El nuevo arzobispo de Argel contradice a Jesucristo y a San Pablo

Fuente: FSSPX Actualidad

Entronización de monseñor Jean-Paul Vesco

Monseñor Jean-Paul Vesco es el nuevo arzobispo de Argel, capital de Argelia. Obispo de Orán desde diciembre de 2012, fue instalado en su sede arzobispal el 12 de febrero. Con motivo de este evento, concedió una entrevista al diario Dimanche.

Nacido en 1962, Jean-Paul Vesco ingresó a la orden dominica a la edad de 32 años, después de haber sido abogado corporativo. Pasó algunos años en Argelia, y luego volvió a Francia, donde fue elegido provincial de los dominicos de Francia. Fue nombrado obispo de Orán por Benedicto XVI en 2013.

El Papa Francisco lo nombró arzobispo de Argel en diciembre de 2021. Tomó posesión de su cargo el 12 de febrero. En esta ocasión, concedió una entrevista a Laurence d'Hondt en nombre del diario Dimanche (Bélgica). Algunas de sus respuestas son asombrosas, por decir lo menos.

Una extraña noción de evangelización

Para explicar cuál será su papel al frente de la diócesis de Argel, el nuevo arzobispo comenzó citando al Papa Francisco durante su encuentro con el ayatolá Ali el-Sistani: "Muy a menudo, hay que arriesgarse para ceder el paso a la fraternidad. Hay críticas, se dice que el Papa es imprudente, que está dando pasos en contra de la doctrina católica".

Luego el obispo comenta: "Estas palabras del Papa Francisco expresan con gran exactitud lo que vivo y siento: somos ante todo hermanos humanos. Incluso se atrevió a correr el riesgo de afirmar una fraternidad humana, más allá de las afiliaciones religiosas. De este modo, muestra que la evangelización se hace en la fraternidad y no en la conversión. ¡Es revolucionario! Afirma de alguna manera que el bautismo no es la condición para la salvación".

Hay un punto en el que podemos estar completamente de acuerdo: "¡Es revolucionario!" Porque, en efecto, afirmar que la evangelización no se hace en la conversión es exactamente contrario a lo que Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado, nos enseñó:

"Y llegándose Jesús les habló, diciendo: 'Todo poder me ha sido dado en el cielo y sobre la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, enseñándoles a conservar todo cuanto os he mandado" (Mt. 28, 18-20). 

O también: "Y les dijo: 'Id por el mundo entero, predicad el Evangelio a toda la creación. Quien creyere y fuere bautizado, será salvo; mas, quien no creyere, será condenado" (Mc. 16, 15-16).

Es bastante claro, y esta es la interpretación de toda la tradición, es decir, que la evangelización se hace en la conversión y el bautismo. Ciertamente este bautismo puede ser bautismo de sangre, por martirio, o bautismo de deseo, pero el bautismo es absolutamente necesario.

"Es preciso lograr deshacernos de la idea de que debemos evangelizar"

Sin embargo, el nuevo arzobispo fue todavía más lejos. Cuando se le preguntó sobre el islam, dijo: "En cambio, cuidémonos de nosotros mismos cada vez que estemos tentados a mirar negativamente al islam. Es preciso lograr deshacernos de la idea de que debemos evangelizar, hacer que otros estén de acuerdo con nuestra verdad y simultáneamente aceptar que quizá también en el islam hay una parte de verdad que se nos escapa".

Deshacernos de la idea de que hay que evangelizar... San Pablo tenía otra concepción. Esto es lo que nos enseña: "Si predico el Evangelio no tengo ninguna gloria, ya que me incumbe hacerlo por necesidad; pues ¡ay de mí, si no predicare el Evangelio! (1 Cor 9, 16) Ay de mí…

Pero, en realidad, no se trata de San Pablo, se trata del mismo Espíritu Santo, ya que esta primera Epístola a los Corintios forma parte del canon de los libros sagrados inspirados por Dios. Es Dios mismo quien nos habla en estos libros. Además, no se trata de "nuestra verdad", sino de Aquel que dijo: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida" (Jn 16, 6).

Así, cuando Dios, por boca del Apóstol, nos enseña que evangelizar es una obligación, particularmente para el clero, y especialmente para los obispos, Monseñor Vesco afirma: "Es preciso lograr deshacernos de la idea de que debemos evangelizar". Entonces, ¿a quién debemos creer?

¿A un hombre que solo ve la evangelización en una fraternización completamente humana, excluyendo la conversión, e incluso "en cierto modo" el bautismo? ¿O a la Verdad encarnada, Jesucristo, Hijo de Dios, y al Espíritu Santo, tercera persona de la Santísima Trinidad?

El lema de Monseñor Vesco es: "Quiero vivir y darles ganas de vivir". Pero ¿de qué vida se trata? Desgraciadamente, parece que no se trata de la vida divina, sino de una pobre vida humana. Entonces, a pesar de sus negaciones, el arzobispo de Argel no hace nada más de lo que podría hacer una ONG.