50° aniversario de la Misa Nueva: la discusión conciliar sobre la liturgia (25)
El Concilio Vaticano II se inauguró el 11 de octubre de 1962, presidido por el Papa Juan XXIII, luego de un intenso período de preparación que culminó con la elaboración de esquemas o textos para discusión. Sin embargo, se estaba gestando una revolución que iba a estallar rápidamente.
El Rin desemboca en el Tíber
El ala liberal estaba muy insatisfecha con los preparativos del Concilio, y ya tenía un plan para eliminar los esquemas con los que no estaba de acuerdo (cf. 50° aniversario de la Misa Nueva: la preparación del Concilio Vaticano II). Este plan había sido propuesto al Papa Juan XXIII, quien lo había aprobado en cierta medida, y retomó sus lineamientos en su discurso de apertura el 11 de octubre. Pero todavía era necesario implementarlo.
El Padre Ralph Wiltgen, periodista y sacerdote de la Sociedad del Verbo Divino, describe perfectamente las fases de estos días denominados por sus protagonistas como "días de victorias". La ofensiva fue lanzada el 13 de octubre de 1962. Ese sábado se elegiría a los miembros de las comisiones encargadas de ultimar los textos que se presentarían en la sala conciliar. Había diez comisiones compuestas por 16 miembros cada una. El Papa se reservó el derecho de nombrar a ocho miembros adicionales.
La Curia romana esperaba una renovación sustancial de los miembros de las comisiones preconciliares, con el fin de favorecer la continuidad de los trabajos del Concilio con los esquemas preparados. Por esta razón, se comunicó a los Padres la lista con los nombres de los miembros. Sin embargo, los reformistas querían evitar la presencia de los obispos considerados demasiado conservadores. Por eso, el obispo de Lille, el cardenal Achille Liénart, sin ser invitado, intervino para solicitar el aplazamiento de la elección, para que los Padres -y especialmente las conferencias episcopales- pudieran elaborar sus propias listas. El cardenal Liénart fue apoyado por el cardenal Joseph Frings, arzobispo de Colonia.
La propuesta fue aceptada por el presidente de la sesión, el cardenal Eugène Tisserant. Las listas se multiplicaron en el transcurso de tres días: esto significó la irrupción del partidismo en la asamblea conciliar. Se formaron alianzas, de las cuales la más poderosa, la Alianza Europea, procedía de los países del Rin: Alemania, Holanda, Bélgica y Francia. Finalmente, a pesar de que el 57% de los miembros de las comisiones preconciliares habían sido elegidos, la Alianza Europea logró obtener la mitad de los escaños electivos. El Rin había empezado a desembocar en el Tíber.
La liturgia como tema de discusión
La Alianza Europea criticó duramente algunos esquemas y, por lo tanto, pidió tiempo para modificarlos. Así maniobró tras bambalinas -con la complicidad del Papa- para que el primer esquema en ser discutido fuera el de la liturgia, el mismo que había sido elaborado por elementos progresistas del Movimiento Litúrgico (ver los dos artículos anteriores sobre el 50° aniversario de la Nueva Misa).
Una vez logrado este objetivo, el siguiente paso fue la discusión sobre el esquema, que comenzó el 22 de octubre de 1962. Los temas más debatidos fueron el derecho de las conferencias episcopales sobre la liturgia, el uso de la lengua vernácula, la comunión bajo las dos especies, la concelebración y el oficio divino.
Los debates eran demasiado largos, y fue necesario implementar un sistema para abreviarlos, aunque esto significara recibir por escrito las intervenciones de quienes no habían tenido oportunidad de expresarse oralmente. En general, el esquema fue bastante bien recibido. Las discusiones terminaron el 13 de noviembre. Ahora, la comisión litúrgica conciliar debía poner manos a la obra para integrar los elementos del debate y presentar un esquema modificado.
El rechazo de los esquemas doctrinales
El Concilio debía proceder entonces al esquema de las fuentes de la Revelación. Pero los liberales lo criticaron ferozmente, y solicitaron un aplazamiento para poder proponer un contraproyecto, lo que requería el rechazo del texto con una votación de dos tercios. Dado que no se alcanzó el quórum, fue necesaria la decisión papal de posponer la discusión y enviar el esquema de vuelta a una comisión ad hoc para su revisión. Esto representó otra victoria para la Alianza Europea.
Fue preciso, por lo tanto, pasar al esquema de los medios de comunicación social, y luego al de las Iglesias orientales. Finalmente, después de que la comisión para la liturgia había completado su trabajo de revisión, se aprobó una parte de la constitución final sobre la liturgia antes del final de la primera sesión, que terminó el 8 de diciembre de 1962, sin que se promulgara ningún texto.
La Constitución sobre la liturgia
Fue durante la segunda sesión, iniciada el 22 de octubre de 1963, que se discutió toda la constitución. El Padre Wiltgen organizó conferencias de prensa en las que hablaron los Padres involucrados en los debates conciliares. Por esta razón, su libro El Rin Desemboca en el Tíber es invaluable para comprender cuáles eran las preocupaciones de los Padres.
El 23 de octubre, el Padre Wiltgen cedió la palabra a Monseñor Van Bekkum, miembro de la comisión para la liturgia y obispo de Ruteng en Indonesia. "Habló sobre la adaptación de la liturgia a la cultura indonesia. Monseñor Van Bekkum explicó que había logrado, con la ayuda de sus fieles indonesios, 'cristianizar fiestas tribales en las que se conservaban las estructuras sociorreligiosas originales'. Antes de la apertura del Concilio, pensaba que propuestas como las que él pretendía hacer no tendrían ocasión de ser escuchadas, pero ahora era 'muy optimista'.
