Alemania: un obispo cuestiona la muerte cerebral

Fuente: FSSPX Actualidad

Monseñor Hanz-Josef Algermissen

En una carta al semanario católico Die Tagespost, el obispo emérito de Fulda, Heinz Josef Algermissen, cuestionó públicamente el concepto de muerte cerebral como criterio neurológico de la muerte, según informa el sitio web CNA Deutsch. En esta carta, aborda el debate sobre la validez del criterio neurológico de la muerte.

Para plantear el problema, Mons. Algermissen expone que "el ser humano en estado de muerte cerebral se encuentra en un transitus (pasaje) interrumpido por medidas externas de medicina intensiva. Se le impide completar el proceso de la muerte que ya ha comenzado.

"Este estado, inducido artificialmente por los recursos de la medicina intensiva, presenta características tanto de la vida —como la regulación de la temperatura o ciertos reflejos— como de la muerte, lo que hace extremadamente difícil determinar su estado ontológico y moral", según el prelado.

De ello deduce una pregunta: "¿Estamos realmente ante un cadáver que se parece simplemente a un ser humano vivo? ¿O deberíamos considerar al paciente en estado de muerte cerebral como una persona condenada a muerte, pero aún no del todo muerta?" La cuestión es realmente crucial.

Según el obispo emérito, las investigaciones neurológicas "sugieren no atribuir al cerebro la función de integración del organismo en su totalidad, lo cual ha hecho plausible la declaración de muerte de personas cuyas funciones cerebrales se han perdido irremediablemente".

Por último, Mons. Algermissen concluye: "Un trasplante de órganos no equivale a una simple reparación que consiste en sustituir una pieza defectuosa. El ser humano no solo tiene un cuerpo, sino que también es un cuerpo impregnado de espíritu. Hablar de estas cuestiones exige sinceridad".

El filósofo alemán Josef Seifert, contrario al concepto actual de muerte cerebral, cree que la práctica de la extracción de órganos en caso de muerte cerebral debe revisarse urgentemente desde un punto de vista filosófico y ético. "Advertimos del peligro de tratar al ser humano como un medio para un fin y de negar su dignidad fundamental", declaró.

Una cita de Juan Pablo II

CNA Deutsch presenta un texto opuesto de Juan Pablo II, de 2000, que afirma que "el criterio actualmente adoptado para determinar la muerte, es decir, el cese completo e irreversible de toda actividad cerebral, no se opone a los elementos esenciales de una antropología racional, siempre que se aplique con perfecta rigurosidad". Pero esta cita no es suficiente.

Al menos para comprender el verdadero pensamiento del papa polaco. En efecto, mientras que la Academia Pontificia de las Ciencias, reunida en octubre de 1985 para estudiar la determinación exacta del momento de la muerte, había concluido retomando la definición de muerte del famoso informe de Harvard, ordenó una nueva reunión en diciembre de 1989, con la participación de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

Las conclusiones seguían siendo esencialmente las mismas, pero insistiendo en el hecho de que no se podía determinar el momento de la muerte (in fieri), sino buscar signos de la muerte consumada (in facto esse); así como en la prudencia requerida para afirmar este diagnóstico y el refinamiento necesario de los métodos. Por lo demás, y en estas condiciones, la extracción podía ser admitida.

Visiblemente preocupado por el tema, Juan Pablo II insistió en que la certeza de la muerte debía obtenerse antes de la extracción: "Más concretamente, existe una probabilidad real de que la vida cuya continuación se hace imposible mediante la extracción de un órgano vital sea la de una persona viva, mientras que el respeto debido a la vida humana prohíbe sacrificarla".

Dos años más tarde, en un discurso pronunciado en un congreso internacional de la Society of Organ Sharing el 20 de junio de 1991, Juan Pablo II recordó la necesidad del consentimiento informado (en contra del consentimiento presunto); no hizo ninguna alusión a la determinación de la muerte, pero recordó que toda extracción debía realizarse después de la muerte.

En 1999, con motivo de la 5ta asamblea de la Academia Pontificia para la Vida, se abordaron de nuevo el tema del muerte cerebral y la donación de órganos, y surgió una clara división entre los médicos católicos sobre esta cuestión, aunque los opositores parecían minoritarios.

En 2004, es decir, después del discurso de 2000 mencionado anteriormente, Juan Pablo II convocó una nueva reunión de la Academia Pontificia de las Ciencias para reexaminar el concepto de muerte cerebral y la trasplantación, titulada: Los signos de la muerte. Se impuso la actitud contraria al concepto de muerte cerebral. Después de la reunión, cuando las Actas estaban listas para ser impresas, el "Vaticano" detuvo todo.

Además, la misma Academia organizó al año siguiente, bajo Benedicto XVI, una nueva conferencia, con el mismo título "Los signos de la muerte", con la participación casi exclusiva de personalidades favorables al concepto de muerte cerebral. Las Actas de la reunión se publicaron en marzo de 2007. Esta reunión de 2006 ratifica por completo el concepto de muerte cerebral.

Los protagonistas que se oponían a la definición dada de muerte cerebral replicaron publicando sus intervenciones en el libro "Finis Vitæ", publicado gracias al apoyo de Roberto de Mattei y del Consejo Nacional de Investigación de Italia, del que es vicepresidente.

Esta exposición de los hechos muestra que la situación no estaba nada clara en el pensamiento del Papa Juan Pablo II, que cuestionó constantemente el concepto de muerte cerebral. Hay que añadir que Josef Ratzinger, como cardenal y prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, hizo varias declaraciones que mostraban su escepticismo, incluso su oposición al concepto.

Conclusión

Cabe destacar esta cita de Pío XII, extraída del Discurso a los miembros del Instituto Italiano de Genética Gregor Mendel sobre los problemas de la reanimación, del 24 de noviembre de 1957: "Las consideraciones de orden general permiten creer que la vida humana continúa tanto tiempo como sus funciones vitales —a diferencia de la simple vida de los órganos— se manifiesten espontáneamente o aun mediante la ayuda de procedimientos artificiales.

"Un buen número de casos son objeto de una duda insoluble y deben ser tratadas según las presunciones de derecho de hecho de que Nos hemos hablado". Decía al respecto: "En caso de duda insoluble se puede recurrir también a las presunciones de derecho y de hecho. En general, se resolverá por la de la permanencia de la vida, ya que se trata de un derecho fundamental recibido del Creador y del que es preciso probar con certeza que se ha perdido".

Esto es precisamente lo que se puede concluir: como dice Mons. Algermissen, por el hecho de la reanimación aplicada, parece definitivamente dudoso poder aplicar un criterio de muerte a una persona en coma. Y la duda debe entonces resolverse a favor de la vida. Por lo tanto, el camino ya no está abierto más que para los trasplantes de donantes vivos.