besançon]; en segundo lugar, varios usos que ya no deberían estar reconocidos, establecidos en las parroquias por todos los párrocos que se sucedieron durante cuarenta años, o simplemente por los profesores de las escuelas; finalmente, en la catedral, se celebra la Misa y se canta el oficio según el rito romano, pero el breviario se recita según una edición semi-parisina que tiene tan solo diez años".

Dom Guéranger, un hombre providencial

Prosper Louis Pascal Guéranger nació el 4 de abril de 1805 en Sablé, a orillas del Sarthe, y fue bautizado el mismo día de su nacimiento. A los diecisiete años, ingresó al seminario de Le Mans en la clase de filosofía, y se unió al seminario mayor al año siguiente. Fue ordenado sacerdote el 7 de octubre de 1827. Su ordenación estuvo marcada por un incidente premonitorio: el obispo omitió una importante imposición de manos durante la ceremonia; el Padre Guéranger se quejó al respecto, hasta que, reconociendo su error, el obispo siguió las prescripciones del pontifical.

Poco después de su ordenación, intercambió, con el consentimiento de su obispo, el breviario y el misal diocesanos por el rito romano que mantuvo hasta su muerte. Este fue el comienzo de una larga lucha por la restauración de la liturgia romana en Francia.

En 1830, escribió su obra titulada Consideraciones sobre la Liturgia Católica, que contenía las semillas de toda su obra. En cuatro artículos, describe las características que nos permiten reconocer una verdadera liturgia: antigüedad, universalidad, autoridad y unción.

Pero el Padre Guéranger llevaba mucho tiempo contemplando la vida religiosa. Sin embargo, debemos recordar la desolación que la Revolución había ocasionado en la vida religiosa en Francia. En este contexto es que llegó a convertirse en el restaurador de la Orden Benedictina en su país. Primero alquiló, para luego comprar, después de algunos años, el priorato benedictino de Solesmes para renovar allí la presencia monástica.

A partir de julio de 1833, la vida benedictina se reanudó por completo en Solesmes. El monasterio obtuvo el reconocimiento de Roma el 9 de julio de 1837, y el 26 del mismo mes, Dom Guéranger hizo su profesión como abad perpetuo, jefe de la congregación de los benedictinos de Francia, afiliada a la abadía de Mont-Cassin. Este fue el inicio de un glorioso linaje de monjes cuya vida espiritual se centraba sobre todo en la oración oficial de la Iglesia.

El primer artículo de las nuevas Constituciones exigía a los religiosos de Solesmes: "renovar la ciencia de la antigüedad eclesiástica, recuperar las tradiciones saludables del derecho canónico y la sagrada liturgia que han caído en el olvido, defender contra todos los ataques de la novedad los derechos y prescripciones de la Santa Sede, emplearse en la salvación de las almas y consagrar a la Iglesia todas sus fuerzas". A esto dedicó Dom Guéranger toda su vida.

La obra del Abad de Solesmes 

Los monjes de Solesmes, con su abad a la cabeza, participaron en la restauración religiosa y litúrgica mediante su vida monástica y su pluma. En este ámbito, Dom Guéranger es autor de obras notables. Para restablecer en el clero el conocimiento y el amor a la liturgia romana, publicó su obra Instituciones litúrgicas, una verdadera suma de la historia de la liturgia, de erudición excepcional y criterio confiable. Sus escritos fueron decisivos para alentar a los círculos eruditos a renovar los estudios litúrgicos.

Sin embargo, Dom Guéranger también deseaba llegar hasta los fieles para alentarlos a asociarse más con la liturgia a la que asistían. Con este fin, escribió su obra titulada El Año Litúrgico, un comentario histórico y místico sobre los ciclos de los tiempos litúrgicos y los santos (15 volúmenes, publicados desde 1841). El éxito fue extraordinario, ya que se vendieron 500,000 copias en sesenta años. La obra irradió esta nueva espiritualidad en los círculos cristianos instruidos. Bajo su dirección, y gracias a los combates librados por él, Dom Guéranger suscitó un movimiento de restauración de la liturgia romana, acompañado por el rechazo de las liturgias galicanas.

El punto de partida para la difusión y redescubrimiento de la liturgia romana en las diócesis de Francia se puede fechar, precisamente, a partir del mandato del 15 de octubre de 1839 de Monseñor Parisis, obispo de Langres, que lo impuso a su diócesis. Tras muchas controversias, todas las diócesis de Francia restablcieron la liturgia romana después de 1875.

Esta gran obra iniciada por el primer Abad de Solesmes se convertiría en lo que la posteridad llamó el "movimiento litúrgico".

Continuará...