El ascenso del cardenal Parolin

Fuente: FSSPX Actualidad

Desde hace varias semanas, el deterioro de la salud del Papa Francisco, de 88 años, suscita incesantes interrogantes en Roma. En este incierto contexto, surge una figura con creciente autoridad e influencia: el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado del Vaticano, que se posiciona cada vez más como un actor clave en esta —¿última?— fase del pontificado.

Toda una secuencia simbólica del presidente polaco Andrzej Duda desfilando por los pasillos del palacio apostólico, precedido por el coronel al mando de la Guardia Suiza Pontificia, al son del repiqueteo de las alabardas golpeando el suelo, antes de ser recibido con gran pompa... por el cardenal Pietro Parolin.

No hace falta llamarse Nostradamus para darse cuenta de que la alineación de los planetas es cada vez más favorable para el secretario de Estado del Vaticano, que ante los ojos del mundo entero —y sobre todo del Colegio Cardenalicio, electores del futuro Papa— aparece como el hombre al mando del Vaticano.

Las noticias sobre la salud del Papa Francisco dejan en el aire la duda sobre su capacidad para retomar plenamente sus funciones: "El Papa está en Santa Marta. Por lo que sé, en este momento no concede audiencias. Creo que lo importante es dejarle tiempo para recuperarse", declaró el cardenal Parolin al margen de una visita a Sacrofano, cerca de Roma, el 27 de marzo de 2025. Así es como el número dos del Vaticano legitima su progresiva toma de control del aparato romano.

¿Un Papa que preside y un secretario de Estado que gobierna? Este último explica: "Me parece que el Papa está bien conectado con la Iglesia y con los fieles. Todas las manifestaciones de afecto y, sobre todo, de oración que se están produciendo lo han demostrado". Una conexión que permite suponer que la realidad del poder se está desplazando gradualmente de la Casa Santa Marta a la Terza Loggia, el famoso tercer piso del palacio apostólico donde tiene lugar la actividad de la Secretaría de Estado.

Por otra parte, el cardenal Parolin precisa: "Recibo continuamente mensajes de personas que dicen: 'Rezamos por el Papa, rezamos por su completa recuperación para que pueda volver a su actividad, para gobernar la Iglesia'. Quizás no como antes, habrá que encontrar diferentes maneras, pero que siempre sea capaz de hacerlo".

Una frase cargada de insinuaciones que, además de insistir en la continuidad del pontificado, abre la puerta a un gobierno adaptado a las actuales limitaciones físicas del pontífice romano.

Esta sugerencia no es anodina. Monseñor Parolin, diplomático consumado y estratega experimentado, parece estar preparando el terreno para una transición suave hacia el final del pontificado, período durante el cual el Papa argentino mantendría su autoridad simbólica y espiritual mientras se delegan las responsabilidades operativas.

Como número dos del Vaticano, el porporato está en una posición ideal para orquestar este reequilibrio. Sus más de 30 años de experiencia en el servicio diplomático de la Santa Sede le confieren una credibilidad y una autoridad indiscutibles dentro de la Curia Romana. Y tal vez incluso un puesto de primera posición en el próximo cónclave.

Pero, a pesar de una alineación favorable de los planetas, el tema astral del secretario de Estado no está exento de nubes: el alto prelado debe lidiar con una Curia romana a veces dividida entre reformistas y conservadores, y debe enfrentarse a un colegio de cardenales "archipelado", ya que los electores del futuro Papa nunca han sido tan numerosos, nunca han procedido de horizontes tan diferentes y se conocen muy poco.

Pero también, y sobre todo, tendrá que contar con la personalidad impredecible de un Papa Francisco que no dejará pasar ninguna oportunidad para demostrar que siempre hay un piloto al mando y que el secretario de Estado no es más que su copiloto.