Crisis presupuestaria en el Vaticano

Fuente: FSSPX Actualidad

Maximino Caballero Ledo

En Roma, no solo la "compleja" enfermedad del Papa Francisco alimenta las conversaciones en los pasillos de los palacios apostólicos: la salud financiera del Estado más pequeño del mundo también preocupa a más de uno que está familiarizado con los entresijos del Vaticano.

¿Debemos considerarlo una coincidencia? El 21 de febrero de 2025, coincidiendo con la hospitalización del pontífice argentino, Vida Nueva, un medio de comunicación católico poco sospechoso de tradicionalismo, en cuyas columnas el inquilino de Santa Marta no duda en intervenir para dirigirse al mundo hispano, publicó un artículo alarmista sobre la situación presupuestaria del Vaticano.

José Beltrán afirma que, poco antes de ser ingresado en la policlínica Gemelli por una doble neumonía, el Sumo Pontífice rechazó el proyecto de ley de finanzas del Vaticano previsto para 2025, alegando que la copia presentada por los dicasterios que constituyen los órganos de la Curia Romana no se ajustaba a las exigencias de austeridad emitidas por la Secretaría de Economía.

El último déficit presupuestario conocido hasta la fecha, en 2023, superó los 83.5 millones de euros, es decir, cinco millones más que el año anterior, y el de 2024 no es más alentador: "El esfuerzo realizado hasta ahora no es suficiente para compensar el aumento de los gastos debido principalmente al impacto de la inflación", concluye el último informe sobre las finanzas de la Santa Sede.

Para cubrir el déficit, ya no se puede contar con el Óbolo de San Pedro: el importe de esta colecta anual, que funcionaba como red de seguridad en caso de crisis financiera, apenas alcanza para financiar las obras de caridad del Papa. Una situación agravada por la congelación de los fondos asignados por la administración estadounidense a USAid, que beneficiaba a varios proyectos humanitarios del Vaticano.

En cuanto a la cesión de bienes inmuebles propiedad de la Santa Sede para reponer las arcas, los expertos estiman que tal decisión podría tal vez asegurar los presupuestos de los próximos quince años, pero sin resolver el problema estructural: la Santa Sede ya no genera suficientes ingresos. Ni siquiera el Año Santo de 2025 será suficiente para invertir la tendencia.

Tras la denegación del proyecto de ley de finanzas, a priori quedaban dos vías abiertas: proceder a un cierre de gobierno, como se observa en Estados Unidos, cuando los demócratas y los republicanos no consiguen aprobar los presupuestos o cuando el presidente ha impuesto su veto. De la noche a la mañana, todos los servicios públicos no esenciales cesan, lo que significa que los funcionarios no pueden ir a su lugar de trabajo ni recibir su salario.

O bien prorrogar el presupuesto del año anterior, sabiendo que, probablemente a finales de año, de una forma u otra, el desequilibrio de los balances podría volver a estallar.

Según el periodista de Vida Nueva, el Sumo Pontífice habría optado por una tercera vía ideada por Maximino Caballero, el actual prefecto de la Secretaría de Economía: prorrogar el presupuesto de 2023 por un trimestre con la condición de que cada órgano de la Curia presente un proyecto más realista y conforme a los objetivos.

Al pedir a los cardenales prefectos de los dicasterios que revisen su copia, el pontífice argentino manifiesta su insatisfacción ante lo que considera una falta de conciencia y rigurosidad en la aplicación de las últimas directrices emitidas en noviembre de 2024.

En esa fecha, el Papa Francisco exigió "medidas urgentes" para corregir una situación que pone en peligro al Vaticano. Pero con el deterioro de la salud del sucesor de Pedro, es muy probable que los porporati pospongan hasta el fin del mundo austeridad programada. A menos que las gracias de la Cuaresma se abran camino de forma inesperada.

En otras palabras, al igual que la enfermedad del Papa, el desequilibrio presupuestario tiene un "pronóstico reservado"...