El objeto de la devoción al Sagrado Corazón (2)

Estatua del Sagrado Corazón en el altar de la iglesia parroquial de San Martín en Martinska Ves, Croacia
FSSPX.Actualidad continúa su serie de artículos sobre el Sagrado Corazón con motivo del 350 aniversario de las apariciones de Paray-le-Monial. Estos artículos tratan esencialmente del amor de Cristo y de lo que esta palabra significa cuando se aplica al Verbo encarnado.
Las virtudes de Jesús
Honrar la caridad del Hombre-Dios es también honrar todas sus virtudes, ya que es la virtud que engloba, resume y es la expresión máxima de todas las demás. Es la "forma de todas las virtudes". Por eso las letanías invocan al Sagrado Corazón como el "abismo de todas las virtudes".
Este aspecto fue desarrollado especialmente por el Padre La Colombière, confesor de Santa Margarita María, en sus Meditaciones sobre la Pasión, que son en realidad meditaciones sobre el Sagrado Corazón. Cada una de ellas se centra en una de las virtudes manifestadas por Cristo en su Pasión: Sobre la Penitencia [ 1] Sobre Jesús Sufriente, Sobre la Caridad de Jesús Sufriente, y del mismo modo su paciencia, su abnegación, su desprecio del mundo, su celo...
"Para aprender esta lección -dice el santo-, que el Corazón de Jesús sea nuestra escuela. Permanezcamos en él durante esta Cuaresma. Estudiemos sus movimientos y tratemos de conformar a ellos los nuestros". El mismo Padre La Colombière comienza su famosa consagración al Sagrado Corazón de la siguiente manera:
"Este ofrecimiento se hace en honor de este divino Corazón, sede de todas las virtudes, fuente de todas las bendiciones y retiro de todas las almas santas". Las principales virtudes que se pretenden honrar en él son: en primer lugar, un amor muy ferviente a Dios, su Padre, unido al respeto más profundo y a la mayor humildad que jamás haya existido; en segundo lugar, una paciencia infinita, etc.; en tercer lugar, una compasión muy sensible por nuestras miserias, etc.".
El Corazón de Jesús es, pues, a la vez el modelo y la fuente de las virtudes cristianas que encuentran su razón de ser en la caridad: el modelo a través de la contemplación de la vida de Jesús, y la fuente a través de la comunión.
El amor sensible de Jesús, fuente de sus pasiones (o afectos)
Puesto que el hombre es cuerpo y alma, su voluntad -que es inmaterial- no es su única facultad afectiva. Está profundamente ligada a su sensibilidad.
Nuestro Señor, que es verdadero hombre, tenía una sensibilidad como la nuestra, aunque perfecta y sin mancha. Por eso sintió verdadero amor, como vemos en el Evangelio con Lázaro (donde la palabra griega utilizada por San Juan designa un afecto tierno), con María Magdalena (la palabra utilizada designa un sentimiento más tranquilo) y con el propio san Juan.
Así como la caridad es la expresión última de todas las virtudes, el amor sensible es la raíz de todas las pasiones y afectos: es el amor el que nos hace desear, odiar, estremecernos, alegrarnos, etc. De este modo, la devoción al Sagrado Corazón nos introduce en la intimidad de Jesús.
Sobra decir que las pasiones de Jesús, por muy reales que fueran, estaban totalmente reguladas y sometidas a su voluntad. Mejor aún, seguían el mandato de su voluntad; solo se ponían en movimiento por orden suya. Por eso los teólogos, siguiendo a San Jerónimo, las llaman "propasiones".
Desde el punto de vista de Dios, estas pasiones humanas son una debilidad (sin ser un defecto) voluntariamente asumida por una persona divina que está por encima de todas las emociones sensibles. En este sentido, manifiestan el incomprensible amor de Dios por nosotros.
