En Bielorrusia, el nuevo nuncio tiene mucho trabajo por delante

Monseñor Ignazio Ceffalia (en el centro) con el nuncio de Venezuela, monseñor Ortega Martín
El 25 de marzo de 2025, la Santa Sede anunció el nombramiento de un nuevo nuncio apostólico en la República de Bielorrusia, poniendo fin a ocho meses de vacante en este cargo clave. El anuncio se produjo pocos días después de que el Papa Francisco fuera dado de alta del hospital, en un contexto en el que el clima entre la Iglesia y el ejecutivo local se ha deteriorado en los últimos meses, con la guerra en Ucrania como telón de fondo.
Monseñor Ignazio Ceffalia tiene 48 años. Este sacerdote de origen siciliano era hasta ahora consejero de la nunciatura en Venezuela, un país con un régimen chavista dirigido por Nicolás Maduro, con el que la Santa Sede ha tenido y sigue teniendo que desplegar grandes esfuerzos diplomáticos. El nuevo nuncio hereda una misión tan prestigiosa como peligrosa en un país a menudo calificado como "la última dictadura de Europa".
Sucesor de monseñor Ante Jozic, un croata que dejó su cargo en el verano de 2024 para incorporarse a las nunciaturas de Armenia y Georgia, monseñor Ceffalia llega en un momento crucial. Bielorrusia atraviesa un periodo de tensiones crecientes desde las controvertidas elecciones de 2020, en las que Alexander Lukashenko se proclamó vencedor con una victoria aplastante —el 81% de los votos según el recuento oficial—, lo que desencadenó manifestaciones masivas que fueron reprimidas con dureza.
Además, desde 2020, las relaciones entre el régimen y varias figuras de la Iglesia bielorrusa se han deteriorado: monseñor Tadeusz Kondrusiewicz, arzobispo de Minsk y figura emblemática del catolicismo local, fue privado de su visado de regreso tras un viaje a Polonia, un episodio que requirió la intervención del Vaticano y que fue seguido poco después por su jubilación por la fuerza. Más recientemente, varios sacerdotes han sido detenidos, acusados de llevar a cabo acciones contra el poder gobernante.
Para monseñor Ceffalia, establecer una relación de trabajo con Alexander Lukashenko será una prioridad. Paradójicamente, el presidente bielorruso se jacta de mantener buenas relaciones con la Santa Sede. En febrero de 2025, el presidente de Minsk expresó su "gran respeto" por el Papa Francisco.
Su último encuentro se remonta a 2016, cuando el jefe de Estado bielorruso renovó su invitación para una visita papal, una perspectiva atractiva para un Papa atraído por las periferias, pero complicada por la guerra en la vecina Ucrania, donde Bielorrusia sirve de base de retaguardia a Rusia.
La Iglesia católica bielorrusa, aunque minoritaria, desempeña un papel significativo en la sociedad. Históricamente vinculada a Polonia, una influencia cultural que persiste en las regiones occidentales del país, a menudo ha sido percibida por el régimen como un vector de injerencia extranjera.
Desde 2020, esta sospecha se ha intensificado, ya que Moscú está presionando a Minsk para que limite la presencia de sacerdotes polacos, acusados de apoyar a la oposición. Por lo tanto, monseñor Ceffalia tendrá que afrontar un triple desafío eclesiástico.
En primer lugar, deberá apoyar a una Iglesia local sometida a presión, donde los sacerdotes son vigilados y las parroquias se ven obligadas a volver a registrarse en virtud de una restrictiva ley de 2023 sobre la libertad de conciencia.
A continuación, deberá apaciguar las tensiones culturales entre el régimen y una comunidad católica que suele ser asociada a la identidad polaca, en un contexto de tensas relaciones entre Minsk y Varsovia.
Por último, deberá reanudar el diálogo con una "Iglesia ortodoxa" mayoritaria y alineada con el patriarcado de Moscú, que apoya tácitamente al presidente de Bielorrusia y al líder del Kremlin.
Fuente: The Pillar – FSSPX.Actualités
Imagen: Belsat.eu