50° aniversario de la Misa Nueva: Pius Parsch (15)

Fuente: FSSPX Actualidad

Pius Parsch

Junto con Romano Guardini, el Padre Pius Parsch es otra pieza clave en el Movimiento Litúrgico del otro lado del Rin. Al igual que Guardini, fue tanto un teórico como un "experimentador" litúrgico, que buscaba incorporar sus ideas en nuevas ceremonias.

Johann Bruno Parsch nació el 18 de mayo de 1884 en Neustift, Moravia, que pertenecía a la monarquía austrohúngara, actualmente en la República Checa. Ingresó como novicio en el convento de los Canónigos Regulares de San Agustín, en Klosterneuburg, cerca de Viena, en 1904. Recibió la ordenación sacerdotal en 1909.

Fue nombrado vicario en la parroquia de Maria Treu en Viena. Recibió un doctorado en teología en 1911. Durante la Primera Guerra Mundial fue capellán en el frente oriental. Después de la guerra, se involucró en la pastoral. Quedó cautivado tras leer el Año Litúrgico de Dom Guéranger, y quiso dedicarse al trabajo en esta área.

Su objetivo era poner la Misa al alcance del pueblo promoviendo la participación activa y directa de los fieles. Paralelamente, produjo estudios bíblicos sobre la vida de Jesús.

Experiencias litúrgicas

En 1922, en la fiesta de la Ascensión, decidió organizar la primera misa comunitaria en la iglesia de Santa Gertrudis. Leamos la explicación de Parsch: "Por aquel entonces, escuché de una missa recitata celebrada en círculos estudiantiles. Decidí celebrar la primera misa comunitaria. (...) Esta misa cantada todavía era muy primitiva: el Kyrie, el Sanctus y el Agnus Dei se cantaron en alemán. Los responsorios, el Gloria y el Credo fueron recitados por todos los asistentes. Las lecciones y oraciones fueron dichas por el presidente. Hicimos una ofrenda e incluso el beso de la paz, que consistió en un apretón de manos. Esta fue, sin duda, la primera celebración de la Misa en el espíritu de la liturgia popular en los países de habla alemana".1

Estas misas comunitarias son consideradas como el certificado de nacimiento del movimiento litúrgico en Austria. En 1933, se produjo un gran avance cuando se celebró una de estas misas en la Jornada Católica de Viena (gracias al cardenal Innitzer, estrechamente vinculado a Pius Parsch). En 1950, Pius Parsch fundó un apostolado bíblico, que publicaba ediciones económicas de la Biblia e introducciones a las Sagradas Escrituras. En 1952, sufrió una embolia que debilitó su estado de salud. Murió el 11 de marzo de 1954 en su monasterio.

Una visión reduccionista de la liturgia

Pius Parsch fue más un pastor que un teólogo, más un practicante que un intelectual. Su gran preocupación siempre fue llevar el tesoro de la misa a la gente. Por eso también hablaba de una "renovación litúrgica popular" y todos sus libros tienen una dimensión catequética. Esto quizás explica por qué su pensamiento carece de coherencia: por un lado, Parsch se inspira en la tradición católica (Dom Guéranger), y por el otro, está fuertemente influenciado por las nuevas ideas de los renombrados eruditos litúrgicos de su tiempo.

Es por eso que defiende la doctrina tradicional del sacrificio sagrado de la Misa y la presenta de manera luminosa, pero al mismo tiempo retoma sin discusión la doctrina de los misterios de Odon Casel o la teoría de la comida-misa de Guardini.

El carácter de la Misa como una comida

"Entonces, ¿qué es la Misa? Es sobre todo una comida, y una comida verdaderamente significativa, ya que está vinculada a la vida eterna, la unión con Cristo y la resurrección. Es también un memorial, al igual que su prefiguración, la Pascua, era un memorial: '¡Haced esto en memoria mía!' La Misa es finalmente un sacrificio, porque en ella se come la carne y la sangre del Señor, y es verdaderamente esta carne la que debe ser inmolada en la muerte, esta sangre la que debe ser derramada. La Misa es, por lo tanto, una comida, un memorial y un sacrificio. Esto es lo que Cristo mismo dice acerca de la Misa."2

De acuerdo con este concepto erróneo, Pius Parsch llama al altar una "mesa", y con motivo de la renovación de la Iglesia de Santa Gertrudis en 1936, construyó el altar en forma de mesa. Esta práctica fue condenada por Pío XII en 1947 en la enciclopedia Mediator Dei: "Se sale del recto camino quien desea devolver al altar su forma antigua de mesa..."

La teoría de los misterios

Con respecto a la oración del canon de la Misa que sigue a la consagración (Unde et memores), explica: "Decir 'recordando, Señor, la bienaventurada Pasión' significa más que un recuerdo muerto, es la realidad, la realización de la muerte de Cristo. Por lo tanto, podríamos traducirlo como "hacer presente". Sin embargo, está claro que la Resurrección y la Ascensión del Señor y los otros hechos de la Redención (...) también se vuelven misteriosamente presentes. (...) Toda la vida de Cristo, su nacimiento, su obra milagrosa, su muerte, su Resurrección y su Ascensión se hacen presentes para nosotros a través de ella. En este sentido, la Misa es llamada un misterio"3. Una afirmación que parece sacada directamente de las teorías de Odon Casel.

