El cardenal meteorólogo

Fuente: FSSPX Actualidad

El cardenal Raniero Cantalamessa

El cardenal Raniero Cantalamessa ha sido el predicador de la Casa Pontificia desde 1980. Como tal, predica la Cuaresma todos los años a los miembros de la Curia romana. La introducción al primer sermón, pronunciado el 3 de marzo, muestra claramente lo que predica para su parroquia.

Escuchémoslo: "La historia de la Iglesia a finales del siglo XIX y principios del XX nos ha dejado una amarga lección que no debemos olvidar, no sea que repitamos el error que la provocó. Me refiero al retraso o más bien a la negativa a tomar nota de los cambios que se han producido en la sociedad, y de la crisis del modernismo que fue la consecuencia".

"Qué daños han ocasionado entre nosotros, es decir, tanto para la Iglesia como para los llamados [sic] 'modernistas'. La falta de diálogo, por un lado, empujó a algunos de los modernistas más notorios a posiciones cada vez más extremas y, en última instancia, claramente heréticas.

"Por otro lado, ha privado a la Iglesia de enormes energías, provocando en ella un sinfín de angustias y sufrimientos, llevándola a replegarse cada vez más en sí misma y haciéndola retrasarse en el tiempo".

Claramente, San Pío X se equivocó al condenar el modernismo en la encíclica Pascendi, en 1907, porque privó a la Iglesia de "enormes energías", y precipitó a los modernistas a la herejía, cuando supuestamente ellos solo querían "tomar nota de los cambios producidos en la sociedad".

Y el predicador pontificio añade: "El Concilio Vaticano II fue la iniciativa profética para recuperar el tiempo perdido. Provocó un renacimiento que ciertamente no es necesario volver a ilustrar aquí. Más que su contenido, lo que nos interesa hoy es el método que inauguró, que consiste en caminar por la historia, junto a la humanidad, buscando discernir los signos de los tiempos".

Sin embargo, para el cardenal Cantalamessa, "la historia y la vida de la Iglesia no terminaron con el Concilio Vaticano II. Tengamos cuidado de no hacer de ello lo que se intentó con el Concilio de Trento, es decir, una meta y un objetivo inamovibles. Si la vida de la Iglesia se detuviera, sería para ella como un río que llega a una presa: inevitablemente se convierte en un lodazal o en un pantano. […] Ahora hay que dar un paso más".

En otras palabras, la pastoral dinámica de Vaticano II corrigió el dogmatismo estático del Concilio de Trento. Pero cuando se está al borde del precipicio -con una carencia abismal de vocaciones y una práctica religiosa en descenso- proponer "un paso más" en la dirección de las reformas conciliares es un disparate.

En el Concilio de Trento, junto a la Biblia, estaba la Summa Theologica de Santo Tomás de Aquino; los Padres conciliares sacaron de ahí las sólidas referencias que necesitaban para definir las verdades y condenar los errores. El cardenal Cantalamessa lo sustituiría gustosamente por una veleta para ver la dirección del viento, por un anemómetro, un termómetro y un barómetro para "discernir las señales de los tiempos". Ya no es un Concilio, sino una estación meteorológica.

Padre Alain Lorans