El 25 de septiembre se cumple el 50° aniversario de la Intervención de Ottaviani

Fuente: District of the USA

El 25 de septiembre de 1969, el cardenal Alfredo Ottaviani, prefecto emérito de la Sagrada Congregación para la Fe, envió una carta al papa Pablo VI sobre el Novus Ordo Missae.

Adjunto a la carta había un "Estudio del Nuevo Orden de la Misa" teológico (Novus Ordo Missae), escrito por un grupo de teólogos romanos.

La carta del Cardenal Ottaviani era una súplica a Su Santidad "para no privarnos de la posibilidad de continuar recurriendo a la integridad fructífera de ese Missale Romanum de San Pío V tan altamente alabado por Su Santidad y tan profundamente amado y venerado por todo el mundo católico". Presuntamente, en respuesta a la llamada "Intervención de Ottaviani", Pablo VI posteriormente ordenó un retraso de dos años en la fecha límite para la implementación obligatoria de la Nueva Misa.

Un hecho poco conocido sobre la creación de este estudio fue que Monseñor Marcel Lefebvre presidió el comité de trabajo que lo redactó. Los detalles históricos sobre este importante evento se pueden encontrar en el libro La Biografía: Marcel Lefebvre escrita por Monseñor Bernard Tissier de Mallerais.

El Padre Ramon Angles lo relata brevemente en su conferencia transcrita, "Breve Historia de la Fraternidad San Pío X":

El 3 de abril de 1969, la constitución apostólica Missale Romanum presentó un nuevo orden de la Misa. Monseñor Lefebvre reunió a un grupo de doce teólogos que escribieron bajo su dirección, un Breve Estudio Crítico del Novus Ordo Missae, a menudo llamado la Intervención de Ottaviani. Los cardenales Ottaviani y Bacci escribieron una introducción y presentaron el estudio a Pablo VI. Como no recibieron respuesta del Vaticano, Monseñor Lefebvre anunció a su pequeño grupo de seminaristas, el 10 de junio de 1971, que se negaba a aceptar esta nueva liturgia protestantizada:

'¿Cómo puedo aceptar abandonar la Misa de siempre o admitir colocarla al mismo nivel que el Novus Ordo, creado por Annibale Bugnini, con la participación de protestantes, para hacer de ella una cena equívoca que elimina totalmente el Ofertorio, y modifica las palabras mismas de la Consagración.

De hecho, ya en diciembre de 1966, Monseñor Lefebvre escribió al cardenal Ottaviani para expresarle sus preocupaciones. Si bien no pudieron detener las consecuencias del Concilio Vaticano II, estos hombres trazaron un límite claro hace 50 años, declarando al mundo lo que sería evidente en las siguientes décadas.

El cardenal Ottaviani murió 10 años después de esta carta, en 1979. Con el paso del tiempo, un número cada vez mayor de figuras en la Iglesia ha alabado la posición que tomó por el bien de la Tradición. El cardenal Stickler, con motivo de una reimpresión de la Intervención de Ottaviani, en 2004, escribió:

El análisis del Novus Ordo realizado por estos dos cardenales no ha perdido nada de su valor, ni, desafortunadamente, de su actualidad... Muchos consideran hoy que los resultados de la reforma han sido devastadores. Fue mérito de los cardenales Ottaviani y Bacci descubrir tan rápidamente que la modificación de los ritos resultaría en un cambio fundamental de la doctrina.

Con motivo del 50 aniversario de su entrega, publicamos a continuación la carta del cardenal Ottaviani. El texto de la Intervención de Ottaviani también está vinculado en esta página

Carta del Cardenal Ottaviani al Papa Pablo VI

Roma

Septiembre 25, 1969

Santidad,

Después de haber examinado y hecho examinar el Novus Ordo Missae preparado por los expertos de la Comisión para la aplicación de la Constitución conciliar sobre la Sagrada Liturgia, y después de haber reflexionado y rezado durante algún tiempo, sentimos la obligación, ante Dios y ante Vuestra Santidad, de expresar las siguientes consideraciones:

1. Como suficientemente prueba el examen crítico anexo, por muy breve que sea, obra de un grupo selecto de teólogos, liturgistas y pastores de almas, el Novus Ordo Missae –si se consideran los elementos nuevos susceptibles de apreciaciones muy diversas, que aparecen en él sobreentendidas o implícitas– se aleja de modo impresionante, tanto en conjunto como en detalle, de la teología católica de la Santa Misa tal como fue formulada por la 20ª sesión del Concilio de Trento que, al fijar definitivamente los «cánones» del rito, levantó una barrera infranqueable contra toda herejía que pudiera atentar a la integridad del Misterio.

2. Las razones pastorales atribuidas para justificar una ruptura tan grave, aunque pudieran tener valor ante las razones doctrinales, no parecen suficientes. En el Novus Ordo Missae aparecen tantas novedades y, a su vez, tantas cosas eternas se ven relegadas a un lugar inferior o distinto –si es que siguen ocupando alguno–, que podría reforzarse o cambiarse en certeza la duda que por desgracia se insinúa en muchos ámbitos, según el cual las verdades que siempre ha creído el pueblo cristiano podrían cambiar o silenciarse sin que esto suponga infidelidad al depósito sagrado de la doctrina, al cual está vinculado para siempre la fe católica. Las recientes reformas han demostrado suficientemente que los nuevos cambios en la liturgia no podrán realizarse sin desembocar en un completo desconcierto de los fieles, que ya manifiestan que les resultan insoportables y que disminuyen incontestablemente su fe. En la mejor parte del clero esto se manifiesta por una crisis de conciencia torturante, de la que tenemos testimonios innumerables y diarios.

3. Estamos seguros de que estas consideraciones, directamente inspiradas en lo que escuchamos por la voz vibrante de los pastores y del rebaño, deberán encontrar un eco en el corazón paterno de Vuestra Santidad, siempre tan profundamente preocupado por las necesidades espirituales de los hijos de la Iglesia. Los súbditos, para cuyo bien se hace la ley, siempre tienen derecho y, más que derecho, deber –en el caso en el que la ley se revele nociva– de pedir con filial confianza su abrogación al legislador. Por ese motivo, suplicamos instantemente a Vuestra Santidad que no permita –en un momento en que la pureza de la fe y la unidad de la Iglesia sufren tan crueles laceraciones y peligros cada vez mayores, que encuentran cada día un eco afligido en las palabras del Padre común–, que no se nos suprima la posibilidad de seguir recurriendo al íntegro y fecundo Misal romano de San Pío V, tan alabado por Vuestra Santidad y tan profundamente venerado y amado por el mundo católico entero. 

A. Card. Ottaviani

A. Card. Bacci

Fiesta de San Pío X