Desde el punto de vista de la naturaleza humana, y en la medida en que las pasiones de Cristo están perfectamente ordenadas, son una riqueza que los cristianos no se cansan de admirar, tan cierto es que nada grande se logra sin pasión, y que la obra realizada por Nuestro Señor es la más grande de todas. Las pasiones de Nuestro Señor son admirables porque su sensibilidad era la más delicada que ha existido.
Los Evangelios nos muestran las pasiones de Jesús en acción, y es muy hermoso ver la sutileza y el matiz con que los evangelistas las describen. Ya hemos hablado de su amor. Lo vemos triste en el Huerto de los Olivos, ante la tumba de su amigo Lázaro, frente a Jerusalén, cuando profetiza la ruina de la ciudad tan querida por Él, como judío piadoso que era.
Se estremeció de alegría al ver cómo su Evangelio era bien recibido por las almas sencillas. Tembló de ira en su violenta acusación contra los fariseos y cuando expulsó a los vendedores del templo. Experimentó repugnancia frente a la maldad de los hombres durante su agonía. Fue audaz en sus numerosos duelos verbales con los mismos fariseos. Le asustó la muerte, hasta el punto de sudar sangre.
Las pasiones de Jesús son inseparables de las virtudes de las que hemos hablado antes. Las pasiones pertenecen al orden de la sensibilidad, mientras que las virtudes dependen sobre todo de la voluntad. El papel de las virtudes es ordenar las pasiones. Si las pasiones de Cristo estaban perfectamente ordenadas, es porque sus virtudes eran a su vez perfectas.
El Sagrado Corazón es, por tanto, el reflejo y el resumen de la rica naturaleza humana de Jesús, del mismo modo que, cuando decimos que alguien tiene corazón, estamos alabando la riqueza de su personalidad resumida en la generosidad de su amor.
El amor eterno del Hijo
La naturaleza humana de Jesús es la puerta de entrada a su divinidad. "El que me ve a mí, ve al Padre", dijo a Felipe. Contemplar el amor humano contenido en el Corazón de Jesús, "horno ardiente de caridad", nos acerca al amor eterno e infinito del Hijo de Dios, el amor común a las tres personas de la Trinidad.
Es lo que canta el prefacio de Navidad: "Por el misterio de tu Verbo encarnado, Señor, una nueva luz de tu resplandor ha llegado a los ojos de nuestro espíritu, para que, conociendo a Dios visiblemente, seamos atraídos por Él al amor de las realidades invisibles".
Parafraseando una expresión clásica, "el amor que lloró por Lázaro" nos lleva al "amor que creó a Lázaro". El Padre Héris, en su comentario a la Suma Teológica de Santo Tomás, aborda la cuestión del Sagrado Corazón y concluye lo siguiente:
"No es poco mérito que un culto con una forma tan sensible nos haya conducido a tales alturas, a las cumbres mismas de la contemplación donde nuestra vida en Dios debe completarse y perfeccionarse [2]. Este amor de Dios es Dios mismo, cuya contemplación y posesión nos hará felices por toda la eternidad.
Sobra decir que no hay oposición entre el amor divino y el amor humano de Jesús, cuyo "alimento es hacer la voluntad de [su] Padre" [3]. Muchos textos sobre el Sagrado Corazón pueden entenderse en términos de su naturaleza humana y de su naturaleza divina, siendo la primera la que lleva a la segunda.
Parece, sin embargo, que en un punto la distinción merece ser particularmente subrayada: en la misericordia. En efecto, solo Dios perdona los pecados. Por tanto, es según su naturaleza divina que Jesús tiene este poder; su naturaleza humana no es más que el instrumento del perdón (como vemos cuando la voz humana de Cristo pronuncia efectivamente "tus pecados te son perdonados").
Esta misma naturaleza humana es sobre todo la que, en Jesús, implora misericordia en favor de los pecadores y merece el perdón para ellos (como vemos cuando dice en la cruz "Padre, perdónalos"). Esto es importante para un punto que se abordará más adelante: el de la reparación.
