50° aniversario de la Misa Nueva: San Pío X y el movimiento litúrgico (9)
Hace medio siglo, el Papa Pablo VI impuso a toda la Iglesia una reforma litúrgica en nombre del Concilio que acababa de terminar. Así nació la misa del Concilio Vaticano II. Esta última fue rechazada de inmediato por dos cardenales y, desde entonces, la oposición en su contra no ha disminuido. Este triste aniversario constituye una oportunidad para relatar su historia.
Después de Dom Prosper Guéranger, iniciador del movimiento litúrgico, este último debe su impulso y expansión a San Pío X, el Papa que lo ennobleció y le dio el apoyo de Roma, esencial para su difusión en toda la Iglesia.
El primer artículo trató sobre la labor de San Pío X en el ámbito de la música litúrgica, colocando así la piedra angular del Movimiento Litúrgico: restaurar la liturgia a su gloria completa, y de esta manera revivir el verdadero espíritu cristiano. El segundo abordó el tema de los decretos sobre la comunión frecuente y la comunión de los niños. Este tercer artículo analizará la reforma del breviario y el calendario litúrgico llevada a cabo por San Pío X.
¿Qué es el breviario?
El término en latín breviarium significa: sumario o compendio. El breviario es un libro que reúne las oraciones que los monjes y clérigos deben rezar todos los días.
Desde el comienzo de la Iglesia, los cristianos, y particularmente los monjes, solían rezar siete veces al día y agregar una oración nocturna. Este hábito se adaptó en las llamadas horas canónicas: Maitines en la noche, Laudes al amanecer, Prima, Tercia (que los monjes rezaban antes de la Misa), Sexta alrededor del mediodía, Nona y Vísperas antes de la cena, y Completas antes de la hora de dormir.
Estas oraciones se componen esencialmente de salmos, antífonas (fórmulas que introducen los salmos), pasajes de la Sagrada Escritura, compendios de la vida de los santos, himnos de alabanza, responsorios (una especie de diálogo entre el cantor y el coro), y finalmente las oraciones que son plegarias hechas a Dios. Estos elementos varían según el día de la semana y las épocas del año litúrgico, como Adviento, Cuaresma, Pascua, etc., es decir, el ciclo temporal; pero también según las fiestas de los santos: el ciclo santoral.
Estas oraciones fueron recopiladas gradualmente en grandes volúmenes: antifonarios, graduales, salterios, himnos, responsorios, que permitían a los monjes leer o cantar juntos el Oficio Divino. Era muy difícil, por no decir imposible, transportar todo este material durante los viajes. La imprenta permitió fabricar libros más pequeños y hacer múltiples copias de ellos: así nació el breviario.
El término "breviario" no solo se refiere al libro como tal, sino al conjunto de oraciones que componen el Oficio Divino y su disposición en las horas canónicas, así como la estructura de cada hora en particular.
Existen varios breviarios. Por ejemplo, muchas órdenes religiosas tienen el suyo. En la historia de la Iglesia ha habido un gran número de breviarios diocesanos, además del breviario romano. Lo que siempre tienen en común son las ocho horas y la estructura general. Por otro lado, se distinguen uno de otro por la disposición interna de las horas y la diversidad de ciertas partes: salmos, textos de la Sagrada Escritura o diferentes himnos.
El llamado "coro" religioso debe cantar o rezar conjuntamente el Oficio Divino en la iglesia. Los clérigos, a partir de la recepción del subdiaconado, deben rezar el breviario completo todos los días, juntos o por separado.
Las vicisitudes del Breviario
En este artículo nos estamos enfocando únicamente en el breviario romano a partir del Concilio de Trento. Este santo concilio solicitó al Papa San Pío V que publicara una nueva edición del breviario romano. El objetivo era corregir ciertos elementos, como errores de latín o datos erróneos en las vidas de los santos. Esta edición fue elaborada y promulgada en 1568.
El breviario de San Pío V refleja el estado final de la recitación de las horas canónicas vigentes en Roma. Estaba basado en gran medida en la liturgia de Inocencio III (1198-1216), enriquecida por la influencia de los franciscanos, e impuesta alrededor de 1270 cuando se reorganizó la vida religiosa en Roma.
Durante tres siglos y medio, desde San Pío V hasta San Pío X, el breviario romano permaneció sin cambios, con la excepción de la adición de varios santos al calendario de la Iglesia y algunos complementos. Sin embargo, diez Papas y nueve comisiones trabajaron en el breviario y se hicieron numerosas propuestas de reforma. El único resultado fue la formación de breviarios "paralelos" al breviario romano, como el breviario parisino.
En el Concilio Vaticano I, distintos Padres conciliares expresaron sus quejas y solicitaron cambios más o menos importantes. Las quejas se referían al mal latín de ciertos himnos, a la distribución de los salmos, al considerable aumento del ciclo santoral que oscurecía progresivamente el temporal, a la longitud de los oficios, en particular para los sacerdotes a cargo de las almas, y especialmente los oficios del domingo.
