En Compostela, el Año Santo Jacobeo durará el doble

Fuente: FSSPX Actualidad

La Porte sainte de la cathédrale Saint-Jacques de Compostelle

Con la apertura de la Puerta Santa de la Catedral de Santiago, celebrada con gran pompa el 31 de diciembre de 2020, dio inicio un jubileo excepcional de dos años en la ciudad de Compostela.

Todo empezó en la tarde del 31 de diciembre, en la plaza del Obradoiro de Compostela, cuando el presidente de la junta de Galicia -el gobierno regional- Alberto Núñez Feijoo, pasó revista a las tropas presentes al son del himno español, antes de entrar en la catedral, acompañado por el presidente del Parlamento, Miguel Santalices.

Cerca de la Puerta Santa los esperaba el arzobispo de Santiago de Compostela, Monseñor Julián Barrio, en presencia del cabildo catedralicio y del nuncio apostólico, Monseñor Bernadito Auza.

Este último leyó el decreto de la Penitenciaría Apostólica, por el cual, dado el contexto sanitario vinculado a la epidemia de Covid-19, el Papa Francisco concedió una extensión de los dones espirituales del año santo 2021, a lo largo de todo el año 2022.

Posteriormente, Monseñor Julián Barrio, empuñando un martillo de plata, golpeó simbólicamente la Puerta Santa: este año, para preservar los trabajos de restauración de la catedral, no se llevó a cabo el rito de demolición del muro de piedra.

Finalmente, la ceremonia concluyó con la celebración de la Misa Pontifical, durante la cual el arzobispo de Compostela pidió al Apóstol Santiago "fortalecer la esperanza que ayuda a superar la ansiedad del presente, y el escepticismo que paraliza el ejercicio de la caridad".

2021-2022 es uno de los Años Santos Jacobeos, también conocido como Año Santo Compostelano, más esperados: han pasado once años desde que el 25 de julio -día de la fiesta del apóstol- cayó en domingo, y este hecho es el que decide la apertura de la Puerta Santa.

El año jubilar permite a todos los fieles que ingresan a la Catedral de Santiago de Compostela por la Puerta Santa, obtener una indulgencia plenaria, bajo las condiciones ordinarias establecidas por la Iglesia, es decir: rezar por las intenciones del Soberano Pontífice, confesarse y recibir la Comunión, estar libre de todo apego al pecado venial.