'Estos últimos días, en encuentros privados con obispos misioneros de otras partes del mundo, he sabido que nuestra experiencia en Ruteng se ha multiplicado cientos de veces en Asia y Africa. Y he hallado una cálida simpatía hacia estas ideas entre los liturgistas occidentales'. Las costumbres indonesias tradicionales, como las fiestas de acción de gracias por la cosecha, las fiestas en honor de los muertos, y las fiestas del año nuevo agrícola, podían ser 'transformadas en Cristo sin peligro' y aprobadas por la Iglesia. Monseñor Van Bekkum esperaba que lenguas distintas del latín -las de Asia y África, por ejemplo- pudiesen convertirse en 'lenguas sacramentales' introduciéndolas en la liturgia, y especialmente en la misa. El resultado sería 'una liturgia más rica y más vital'1".
El domingo 28 de octubre, Monseñor D’Souza, obispo de Nagpur, India, "presentó a los periodistas sus ideas sobre el uso de las lenguas indias y las costumbres locales en la liturgia. 'Tal como es ahora', declaró ante una sala repleta, 'el rito del matrimonio es ininteligible para muchos de nuestros católicos que viven en áreas rurales'. Para hacerlo más comprensible, se habían incorporado algunas costumbres locales en ciertas regiones de la India. 'El rito completo de la mayor parte de nuestros sacramentos y sacramentales debería tener un color local'".
"En cuanto al idioma, agregó: 'El uso de la lengua vernácula en la administración de los sacramentos es una necesidad, por la sencilla razón de que ritos hermosos se pierden completamente para nuestro pueblo si son en latín'2".
Algunos Padres pidieron que se acortara la Misa. "Monseñor Duschak, obispo titular de Abidda y vicario apostólico de Calapan en Filipinas, nativo de Alemania, insistió en la necesidad de lo que llamó una Misa ecuménica, que, siguiendo el modelo de la Última Cena, coexistiera con la forma actual de la Misa de rito latino.
"Durante una conferencia de prensa, Monseñor Duschak explicó que había dedicado toda su vida al estudio de la pastoral litúrgica, y que su propuesta actual era el fruto de más de treinta años de labor sacerdotal en Filipinas: 'Mi idea es introducir una misa ecuménica, despojada donde sea posible de añadiduras históricas, basada en la esencia del Santo Sacrificio, enraizada en las Sagradas Escrituras. Con esto quiero decir que debería contener todos los elementos esenciales de la Ultima Cena, utilizando una lengua y unos gestos comprensibles, adoptando el método y el espíritu de las oraciones y palabras que se usaron entonces'.
'Sería una forma de celebrar la Misa que todos los miembros de la comunidad, incluso si fuese la primera vez en su vida que asisten a Misa, podrían entender enseguida sin complicadas explicaciones ni comentarios históricos especiales. Las oraciones hechas por los hombres, continuó, se emplearían en muy escasa medida; por el contrario, se pondría el énfasis en las promesas de las Sagradas Escrituras, en las palabras que Cristo pronunció en la Ultima Cena al instituir el Santo Sacrificio y en su oración sacerdotal por la unidad, y en las admoniciones de San Pablo sobre la Eucaristía contenidas en la primera Epístola a los Corintios'3".
"Monseñor Duschak no aceptaba las razones habituales para conservar intacto el canon de la Misa: 'Si en siglos pasados los hombres fueron capaces de elegir y crear ritos para la misa, ¿por qué no sería capaz de hacerlo el mayor de todos los Concilios ecuménicos? ¿Por qué no habría de ser posible ordenar la elaboración, con toda la reverencia debida, de una nueva fórmula para la Misa, adaptada, deseada y comprendida por el hombre moderno, que vive en un mundo cada día más pequeño y más uniforme?'".
"La sustancia del Santo Sacrificio permanecería intacta, dijo, pero el rito, la forma, el lenguaje y los gestos se acomodarían a nuestra era moderna, permitiendo así al hombre moderno obtener de ella un beneficio espiritual mayor. Más aún, toda la Misa debería decirse en voz alta, en lengua vernácula y de cara al pueblo. 'Creo también probable que si le ofrecemos al mundo tal forma ecuménica de celebración eucarística, la fe en la presencia sacramental de Cristo de las comunidades cristianas no-católicas podría renovarse o incluso enderezarse'4".
Ralph Wiltgen concluye de la siguiente manera: "Antes de la conclusión del Concilio, la Comisión para la Aplicación de la Constitución sobre la Sagrada Liturgia ya había aprobado, a título experimental, tres diferentes fórmulas para la Misa, en las cuales toda ella, incluido el Canon, se decía en voz alta, en lengua vernácula, y con el sacerdote de cara al pueblo. Parte de la propuesta de Monseñor Duschak ya se estaba poniendo en práctica5".
La Constitución Sacrosanctum concilium sobre la liturgia fue aprobada el 4 de diciembre de 1963, junto con el decreto sobre los medios de comunicación social. Estos fueron los únicos textos promulgados durante la segunda sesión.
Fuente: FSSPX - FSSPX.Actualités - 23/05/2020