¿Cómo reconstruir Notre-Dame de París?

Fuente: FSSPX Actualidad

Desde el día del trágico incendio de Notre-Dame de París, no hablamos de otra cosa más que de su reconstrucción. Sin duda, un proyecto noble. Un proyecto grandioso. Pero también es el signo de una gran ingenuidad, incluso de una ingenuidad pretenciosa.

Ciertamente, tenemos los materiales necesarios: los robles para la estructura devastada por las llamas, las piedras para los muros debilitados por toda el agua derramada. Ciertamente, a los artesanos franceses no les faltan conocimientos técnicos: carpinteros, albañiles, vidrieros... Pero, ¿tenemos la fe de aquellos que construyeron la catedral? Porque fue la fe lo que permitió a los artesanos de la Edad Media erigir esta oración de piedra, edificar esta plegaria ojival. Sin ella, podemos restaurar lo material, pero no construir lo espiritual.

Nuestra Señora de París fue construida para la gloria de Dios, para el honor de la Santísima Virgen, y no para una simple visita turística, entre la Torre Eiffel y la Gioconda en el Louvre.

No podemos reconstruirla, si antes ella no nos ha reconstruido internamente. Como todas las catedrales medievales, Notre-Dame de París es una nave, un enorme barco cuya proa es la cruz del altar mayor. Hacia esta dirección guía nuestra mirada, orienta nuestras vidas, eleva nuestros corazones: Sursum corda! Habemus ad Dominum, dirigimos nuestros corazones hacia el Señor que dio su vida en esta Cruz para nuestra salvación. O Crux ave, spes unica, ¡Salve, oh Cruz, nuestra única esperanza!

Vivimos en una era narcisista: el hombre posmoderno rechaza una trascendencia que va más allá de su ser limitado. La nueva liturgia, celebrada alrededor de una mesa, no ayuda a elevarse: todo se centra en el sacerdote y los fieles, permanecen entre ellos mismos.

Se dice con razón que la liturgia es la expresión de la fe, así como la manifestación de una vida de fe: lex orandi, lex credendi, lex vivendi. Para ser reconstruida, Notre-Dame requiere de la verdadera conversión de todos: el regreso a su Hijo divino, reorientarse a sí misma en cuerpo y alma, ad orientem, hacia Aquel que es la Luz que ha venido a este mundo. Solo así brotará la filial oración Salve Regina, "Muéstranos a Jesús, el fruto bendito de tu vientre. Oh clemente, oh piadosa, oh dulce siempre Virgen María".

Padre Alain Lorans