50° aniversario de la Misa Nueva: la elaboración del misal romano (1)

Fuente: FSSPX Actualidad

Saint Grégoire le Grand

Hace medio siglo, el Papa Pablo VI impuso a toda la Iglesia una reforma litúrgica en nombre del Concilio que acababa de terminar. Así nació la misa del Concilio Vaticano II. Esta última fue rechazada de inmediato por dos cardenales y, desde entonces, la oposición en su contra no ha disminuido. Este triste aniversario constituye una oportunidad para relatar su historia.

Antes de examinar la reforma litúrgica de Pablo VI y la Nueva Misa, es necesario explorar la historia del misal romano, ya que esta reforma afirma ser una continuidad con el pasado. La retrospección histórica nos ayudará a comprender la falsedad de esta afirmación.

La elaboración del misal romano abarca un período de varios siglos. Aun cuando los elementos esenciales, necesarios para la realización del santo sacrificio de la Misa, siempre han estado presentes, estos han sido progresivamente consagrados en ritos que hacen posible comprenderlos y aprovechar su profundo significado.

El comienzo de la Iglesia: los primeros tres siglos

Los textos del Nuevo Testamento relatan la institución de la Sagrada Eucaristía en la noche del Jueves Santo. Es la cena pascual, la nueva Pascua, que estableció la nueva Alianza en la preciosa Sangre de Cristo. El día elegido para renovarla es el domingo, el día de la Resurrección. La Didaché, desde fines del siglo primero, habla del "día dominical del Señor", y San Justino lo atestigua en el siglo II.

Los textos evangélicos también mencionan la "fracción del pan" que demuestra un elemento esencial de este nuevo culto, el cumplimiento del mandato del Señor: "Haced esto en memoria mía". Los Hechos de los Apóstoles muestran que esta ceremonia se celebraba en casas particulares: "El primer día de la semana nos reunimos para partir el pan..." (Hechos 20,7).

Las primeras edificaciones reservadas para el culto aparecieron con bastante rapidez, desde el siglo II. La iglesia más antigua fue encontrada en Dura-Europos en el Éufrates, alrededor del año 232. En Roma, es hasta principios del siglo III que aparecen rastros documentales de edificios religiosos cristianos. Pero, con excepción de la Primera Apología de San Justino (fallecido en 165), este período no proporciona ningún detalle sobre el desarrollo del culto cristiano o las oraciones empleadas. A continuación, incluimos el conocido pasaje del santo apologista:

"El día que llamamos 'día del Sol', todos nos reunimos en un mismo lugar; se leen, según el tiempo disponible, las Memorias de los Apóstoles o los escritos de los profetas. Después, cuando el lector ha terminado, el presidente toma la palabra para exhortarnos a imitar los buenos ejemplos que acaban de ser citados. A continuación, todos nos ponemos de pie y dirigimos (a Dios) las oraciones. Por último, acabada la oración, se llevan pan, vino y agua, y el presidente ora y da gracias de la mejor manera posible; y el pueblo responde con la aclamación Amen. Después se distribuye a cada uno la eucaristía, y se envía su parte a los ausentes por medio de los diáconos".

Del siglo IV al siglo VI

En el siglo IV llegó el final de las persecuciones. Por fin autorizado, el cristianismo pudo finalmente desplegar su culto público en edificios reservados a este fin: estas fueron las primeras basílicas. Existen numerosos documentos de este período sobre la celebración eucarística. Según esta literatura, parece que la anáfora1 más antigua y la única predominante en Roma era el canon romano. Por lo tanto, desde esta época ya existía una unidad en la liturgia eucarística romana.

La Misa comenzaba con una preparación al sacrificio mediante lecturas, salmos, cánticos y una homilía en la que estaban presentes los catecúmenos. Esta era seguida de la celebración reservada para los fieles con el ofertorio, el cántico del Sanctus, el canon, la fracción y la comunión. El Introito fue agregado en el siglo VI. El Kyrie eleison se tomó de la liturgia griega desde el siglo IV. Durante esa misma época, el Gloria pasó del Oficio Divino, la recitación de los Salmos, a la Misa. A partir del siglo VI, se atestigua que solo había dos lecturas en Roma: la epístola y el evangelio.

El prefacio anterior al canon es muy antiguo, anterior al siglo IV. Este era seguido por el Sanctus. La ceremonia de la fracción del pan se llevaba a cabo al final del canon, durante el canto del Agnus Dei. El Pater que seguía al Agnus Dei fue dado por San Gregorio Magno como la conclusión del canon, según la costumbre griega. El Libera nos después del Pater era conocido en todas las liturgias. El beso de la paz seguía a la fracción. La comunión se llevaba a cabo con pan y cáliz consagrados, sin que se pueda asegurar con certeza el modo exacto empleado. Después de la bendición, el diácono cantaba el Ite missa para despedir a los fieles.

Del siglo VI al siglo XI

De San Gregorio Magno, papa de 590 a 604, a San Gregorio VII (1073-1085), se produjo una evolución que consistió esencialmente en la introducción de elementos tomados de la liturgia franca. La Galia había recibido la fe de Roma, así como su liturgia. Pero un cierto grado de afrancesamiento de la liturgia romana condujo a la adopción, en el misal romano, de tradiciones particulares propias del dominio franco.

Carlomagno y sus literatos fueron en gran parte responsables de esta hibridación. Si bien impusieron las prácticas romanas en el reino franco, las contribuciones locales fueron numerosas. Fue en esta época que el canto gregoriano floreció enormemente. 

La reforma gregoriana llevada a cabo por San León IX (1002-1054) y completada por Urbano II (1088-1099), bajo la influencia de papas de origen germánico, introdujo los libros franco-romanos a Roma, agregándoles al mismo tiempo elementos romanos. La centralización que resultó de la reforma gregoriana consolidó definitivamente la liturgia romana enriquecida de este modo.

Los libros litúrgicos del siglo XIII, antepasados ​​de los libros tridentinos, se derivan de este doble movimiento de hibridación: la introducción de elementos francos en el período carolingio, y la adición de elementos romanos en el franco-romano, durante la reforma gregoriana.

Lo que se deduce del estudio de los manuscritos litúrgicos disponibles, es la gran semejanza general de estos ritos con el rito tridentino. Sin embargo, existen muchos ritos secundarios, que varían según el lugar. Pero siempre se manifiesta, a intervalos regulares, la preocupación por la unidad litúrgica, resultante del deber de cuidar la ortodoxia, pero también del deseo de evitar una proliferación que pudiera convertirse rápidamente en anarquía.

Continuará...

  • 1Este término se refiere al canon de la Misa.