Cómo aprovechar la cuarentena - R.P. François Knittel
A primera vista, la Cuaresma del 2020 tenía pocas posibilidades de distinguirse con respecto a los años anteriores. A partir de la Septuagésima, los sacerdotes se revistieron de ornamentos morados y el Gloria no se escuchó más. Todo estaba dispuesto para tomar algunas resoluciones simples, concretas y eficaces para seguir más de cerca al Divino Maestro. Desde el Miércoles de Ceniza todos comenzaron su carrera para alcanzar el premio y ganar la corona eterna (1 Cor 9, 24-25). Inconmovibles, todos continuaban sus esfuerzos bajo el impulso de la gracia divina. Realmente la Providencia nos preparaba este año una Cuaresma muy particular.
La propagación de una enfermedad a causa del coronavirus y las medidas de confinamiento nacional que se han seguido, imponen a todos una cuarentena de la que actualmente nadie conoce el término. En cambio, lo que es seguro, es que las condiciones son ideales para que todos hagamos un “retiro abierto”. Este tipo de ejercicio espiritual, a diferencia de los “retiros cerrados” no exige, en efecto, ni la ausencia de las ocupaciones ordinarias, ni la reclusión en un lugar apartado, ni la observancia estricta del silencio.
Para realizar este ejercicio de la mejor manera posible, conviene de antemano subrayar una evidencia, aclarar algunos puntos y señalar las oportunidades a aprovechar.
UNA EVIDENCIA A RESALTAR
Dios manifiesta su voluntad, sea de manera general a todos los hombres siempre y en todo lugar (por el decálogo, entre otras cosas) sea de manera particular a cada individuo según las circunstancias concretas de su vida (por el deber de estado).
¿Qué es el deber de estado? Es el conjunto de obligaciones que se imponen a cada una conforme a su condición, su estado de vida y los compromisos que ha asumido libremente.
Si Nuestro Señor dijo: “Mi alimento es hacer la voluntad de Aquél que me ha enviado” (Jn 4, 34) ¿Cuánto más cada cristiano debe esforzarse por cumplir la voluntad de Dios, la cual le está manifestada por su deber de estado? En efecto: “No son los que dicen: Señor, Señor, los que entrarán en el reino de los cielos, sino aquellos que cumplen la voluntad de mi Padre...” (Mt 7,21)
Es cierto que las circunstancias externas en las que se encarna el deber de estado pueden trastornarse. Es cierto que la adaptación a una nueva situación puede causar titubeos y no ser inmediata. A pesar de ello, cumplir los deberes como cristianos, estudiantes, empleados, padres, sacerdotes o religiosos sigue siendo la manera insigne de santificarnos. Con o sin virus. Con o sin confinamiento.
ALGUNOS PUNTOS A ACLARAR
Cualquier situación nueva plantea lógicamente preguntas y genera dudas que a muchos les resulta difícil resolver. Aquí examinamos tres preguntas de actualidad:
La santificación del domingo
Aunque las iglesias permanecen en principio abiertas, los oficios que pueden tener lugar allí son accesibles solo para un máximo de veinte personas, quienes, a menos que vivan cerca de la iglesia, no pueden normalmente normalmente desplazarse para asistir.
El precepto divino ("Santificarás el día del Señor") y el precepto apostólico (santificar el domingo) siguen siendo válidos. Por otro lado, el precepto eclesiástico (asistir a Misa dominical) no se puede cumplir debido a un grave inconveniente.
Cada cristiano sigue obligado a santificar el domingo, pero, en este caso, debe hacerlo de otra manera que no sea asistiendo a Misa. Las Misas dominicales con predicación accesibles por Internet pueden ser un apoyo útil para mantener la virtud de la fe, guardar la piedad litúrgica, estar unidos con el sacrificio redentor y disponerse a la comunión espiritual.
Restricciones a la libertad de desplazamiento
Temiendo ver los servicios hospitalarios abrumados por la llegada masiva y acumulada de pacientes en estado grave durante algunos días, las autoridades públicas eligieron la opción de confinamiento para todos.
