El espíritu de una peregrinación a Roma durante un Año Santo
Desde Bonifacio VIII, los Papas han reiterado constantemente en sus bulas de convocación el espíritu que debe animar a los peregrinos que visitan Roma durante el Año Santo.
En la bula de promulgación del Jubileo Universal del Año Santo 1900, el Papa León XIII escribió:
"Roma, oh amados hijos, os invita amorosamente a venir a ella, a todos vosotros, dondequiera que estéis y a quienquiera que sea posible visitarla. Pero conviene que, durante este tiempo sagrado, el católico, si quiere ser fiel a sí mismo, permanezca en Roma solo con la fe cristiana como compañera.
"Debe renunciar al espectáculo intempestivo de las cosas ligeras y profanas y, en cambio, dirigir su mente hacia lo que puede inspirar religión y piedad. Y lo que inspirará especialmente estos sentimientos será considerar el carácter natural de esta ciudad y la marca divina que se ha impreso en ella.
"De todas las ciudades de la tierra, Jesucristo, el Salvador de la humanidad, eligió Roma para una misión más elevada y más que humana, y la consagró a sí mismo. Fue allí donde estableció, después de una larga y misteriosa preparación, la sede de su imperio; fue allí donde ordenó que se elevara para toda la eternidad el trono de su Vicario...".
En 1925, Pío XI escribió:
"También en Roma vuestra piedad encontrará fácil acceso a las antiguas Catacumbas, a las tumbas de los Príncipes de los Apóstoles, a los cofres que contienen las reliquias de los mártires más gloriosos; aquí podréis visitar libremente los templos erigidos a lo largo de los siglos en honor de Dios y de los santos, obras maestras de magnificencia y de arte que el mundo ha admirado siempre y admirará para siempre.
"Estos monumentos de la religión cristiana deben visitarse con piedad y oración; en Roma no debéis comportaros como turistas o huéspedes ordinarios.
"Por el contrario, evitaréis toda distracción profana; estaréis siempre imbuidos del espíritu de penitencia, tan aborrecido por el naturalismo contemporáneo; distinguiéndoos principalmente por la modestia en el mirar, en el andar y en el vestir; tendréis en toda vuestra conducta solo la preocupación por vuestros intereses espirituales".
Pío XII, para el Año Santo de 1950, recordó el espíritu de piedad que debe animar a los peregrinos:
"Os invitamos paternalmente a venir a Roma en gran número durante el Año Santo. Decimos a Roma, que para los cristianos de todas las naciones es como una segunda patria. (...)
"En el esplendor de las basílicas, en la belleza de las liturgias solemnes, en la penumbra de los antiguos cementerios cristianos junto a las insignes reliquias de los santos, respiraréis una atmósfera de santidad, de paz y de universalidad, que aportará una profunda renovación cristiana a vuestras vidas. (...)
"Queridos hijos, las peregrinaciones de este tipo no deben emprenderse a la manera de los que acostumbran a viajar por placer, sino con aquel gran espíritu de piedad que en siglos anteriores se veía en los fieles de todas las clases y razas, que, para llegar a Roma incluso a pie, superaban los obstáculos del camino, con el fin de borrar sus pecados con las lágrimas de la penitencia e implorar el perdón y la paz de Dios".
Fuente: Le Sainte Anne/La Porte Latine – FSSPX.Actualités
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