Su principal preocupación: exigir la participación activa de los fieles

“Para muchos sacerdotes la Misa es una devoción privada. En las iglesias donde la Misa es 'leída' en varios altares al mismo tiempo, siempre me siento asustado y angustiado. (...) Se les ha escondido y ocultado a los laicos su mayor nobleza, el sacerdocio real, solo para evitar que los laicos denigren el sacerdocio ordenado. (...) Hoy, el laico ha alcanzado su mayoría de edad. Participa en el sacerdocio real de Cristo y esto le permite ser plenamente activo en la Iglesia. (...) Lo esencial es el principio de actividad: la comunidad debe participar".4

Además, añade una fuerte crítica a la liturgia de siglos pasados: "¿Qué se busca con la renovación litúrgica popular? En la Edad Media, la piedad litúrgica se redujo cada vez más en favor de la piedad privada. Fue así que la adoración litúrgica se fue atrofiando, volviéndose exclusivamente sacerdotal, mientras el pueblo se abandonó a la piedad privada durante y en lugar de la liturgia. (...) Se ha inscrito un principio importante en los estandartes del movimiento litúrgico, a saber, el de la participación activa de los fieles en la liturgia, que las abadías habían descuidado".

También escribe en otra parte: "No estamos pidiendo una participación pasiva, sino explícitamente la participación activa del pueblo en la liturgia. La liturgia no es un espectáculo realizado por el sacerdote o el clero, que la gente solo debe escuchar o mirar. (...) La liturgia, sobre todo la Misa, es una ceremonia en la que participan tanto el sacerdote como la gente, cada uno en un papel diferente: el sacerdote en el papel principal, la gente en un papel subordinado".5

Sin embargo, Parsch intentó establecer límites a la participación activa: "Desde luego, debemos advertir contra la participación falsa y excesiva. Fue una aberración de ciertas misas comunitarias querer que todas las oraciones del sacerdote fueran rezadas al mismo tiempo por todos. (...) La comunidad tiene su papel específico, al que debe atenerse; no debe asumir el papel del sacerdote".3

  • 1Pius Parsch, La renovación litúrgica, Castermann, 1950, pp. 11-12.
  • 2Pius Parsch, La santa misa explicada en su historia y su liturgia, Ed. Beyaert, Brujas, 1943, p. 10)
  • 3a3bIbid.
  • 4Pius Parsch, Liturgia Viviente, Klosterneuburg, 1939.
  • 5Parsch, La liturgia popular, su significado y alcance, 1940.

Abbaye de Klosterneuburg

La relación entre la palabra de Dios y la liturgia

A través de la revista Bible et liturgie (Biblia y Liturgia), Pius Parsch presentó ideas peligrosas a los fieles sobre la relación entre la Palabra de Dios y la liturgia. "Esta ampliación del objetivo del movimiento litúrgico, escribe el Padre Louis Bouyer, es un hecho de la mayor relevancia para la historia de su desarrollo, porque la importancia de esta renovación bíblica dentro del movimiento litúrgico excede por mucho la esfera de los métodos prácticos e implica ciertas presuposiciones teológicas de la más grande importancia. Existe una estrecha interrelación entre la Revelación y la liturgia, o más exactamente entre la palabra divina y el culto comunitario de la Iglesia. Entender esta interrelación y comprender su significado completo es, por lo tanto, un factor decisivo si queremos alcanzar una comprensión verdadera y renovada de la naturaleza de la Iglesia misma. Esta comprensión es ciertamente el objetivo supremo de todo el movimiento litúrgico".1

El análisis del Padre Bouyer, quien se involucró estrechamente en el movimiento francés de la posguerra, es perspicaz. La palabra de Dios, considerada como la revelación inmediata de Dios en medio de la asamblea, alterará por completo la concepción de la Misa. La Misa de los fieles dará paso a la misa de los catecúmenos. Dios se hará presente más por su palabra que por su Eucaristía. Los fieles que asisten a la misa se transformarán en una asamblea del pueblo de Dios. Esta es la nueva concepción de la liturgia, la nueva concepción de la Iglesia que se insinúa en el "Movimiento biblico-litúrgico" del Padre Parsch.

Por consiguiente, los errores del canónigo agustino conducen a:

- Un énfasis exagerado en la acción externa: la fortaleza del sacerdocio real es la participación activa del pueblo como parte esencial de la misa. El pueblo es parte necesaria de la liturgia y debe participar en sus funciones litúrgicas.

- De esto se desprende el rechazo de las misas privadas. Esto conlleva al olvido de que la participación esencial en la Santa Misa consiste en la participación interior.

