Corea del Norte: los cristianos, enemigo público número uno

Fuente: FSSPX Actualidad

La catedral de Changchung es la catedral nominal del obispo católico romano de Pyongyang

En Corea del Norte, el cristianismo es considerado por las autoridades como una amenaza existencial para el Estado comunista. Así lo reveló el último informe de la organización Ayuda a la Iglesia Necesitada, que describe el trato reservado a quienes han estado en contacto con cristianos en el extranjero.

"Perseguidos y olvidados". Este es el título de la edición 2024 del informe publicado a finales de octubre por la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN), que llama la atención sobre la persecución de los cristianos en doce países.

El caso de la República Popular Democrática de Corea -o Corea del Norte, que es "democrática" solo de nombre- es emblemático en más de un sentido, donde los nacionales que han tenido contacto con cristianos en el extranjero son sistemáticamente internados en campos de reeducación.

Cabe señalar que Corea del Norte es un país totalitario gobernado ininterrumpidamente desde 1948 por la dinastía Kim, que ha instaurado una versión del comunismo que va más allá de todo lo que Marx, Engels y Lenin hubieran podido imaginar en sus delirios políticos. En semejante contexto, es difícil obtener estadísticas precisas sobre el número de cristianos en el país, que AIN estima no obstante en el 0.38% de la población, es decir, algo menos de cien mil fieles.

Y sin embargo, este pequeño rebaño demográficamente inofensivo es considerado por sus dirigentes como una amenaza para la seguridad del país, razón por la cual los cristianos se ven obligados a pasar a la clandestinidad.

Como informa la agencia, la población norcoreana está sometida a un único credo: el del "Juche Sasang", nombre de la ideología marxista desarrollada por el fundador del Estado moderno, Kim Il-Sung. Esta ideología, conocida como "autosuficiencia", constituye la columna vertebral de la sociedad norcoreana, y todos los habitantes del país deben obedecer ciegamente sus principios.

Como señala Fabien Herbert en la página web Les yeux du monde, "al tiempo que incorpora los métodos de adoctrinamiento y terror del régimen estalinista, la doctrina Juche de Kim Il-sung mezcla un patriotismo herido por la colonización japonesa (1910/1945), situando la lucha norcoreana en un prisma poscolonial".

En este contexto, el Juche instituyó un decálogo actualizado, los Diez Principios, que va más allá del estalinismo e insiste en la obediencia casi religiosa debida al "Gran Líder", encarnación viva del Gran Hermano de la distopía orwelliana.

Para escapar de esta tragedia política, los norcoreanos utilizan a menudo la extensa frontera de 1,400 kilómetros que la RPDC comparte con China. Si consiguen cruzar la férreamente controlada frontera, los fugitivos aún tienen que llegar a Tailandia, desde donde pueden solicitar asilo en la embajada surcoreana.

En su desesperada huida, muchos no logran llegar a su destino porque son capturados por las fuerzas de seguridad chinas y repatriados: según la ONG Human Rights Watch, en abril de 2024, China expulsó a unos sesenta norcoreanos. 

En su informe, Ayuda a la Iglesia Necesitada destaca el caso particular de muchos desertores que, durante su huida, "tuvieron contacto con cristianos mientras estaban en el extranjero". Según la organización, "todos ellos son enviados a campos de prisioneros políticos, conocidos por la severidad de los tratos infligidos".

El informe señala que, mientras que los fugitivos que son recapturados suelen cumplir penas reducidas, "los que han entrado en contacto con el cristianismo son condenados a cadena perpetua sin esperanza de libertad condicional".

La Fundación Pontificia explica que en Corea del Norte, "considerado el peor país del mundo para ser cristiano", los ciudadanos son calificados según su lealtad al sistema y "los creyentes son considerados automáticamente como una clase hostil sujeta a una persecución incesante".

No podemos dejar de ver en ello una actitud febril por parte del poder ejercido por Kim Jong-Hun - el actual "Gran Líder" - que refleja los signos de debilidad de un totalitarismo que nunca ha conseguido erradicar completamente toda forma de religión - en particular la cristiana - en su suelo, y que teme tambalearse en cualquier momento.