La queja principal, que no era nueva, se refería a la desaparición gradual del ciclo temporal a causa de las festividades que reemplazaban al servicio dominical. En algunas diócesis solo se celebraban alrededor de diez domingos, fuera de Adviento y Cuaresma. Y a veces incluso menos: ¡en una diócesis francesa, solo había un día del ciclo temporal, y estaba a punto de desaparecer debido al establecimiento de la solemnidad de Santa Juana de Arco!
En el caso del salterio, compuesto por 150 salmos, la disparidad era evidente. Por ejemplo, en 1902, en Roma, el salmo 4 se recitaba 532 veces al año, y otros siete salmos 365 veces. Se recitaban 23 salmos más de 100 veces, el resto solo se decían en raras ocasiones. Había siete salmos que nunca se recitaban.
Finalmente, la complejidad era tan confusa que fue necesaria la intervención de especialistas para establecer el orden de los oficios a lo largo del año.
Los principios de la reforma de San Pío X
El Papa León XIII (1878-1903) creó una comisión de reforma a principios del siglo XX, que dejó de funcionar a su muerte. A petición de algunos de sus exmiembros, San Pío X volvió a crearla en julio de 1911, dándole como objetivo llevar a cabo una reforma que respondiera a las solicitudes de los Padres del Concilio Vaticano I, especialmente porque muchos obispos las estaban retomando por cuenta propia. Una de las principales peticiones hechas al Papa fue que permitiera la recitación del salterio a lo largo de la semana, para acortar la duración del oficio debido al aumento del apostolado, y la restauración del ciclo temporal y del oficio dominical, lo cual tuvo como consecuencia una reforma del calendario litúrgico.
El Papa Santo supervisó de cerca el proyecto, proporcionando instrucciones concretas escritas de su puño y letra. A lo largo de la reforma, intervino al menos cien veces.
Châsse de saint Pie X dans la Basilique Saint-Pierre
Los resultados de la reforma
El 1 de noviembre de 1911 se publicó la Constitución Apostólica Divino afflatu sobre la nueva disposición del salterio en el breviario romano. Al reformar la estructura del oficio con una nueva distribución de los salmos, y al establecer un nuevo equilibrio entre el ciclo temporal y el santoral, la reforma llevó a cabo una obra esencial.
El paso que seguía era poner en práctica esta Constitución. Hasta diciembre de 1912, San Pío X supervisó las instrucciones para coordinar los calendarios específicos de cada diócesis y corregir muchos textos.
En una tercera etapa de la reforma, San Pío X dio su autorización para mejorar aún más los oficios del ciclo temporal, y reducir el calendario de los santos. El 23 de octubre de 1913, se publicó el decreto Abhinc duos annos. Finalmente, el 25 de marzo de 1914, el Papa autorizó la impresión de la "editio typica", que serviría de modelo y referencia para las editoriales acreditadas por la Congregación de Ritos. Así fue como nació el breviario de San Pío X.
Recepción de la reforma de San Pío X
La reforma tuvo buena aceptación, pero también fue objeto de muchas críticas, en particular por haber modificado algunos oficios que tenían varios siglos de existencia.
Sobre este tema, los autores de la nueva misa de Pablo VI y del nuevo breviario, ahora bautizado Liturgia de las Horas, no dudaron en invocar el ejemplo de San Pío X -y el de Pío XII en la reforma de la Semana Santa- para justificar así su propia reforma. Incluso quisieron ver en ello una señal de continuidad. Por esta razón, no dudaron en citar las palabras del Papa Santo expresadas en Abhinc duos annos, a fin de justificar su reforma del breviario por la necesidad de restaurar la liturgia romana, para devolverle su pureza original y liberarla de la "suciedad de los tiempos".
Pío XII respondió a esta gente. Existe una abismal diferencia entre el espíritu de la reforma de San Pío X y las liturgias modernas. Estas últimas se adhieren al pasado tratándolo como una especie de ideal, para retornar así a una antigua unidad. Solo consideran las formas, no el espíritu de la liturgia ni su Tradición. Esto tiene un nombre dado por Pío XII: arqueologismo o apego a lo que pertenece a un pasado remoto.
Además, la Liturgia de las Horas redujo el breviario de Juan XXIII, que ya había acortado el breviario de San Pío X. Esta reducción es una clara muestra del espíritu que animaba a los autores. Finalmente, el nuevo calendario litúrgico alteró una parte de la estructura del ciclo temporal, que había sido revisada minuciosamente por San Pío X.
En conclusión, aunque este aspecto de la actividad litúrgica de San Pío X solo se relaciona indirectamente con la Misa, a través del calendario y la adaptación de ciertas rúbricas del misal, era importante analizarlo, pues nos permite comprender mejor la idea que el Santo Papa tenía del movimiento litúrgico que ennobleció.
Fuente: Honoré Vinck– FSSPX.Actualités - 25/01/2020