50° aniversario de la Misa Nueva: la elaboración del misal romano (2)

Fuente: FSSPX Actualidad

Le pape Innocent III

Hace medio siglo, el Papa Pablo VI impuso a toda la Iglesia una reforma litúrgica en nombre del Concilio que acababa de terminar. Así nació la misa del Concilio Vaticano II. Esta última fue rechazada de inmediato por dos cardenales y, desde entonces, la oposición en su contra no ha disminuido. Este triste aniversario constituye una oportunidad para relatar su historia.

Antes de examinar la reforma litúrgica de Pablo VI y la Nueva Misa, es necesario explorar la historia del misal romano, ya que esta reforma afirma ser una continuidad con el pasado, lo cual es absolutamente cuestionable. La retrospección histórica nos ayudará a comprender la falsedad de esta afirmación.

La primera parte de esta reseña histórica de la elaboración del misal romano llegó hasta el siglo XI. El Concilio de Trento y el Papa San Pío V representaron una nueva y decisiva etapa que presentaremos en esta segunda parte.

Del siglo XII al siglo XIV

El misal de la Curia romana estaba bien definido desde el siglo XI. A partir del siglo XII, un espíritu de "reforma" intentó reducir la multiplicación de las composiciones y restringir ciertas costumbres, especialmente en el Oficio Divino. Este movimiento se puede constatar tanto en las órdenes religiosas: cartujos, cistercienses, premonstratenses, como en los laicos. La reforma litúrgica del Císter es la más notable. El objetivo era la unificación. Esto permitió un progreso en la armonización de la liturgia en todo el mundo romano.

En el siglo XIII seguían existiendo varias formas del misal romano incluso en Roma: la de Letrán, la de la basílica de Liberia, la de Santa María la Mayor y otras más. Cabe destacar que las diferencias eran muy pequeñas. Pero finalmente el misal de la Curia fue el que prevaleció. Y a partir del año 1230, el misal romano prácticamente no volvió a modificarse.

Las discusiones sobre la transubstanciación, especialmente con la condena de los errores de Pedro Abelardo (1079-1142), y la expansión del culto eucarístico dieron como resultado la elevación de la hostia, primero en París, a principios del siglo XIII, y luego la del cáliz. Ambas se generalizaron a fines del mismo siglo. Fue en esta época que Santo Tomás de Aquino compuso el Oficio y la Misa del Santísimo Sacramento.

Inocencio III (1198-1216) publicó un Ordo missae, el ordinario de la misa papal, en el que incorporó un ceremonial, es decir, la descripción de los gestos y movimientos de todos los ministros. A partir de ese momento, la Capilla Papal se convirtió en modelo y referencia. Y los libros de la Curia, ampliamente distribuidos, constituían la norma.

Los siglos XV y XVI

El primer misal romano impreso data del 6 de diciembre de 1474. Fue elaborado en Milán. Reproducía casi de forma idéntica el misal publicado bajo Nicolás III en 1277. La imprenta se convertiría en un nuevo elemento que contribuyó a la estabilización del misal de la Curia, permitiendo una difusión aún más amplia.

Sin embargo, ciertos abusos litúrgicos derivados de la ignorancia, pero también de la influencia de la Reforma protestante que introdujo un espíritu de libre examen incluso en el clero que permaneció fiel, hicieron necesaria una revisión disciplinaria. El Concilio de Trento (1545-1563) fue el encargado de llevar a cabo dicha revisión.

Este Concilio, que se había propuesto como objetivo luchar contra la herejía protestante, y que promulgó numerosos decretos dogmáticos, también presentó importantes decretos disciplinarios.

Los decretos dogmáticos del 17 de septiembre de 1562 durante la XXII sesión, sobre el santo sacrificio de la Misa, a los que es preciso incorporar el decreto del Índice de los libros, del catecismo, breviario y misal, de la XXV sesión (4 de diciembre de 1563), dieron lugar a la codificación tridentina de la liturgia.

Le pape saint Pie V

San Pío V

El Concilio de Trento había preparado la revisión de los libros litúrgicos, pero no pudo completar el trabajo porque no disponía de los documentos necesarios. Es por eso que confió al Papa la ejecución de esta tarea. La solemnidad de esta asamblea, es decir, la reafirmación de los grandes dogmas sobre el sacramento de la Eucaristía y el santo sacrificio de la Misa, darían un brillo particular a esta revisión.

La labor no consistió en componer un "nuevo misal", como lo hicieron los autores del misal de Pablo VI, bajo el pretexto de recuperar las formas antiguas que habían desaparecido, apegándose a un "arqueologismo litúrgico" denunciado por Pío XII en Mediator Dei (1947). La labor de San Pío V consistió en volver a la Tradición mediante el establecimiento de la mejor edición posible del misal romano con la comparación de las fuentes. Pío V se limitó a suprimir algunas misas votivas y a restaurar la celebración del domingo, pues algunas fiestas solían tener prioridad sobre este último. Esta restauración de la celebración del domingo sería posteriormente retomada por la reforma de San Pío X.

San Pío V volvió obligatorio, en todas las iglesias que no pudieran demostrar una antigüedad de 200 años para sus liturgias particulares, el misal que publicó. La mayoría de los obispos y capítulos aceptaron el misal tridentino, a pesar de que contaban con la antigüedad suficiente de sus propios textos y usos litúrgicos locales. Así fue como se generalizó el misal "de San Pío V". Sin embargo, subsistieron muchos ritos propios, que serían fuente de futuras confusiones. El misal fue publicado en 1570.

Esta revisión también definió las rúbricas que describen todas las ceremonias realizadas durante la Misa. Esta aclaración se confió a la Sagrada Congregación de Ritos, que a partir de ese momento se convirtió en la guardiana del misal, proporcionando invaluables respuestas y numerosas explicaciones durante cuatro siglos. Esta codificación de las rúbricas, que sigue siendo la mayor aportación del misal tridentino, contribuyó a la romanización de toda la liturgia latina.

Finalmente, la difusión de manuales que explicaban los gestos litúrgicos, basados ​​en la práctica de la Curia, permitió la propagación del espíritu romano en todo el espacio latino.

El trabajo del Concilio de Trento se completó con la promulgación de todos los libros litúrgicos revisados ​​entre 1568 y 1614: breviario, misal, martirologio, pontifical, ceremonial de los obispos y ritual, todos romanos, los cuales permitieron acceder más fácilmente al derecho litúrgico bajo todas sus formas.