El objeto de la devoción al Sagrado Corazón (1)

Basílica del Sagrado Corazón
FSSPX.Actualidad continúa su serie de artículos sobre el Sagrado Corazón con motivo del 350 aniversario de las apariciones de Paray-le-Monial.
"¿No encierran este signo eminentemente propicio y la forma de devoción que de él brota la síntesis de la religión y la norma de una vida tanto más perfecta cuanto que lleva a las almas a conocer más profundamente a Cristo Señor, a amarlo más fervientemente y a imitarlo con mayor diligencia y eficacia?"
Así describe el Papa Pío XI la devoción al Sagrado Corazón en su Encíclica Miserentissimus Redemptor, del 8 de mayo de 1928. Pocos años después, Pío XII escribió en la misma línea en su encíclica Haurietis Aquas in Gaudio, del 15 de mayo de 1956:
"'Si conocieses el don de Dios'. Con estas palabras, venerables Hermanos, [...] Nos amonestamos a todos aquellos de nuestros hijos que, a pesar de que el culto del Sagrado Corazón de Jesús, venciendo la indiferencia y los errores humanos, ha penetrado ya en su Cuerpo Místico, todavía abrigan prejuicios hacia él y aun llegan a reputarlo menos adaptado, por no decir nocivo, a las necesidades espirituales de la Iglesia y de la humanidad en la hora presente, que son las más apremiantes.
"Pues no faltan quienes, confundiendo o equiparando la índole de este culto con las diversas formas particulares de devoción, que la Iglesia aprueba y favorece sin imponerlas, lo juzgan como algo superfluo que cada uno pueda practicar o no, según le agradare; otros consideran oneroso este culto, y aun de poca o ninguna utilidad, singularmente para los que militan en el Reino de Dios. [...]
"Y no faltan quienes estiman que este culto, lejos de ser un poderoso medio para renovar y reforzar las costumbres cristianas, tanto en la vida individual como en la familiar, no es sino una devoción, más saturada de sentimientos que constituida por pensamientos y afectos nobles; así la juzgan más propia de la sensibilidad de las mujeres piadosas que de la seriedad de los espíritus cultivados. [...]
"¿Quién no ve, venerables hermanos, la plena oposición entre estas opiniones y el sentir de nuestros predecesores, que desde esta cátedra de verdad aprobaron públicamente el culto del Sacratísimo Corazón de Jesús?"
Hemos sido advertidos por la voz de los Sumos Pontífices: la devoción al Corazón de Jesús no es un apéndice de la vida cristiana; no es una devoción entre otras, sino el corazón (es una buena manera de decirlo) de nuestra religión.
Con ocasión del jubileo de las apariciones de Paray-le-Monial, dos artículos anteriores intentaron esbozar la historia de la devoción al Sagrado Corazón, y la culminación de estas apariciones con la vida de Santa Margarita María. Intentemos ahora determinar su objeto -en la medida en que se puede determinar un misterio... ¿De qué hablamos cuando nos referimos al Sagrado Corazón?
Los grandes textos de la Tradición de la Iglesia revelan varios aspectos del Sagrado Corazón. Se le considera a la vez el símbolo del amor del Verbo Encarnado, el objeto de todos los deseos, el lugar de descanso y de consuelo de las almas fatigadas, la fuente inagotable de la misericordia, el modelo y la fuente de todas las virtudes [1]. ¿Cómo explicar todas estas facetas de la misma realidad adorable que es el Corazón de Jesús?
El corazón físico de Jesús, símbolo de su amor
¿A qué dirigimos nuestro homenaje cuando adoramos el Corazón de Jesús? ¿Se trata simplemente una metáfora de su amor - pero adoramos una metáfora? ¿Es simplemente un órgano corporal - pero no es eso idolatría? ¿Y por qué no otro miembro?
En la primera aparición de Paray-le-Monial, Nuestro Señor pidió expresamente que se le honrara "bajo la figura de este Corazón de carne". Se trata, pues, de algo más que una figura retórica. El corazón físico del Verbo Encarnado es, en efecto, el objeto de nuestra devoción. ¿Es esto legítimo? ¿Se puede rendir culto a un órgano material, aun si pertenece a Cristo?
