Australia: el estado de Queensland aprueba una ley contra el secreto de confesión
La amenaza había estado rondando durante meses, y finalmente se hizo realidad el 8 de septiembre de 2020: el estado de Queensland, al noreste de Australia, aprobó una ley que obliga a los sacerdotes a romper el secreto de confesión en caso de una revelación de abuso.
La ley de Queensland sobre "Servicios para la Infancia y la Comunidad" es muy clara: cuando un ministro de la iglesia, basándose en cualquier información que le haya sido comunicada durante el ejercicio de sus funciones, se forma una opinión, esta forma parte de su marco de trabajo. Y, como consecuencia, queda comprometida la responsabilidad penal del ministro de culto, incluso si la información fue comunicada durante la confesión, y sin importar si la divulgación de dicha información es contraria a la fe o religión del ministro.
Bajo esta disposición, cualquier información revelada a un sacerdote durante la confesión que lo lleve a creer o entender que un menor es víctima de abuso sexual, debe ser reportada a las autoridades, independientemente de la voluntad del penitente, ya sea que se trate del abusador o el abusado.
Por lo tanto, se debe informar sobre cualquier abuso o sospecha de abuso. No hacerlo constituye un delito en virtud de la nueva ley. Las sanciones por el incumplimiento de esta disposición van desde una multa hasta tres años de prisión. Esto quiere decir que el sacerdote puede ser juzgado y castigado si se niega a violar el secreto de confesión.
La ley fue aprobada a pesar de las admoniciones de los obispos, a quienes se les pidió su consejo. Y a pesar de la reacción del Vaticano, solicitada por el gobierno australiano a través de los obispos, el cual recordó la inviolabilidad del secreto de confesión.
Es preciso conocer la doctrina de la Iglesia sobre este tema. Cualquier sacerdote que sea culpable de divulgar un secreto de confesión es severamente castigado. Si la violación es directa, es decir, claramente manifestada por el confesor, se sanciona con la excomunión aplicada por la Santa Sede. Esta sanción no necesita ser impuesta por un juez, existe tan pronto como se establece la falta.
Si la infracción es indirecta, es decir, que se puede deducir a partir de las palabras o la conducta del confesor, se juzga y se castiga según la gravedad de la falta con una sanción que puede llegar hasta la excomunión.
No debemos olvidar que la ley de Dios es superior a la ley humana. La confesión no se dirige directamente al sacerdote, sino a Dios mismo, de quien el sacerdote es solo el ministro. Es Cristo quien absuelve al penitente a través de las manos de su sacerdote. El secreto de confesión protege, por tanto, este contacto íntimo del penitente con Dios, cuyo conocimiento nadie puede reclamar.
No faltan ejemplos de mártires de la confesión, de sacerdotes que prefirieron perder la vida en lugar de revelar los pecados de sus penitentes. Uno de los más conocidos es el de San Juan Nepomuceno (1340-1393), quien fue martirizado por el rey Wenceslao IV de Bohemia porque se negó a traicionar las confesiones de la reina Sofía de Baviera. Fue torturado y arrojado al río Vltava (Moldava).
Hoy, los jueces de Queensland se están preparando para juzgar y encarcelar a los sacerdotes que sigan este ejemplo. Estos últimos tendrán la misma recompensa que el ilustre mártir...
Fuentes: Catholic News Agency/parliament.wa.gov.au/CIC – FSSPX.Actualités
Imagen: Angela Marie from NRW/Germany / CC BY (https://creativecommons.org/licenses/by/2.0