En principio e independientemente de las consecuencias nocivas que esto puede provocar a mediano y largo plazo, esta decisión no excede los poderes de la autoridad pública. El Estado no puede disponer legalmente del cuerpo y la vida de los ciudadanos, sin embargo, es su responsabilidad que sus acciones se ordenen al servicio del bien común. Si es necesario, incluso a través de preceptos, leyes y ordenanzas.
A veces la autoridad restringe la libertad de movimiento. Nadie ha olvidado el destino antiguamente reservado para las víctimas de la peste y los leprosos, cuya enfermedad era fácilmente identificable. A veces el Estado restringe la libertad de residencia. ¿Quién no recuerda a los 300,000 alsacianos evacuados entre el 1 y el 3 de septiembre de 1939? En todo caso, los sacrificios exigidos a los ciudadanos solo se justifican si cumplen con los requisitos del bien común, del cual el Estado es el humilde servidor.
El dilema de los cuidadores
La cantidad reducida de respiradores artificiales no permite tratar a todos los pacientes con dificultad respiratoria severa. Las decisiones se imponen. Esta tragedia afecta particularmente al personal médico, pero nos preocupa vagamente también a cada uno de nosotros como pacientes potenciales.
En una situación normal, las autoridades sanitarias se aseguran de que las necesidades en materia de salud y los medios disponibles para satisfacerlas sean proporcionados. En situaciones de desastre, los recursos disponibles ya no son suficientes para satisfacer el aumento masivo de las necesidades. Depende del personal médico evaluar el mejor uso de los medios disponibles para tratar a la mayor cantidad de pacientes posible.
La profesión médica ciertamente permanece al servicio de todos los pacientes, pero solo puede luchar contra la enfermedad con los medios a su disposición. A lo imposible nadie está obligado. Ni siquiera el personal médico en situaciones de catástrofe.
OPORTUNIDADES PARA APROVECHAR
Fieles a su deber de estado e informados sobre nuevas inquietudes, todos deben aprovechar las oportunidades que ofrece esta cuarentena.
Primero, leer.
Incluso confinados, todos continúan cumpliendo sus tareas habituales. Se aprenden las lecciones y se cumplen las tareas. El trabajo en casa e incluso afuera continúa. Las tareas del hogar están aseguradas.
Sin embargo, las restricciones de viaje ofrecen un doble beneficio: más tiempo libre y menos estrés. Justamente la lectura requiere calma y tiempo.
Sepamos aprovecharlo bien. Dediquemos el tiempo que se nos ofrece a lecturas serias y formativas. ¡Cuántos libros emocionantes apilados en nuestros estantes sin haber sido abiertos!
Después, rezar
Jesucristo insistió en esto: "Debemos orar siempre y nunca cansarnos" (Lc 18, 1). ¡Qué poco efecto tienen estas palabras en nosotros, a quienes la parte ardua de la oración nos repele! Pasamos horas rasgando en nuestro celular, pero nuestras oraciones matutinas y vespertinas a menudo se reducen a un Avemaría rezada a toda velocidad.
Entonces, ¿por qué no aprovechar el tiempo disponible para reanudar una vida de oración más estable, más nutrida y más intensa? Y como la familia se encuentra reunida por la fuerza de las circunstancias en un mismo lugar, ¿por qué no reanudar, si es necesario, el rosario diario con la familia?
Finalmente, fortalecer los lazos de la caridad
El orden de la caridad nos ordena amar a Dios sobre todo y al prójimo como a nosotros mismos. Y este prójimo, especialmente en estos días, es ante todo los miembros de nuestra familia.
Si, habitualmente, cada quien vive en su mundo, ¿no ha llegado el momento de estrechar los lazos de la caridad que deben unir a todos los miembros de una familia cristiana de una manera especial?
Padre François Knittel, sacerdote de la FSSPX