Santo Tomás de Aquino, que no habló explícitamente del Sagrado Corazón, nos da sin embargo la respuesta: "Adorar la carne de Cristo no es otra cosa que adorar al Verbo de Dios encarnado, así como venerar la vestidura del rey no es otra cosa que venerar al rey que la lleva. [2]"
Se entiende, pues, que el culto al Sagrado Corazón pasa por el corazón material de Cristo, pero se dirige en última instancia a la persona divina. Adorar el Sagrado Corazón es adorar a la segunda persona de la Santísima Trinidad a través de un órgano físico unido a Él por el misterio de la Encarnación.
Entonces, ¿por qué el Corazón? Es legítimo honrar una parte, un miembro de la humanidad de Cristo en la medida en que esa parte tiene un simbolismo particular, una cierta conexión con uno de sus misterios. Por ejemplo, se veneran sus llagas como signo de su sufrimiento.
En la misma línea, aunque sin referirse a Cristo, San Pablo exclama, citando al profeta Isaías: "Qué hermosos son los pies de los apóstoles, los pies de los que anuncian la buena nueva", alabando así el celo incansable de los propagadores del Evangelio.
Del mismo modo, el corazón corporal de Jesús es honrado en la medida en que simboliza algo más. El corazón se considera universalmente el símbolo del amor. A veces se ha exagerado el papel del corazón en el amor, convirtiéndolo en el órgano vinculado al amor del mismo modo que el cerebro es el órgano vinculado al pensamiento, lo cual no es del todo exacto.
La Iglesia no resuelve este punto, y la devoción al Sagrado Corazón no depende de ello. Lo cierto es que el corazón está implicado en las reacciones sensibles ligadas al amor. Como dijo el eminente fisiólogo Claude Bernard: "El amor que hace latir el corazón no es... solamente una fórmula poética, es también una realidad fisiológica. [3]"
La devoción al Sagrado Corazón no es, pues, una mera metáfora piadosa, ni tiene por objeto un órgano de carne separado de la persona que lo hace latir. Se dirige al corazón real de Cristo, Verbo encarnado, como símbolo natural de su amor. Se inscribe así en la "lógica de la Encarnación" por la que Dios nos da a conocer los misterios invisibles por medio de realidades sensibles.
Los distintos amores del Verbo encarnado
El misterio de la Encarnación es el de la unión, en una sola persona divina, de dos naturalezas: la naturaleza divina y la naturaleza humana. Cada una de ellas es integral. La divinidad de Cristo no se ve disminuida por su humanidad, y su naturaleza humana es "en todo semejante a la nuestra, excepto en el pecado"; su alma humana tiene, por tanto, las mismas facultades que la nuestra (entre otras, una voluntad y una sensibilidad).
Así pues, Cristo posee:
- la voluntad divina, común a las tres personas de la Trinidad, fuente de su amor increado y eterno;
- una voluntad humana con un amor humano [4], creado al mismo tiempo que su naturaleza humana;
- tiene también una sensibilidad humana.
Amor de caridad creada, resumen de sus virtudes
Hablar del amor de Jesús, simbolizado por el Sagrado Corazón, puede entenderse, pues, en varios sentidos diferentes y complementarios, que distinguiremos sin separarlos lo más mínimo. El primer sentido, al que se refieren más a menudo la Iglesia, la liturgia y los santos, es el del amor humano, amor de caridad que reside en la voluntad humana de Cristo.
En efecto, más que al amor increado, está vinculado al órgano del corazón. Es este amor el que se canta en las letanías cuando invocan el "Corazón de Jesús, horno ardiente de caridad, santuario de la justicia y del amor, en quien están todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia, paciente y lleno de misericordia", etc.