- El requisito del idioma alemán, supuestamente para facilitar una participación activa.

- El abandono del canto gregoriano. Sin embargo, fue San Pío X, a quien Parsch hace referencia, quien promovió el canto gregoriano para permitir que los fieles participaran más íntimamente en la liturgia.

La reacción papal

En su encíclica Mediator Dei del 20 de noviembre de 1947, Pío XII estableció las reglas de la participación "activa".

Recordando la verdad sobre el sacerdocio común de los fieles

"Cuantas veces el sacerdote renueva lo que el divino Redentor hizo en la última cena, se consuma realmente el sacrificio; el cual sacrificio, ciertamente por su misma naturaleza, y siempre, en todas partes y por necesidad, tiene una función pública y social; pues el que lo inmola obra en nombre de Cristo y de los fieles cristianos, cuya Cabeza es el divino Redentor, y lo ofrece a Dios por la Iglesia católica y por los vivos y difuntos (Misal romano, canon de la Misa). Y ello tiene lugar, sin género de dudas, ya sea que estén presentes los fieles (...) ya sea que falten, pues de ningún modo se requiere que el pueblo ratifique lo que hace el ministro del altar".

La participación esencial consiste en la unión interior con Cristo

"Pero el elemento esencial del culto tiene que ser el interno. (...) No tienen, pues, noción exacta de la sagrada liturgia los que la consideran como una parte sólo externa y sensible del culto divino o un ceremonial decorativo".

Medios para promover la participación de los fieles

El Papa Pío XII los enumera: "poner el Misal Romano en manos de los fieles, de modo que, en unión con el sacerdote, oren con él con sus mismas palabras y con los mismos sentimientos de la Iglesia. (...) hacer un esfuerzo para que la liturgia, aun externamente, sea una acción sagrada" respondiendo ordenadamente a las palabras del sacerdote, uniéndose al canto litúrgico. "Todos estos modos de participar en el sacrificio son dignos de alabanza y de recomendación cuando se acomodan diligentemente a los preceptos de la Iglesia y a las normas de los sagrados ritos".

Condena de la exageración de los elementos externos

Atribuir a las condiciones externas tanta importancia que se llegue a afirmar que su omisión es capaz de evitar que la acción santa alcance su objetivo, es desviarse de la verdad y de la recta razón, y dejarse guiar por ideas falsas. "Pueden, ciertamente, echar mano de otra manera, que a algunos les resulta más fácil: como, por ejemplo, meditando piadosamente los misterios de Jesucristo, o haciendo otros ejercicios de piedad, y rezando otras oraciones que, aunque diferentes de los sagrados ritos en la forma, sin embargo concuerdan con ellos por su misma naturaleza".

La reacción de Pius Parsch a Mediator Dei

Pius Parsch estaba muy preocupado por la enseñanza de la encíclica Mediator Dei. Se sintió directamente desafiado y obligado a dar una respuesta. Creía que tenía que hablar "en nombre del movimiento litúrgico popular de todos los países" porque conocía "su espíritu". Entonces publicó una declaración:

"Solo el papa tiene el derecho litúrgico, los obispos tienen el deber de supervisar este derecho. Pero incluso si la liturgia en la Iglesia se ha desarrollado bajo la asistencia del Espíritu Santo, también es una obra del hombre, que siempre es capaz de la perfección. (...) Las rúbricas que hoy son obligatorias provienen de una época en que la participación activa era un concepto desconocido. Sin embargo, hoy en día, ha nacido un movimiento cuyo objetivo es despertar a la liturgia de su sueño de Bella Durmiente del Bosque, que quiere restaurar la liturgia a su esplendor de antaño, que quiere comprender la liturgia espiritualmente y llevarla a cabo de una manera viva, y que no se contenta con seguir las rúbricas atentamente. El movimiento se enfrenta ahora a cosas y circunstancias que exigen una renovación y una reforma urgentes".

Parsch también sugirió al Papa "nombrar a los liturgistas más eminentes de todos los países y a los representantes de los centros litúrgicos en una comisión, que le presentaría documentos y propuestas para las reformas litúrgicas". Asimismo, recordó "los grandes problemas: la reforma del breviario, la reforma de la celebración, la reforma del misal; pero todas estas reformas deben llevarse a cabo en el espíritu del movimiento litúrgico, por el espíritu del movimiento litúrgico. (...) Una reforma profunda es una necesidad para el futuro cercano".2

Lamentablemente, Pius Marsch fue escuchado más allá de todas las expectativas. La constitución Sacrosanctum concilium del Concilio Vaticano II sobre la liturgia promueve fuertemente la participación activa, y la reforma de Pablo VI que resultó de ella cumple todos los deseos del canónigo agustino; pero ha arruinado la liturgia, que no es más que un campo de escombros, abandonada por los fieles que ahora solo participan en una vaga animación protestante.

  • 1Louis Bouyer, La Vida de la Liturgia, Cerf, 1960, p. 89.
  • 2Su declaración fue publicada en 1948 en Biblia y Liturgia.