La devoción en hechos
La distinción entre los tres amores del Sagrado Corazón no la hemos creado nosotros. Pío XII lo deja claro en la citada Encíclica Haurietis Aquas In Gaudio:
"Luego, con toda razón, es considerado el corazón del Verbo Encarnado como signo y principal símbolo del triple amor con que el Divino Redentor ama continuamente al Eterno Padre y a todos los hombres, porque es:
– [1/amor eterno] "símbolo del divino amor que en Él es común con el Padre y el Espíritu Santo, y que solo en Él, como Verbo Encarnado, se manifiesta a nosotros por medio del caduco y frágil velo del cuerpo humano".
– [2/ amor de caridad que anima la voluntad humana de Cristo] "es símbolo de la ardentísima caridad infundida en su alma, que, derramada en su alma, enriquece la voluntad de Cristo".
– [3/ amor sensible] "Finalmente, y esto en modo más natural y directo, el Corazón de Jesús es símbolo de su amor sensible, pues el Cuerpo de Jesucristo, plasmado en el seno castísimo de la Virgen María por obra del Espíritu Santo, supera en perfección, y, por ende, en capacidad perceptiva a todos los demás cuerpos humanos".
Esta distinción (que, recordémoslo, no es una separación) entre los tres amores de Nuestro Señor permite dar cuenta de los grandes temas evocados por la tradición de la Iglesia, los santos y los escritores espirituales, y ordenarlos, aunque este orden no deba considerarse demasiado rígido.
En la medida en que el Sagrado Corazón simboliza el amor de caridad de Nuestro Señor, es modelo y fuente de todas las virtudes; en la medida en que simboliza el amor sensible, trae consuelo a las almas fatigadas. En cuanto manifiesta el amor divino increado, es objeto de todos los deseos, fuente inagotable de misericordia y lugar de descanso eterno.
Por otra parte, si la devoción al Sagrado Corazón tiene por objeto este triple amor de Dios hecho hombre, considera más atentamente los dos dones más inauditos de este amor: el de la Redención por la Cruz (de ahí la representación del corazón doliente), y el de la Eucaristía. Así lo indica claramente el gran mensaje transmitido por Santa Margarita María:
"He aquí el Corazón que ha amado a los hombres con tanto extremo que no ha perdonado desvelos, hasta agotarse y consumirse por testificarles su amor, y por toda correspondencia solo recibe de la mayor parte de ellos ingratitudes, significadas en los menosprecios, desacatos, sacrilegios y frialdades con que me tratan en este Sacramento del amor. Pero lo que me resulta aún más sensible es que sean corazones a mí consagrados los que me traten así".
"Por eso te pido que el primer viernes después de la octava del Santísimo Sacramento se dedique una fiesta especial para honrar a mi Corazón, desagraviándolo con una honrosa reparación, recibiendo la comunión ese día para reparar las indignidades que recibe durante el tiempo que está expuesto en los altares".
La Eucaristía y el Calvario, la Santa Mesa y Getsemaní, "el Cenáculo y el Huerto", según la expresión del abate V-A Berto, en una palabra la Misa, como sacrificio y alimento, es donde se manifiesta más que en ningún otro momento el incomprensible amor de nuestro Dios "que tanto amó al mundo".
Esto nos ayudará a comprender mejor los actos de devoción al Sagrado Corazón, especialmente los indicados en Paray-le-Monial y bendecidos por la Iglesia.
Padre Bernard Jouannic
[1] Posteriormente, la Iglesia juzgó preferible no hablar de la virtud de la penitencia en Jesús, para no dar a entender que Jesús hubiera podido hacer penitencia por sus propios pecados.
[2] Revista para jóvenes, Le Verbe Incarné III, Renseignements techniques, Le sacré-Cœur.
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Fuente: FSSPX.Actualités
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