Este amor creado se dirige en primer lugar a Dios. Así, Jesús dice en el Evangelio que su alimento es hacer la voluntad de su Padre. Del mismo modo, San Juan comenta la primera expulsión de los vendedores del templo aplicando a Jesús la frase del salmo: "El celo por tu casa me consume".
Es el amor de Cristo a su Padre lo que hace posible la obra de reparación en la que podemos asociarnos -idea central en el mensaje de Paray-le-Monial-, ya que, unidos a Nuestro Señor por la gracia, podemos ofrecer a Dios su amor; podemos amar a Dios con el corazón de Jesús.
En el Heraldo del Amor Divino, Santa Gertrudis recuerda esta frase de Nuestro Señor: "He aquí que ofrezco a la mirada de tu alma mi Sagrado Corazón, instrumento melodioso cuyos dulces acentos encantan siempre a la Trinidad infinita. Ruégale que repare tus faltas, las debilidades de tu vida; entonces tus obras serán perfectas y agradables ante mis ojos...".
"En cualquier momento, él puede reparar tus negligencias... Mi Sagrado Corazón espera con sed devoradora que le invites, con tus palabras o con un signo, que le ruegues que complete y perfeccione los actos de tu vida, cosa que eres incapaz de hacer por ti misma. [5]"
Sin embargo, cabe señalar que la devoción al Sagrado Corazón, tal como existe en la Iglesia, tiene que ver sobre todo con el amor de Jesús a los hombres. Aunque, en términos absolutos, el amor de Cristo por su Padre es la fuente de su amor por los hombres, y tiene prioridad, es este último aspecto el que se presenta ante todo en el Sagrado Corazón. Todos los grandes textos dan testimonio de ello.
San Anselmo, hablando de la herida de su costado, exclama: "¿No nos ha revelado esta herida los tesoros infinitos de su bondad, es decir, toda la caridad de su Corazón para con nosotros?[6]" San Bernardo dice también: "Si, en efecto, tu costado fue traspasado, ¿no fue para que la entrada permaneciera abierta para nosotros?
"Sí, tu Corazón fue herido para que, escondiéndonos de las turbaciones exteriores, pudiéramos habitar en él, en ti mismo. Fue herido para que esta herida visible nos revelara la herida invisible de tu amor. [7]"
En Paray-le-Monial, Cristo dice lo mismo: "Mi Corazón está tan apasionado de amor por los hombres, y por ti en particular". (...) "Me hizo ver que el ardiente deseo que tiene de ser amado por los hombres y de apartarlos del camino de la perdición, al que Satanás los arroja en tropel, le había hecho formar este designio de manifestar su Corazón a los hombres, con todos los tesoros de amor, de misericordia, de gracia, de santificación y de salvación que contiene". (...)
"Fue entonces cuando me reveló las inexplicables maravillas de su puro [amor], y hasta qué exceso lo había llevado, para amar a los hombres, de quienes no recibe más que ingratitud y desprecio. (...) He aquí el Corazón que tanto amó a los hombres".
¿Por qué la devoción al Sagrado Corazón parece quedar en segundo plano respecto a lo más importante, es decir, el amor de Jesús a su Padre? Porque su objetivo es conmover a los hombres e invitarlos a "devolver amor por amor". Y las personas son más generosas cuando se saben amadas.
Padre Bernard Jouannic
[1] Cf. Los artículos sobre "El Sagrado Corazón antes de Paray".
[2] Suma Teológica, III, q. 25, a. 2, c.
[3] Citado por Bainvel, La Dévotion au Sacré-Cœur de Jésus, Beauchesne, 1930, p 174.
[4] No hay contradicción entre ambas: la voluntad humana de Cristo estuvo siempre sometida a su voluntad divina, como dice San Pablo: "Cristo se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz". Esta frase del Apóstol muestra claramente que Jesús tenía una voluntad humana, sin la cual no habría podido obedecer.
[5] Santa Gertrudis, El Heraldo del Amor Divino.
[6] Meditación 10 sobre la Pasión de Cristo.
[7] Tratado sobre la Pasión del Señor, ch. III, 18.
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Fuente: FSSPX.Actualités
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