El Papa Francisco califica de "tontería" la Corredención de la Virgen María

Fuente: FSSPX Actualidad

Durante la homilía para la celebración de la Fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe en la Basílica de San Pedro, el 12 de diciembre de 2019, el Papa Francisco se expresó despectivamente acerca de un título dado a la Virgen María por la Tradición de la Iglesia.

Aun cuando no se trata de una enseñanza solemne, ni siquiera ordinaria, el acto es propiamente escandaloso: con asombrosa ligereza, el vicario de Cristo destruyó de un golpe el título de María Corredentora. Esta negación es impía porque se trata de una tradición profundamente arraigada y que ha sido adoptada y desarrollada por varios de sus predecesores, al menos hasta antes del Concilio Vaticano II.

Una homilía papal

Francisco se expresó sin un discurso escrito, pero de acuerdo con un plan bien definido, para explicar varios títulos que se le suelen otorgar a la Virgen María. Específicamente mencionó tres: mujer, o señora, madre y discípula. Al final, agregó el de "mestiza", haciendo referencia al hecho de que la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe se presenta, según la interpretación habitual, bajo la apariencia de una joven mestiza.

Para el Papa Francisco, únicamente estos títulos tocan lo esencial, mientras que muchos otros, como los que se otorgan a la Virgen en las Letanías Lauretanas, son más bien un reflejo de la piedad popular. Al mismo tiempo, rechazó resueltamente el título de corredentora: "Fiel a su Maestro, que es su Hijo, el único Redentor, jamás quiso para sí tomar algo de su Hijo. Jamás se presentó como corredentora".

Al final de esta homilía, pronunciada en la víspera del 50 aniversario de su ordenación sacerdotal, agregó: "Cuando nos vengan con historias de que hay que declararla esto, o hacer este otro dogma o esto, no nos perdamos en tonteras". 

Para el Papa actual, querer declarar Corredentora a la Santísima Virgen, sería una "tontera".

La corredención de la Virgen María

Basta consultar cualquier tratado de mariología preconciliar para comprender la importancia que el concepto de la corredención, aplicado a la Virgen María, había alcanzado en el pensamiento teológico durante cinco siglos. Los mismos Papas alentaron a los teólogos, así como a los fieles, a comprender mejor este título de nuestra Madre celestial. Para convencerse basta con recordar las palabras de los Papas, desde Pío IX, el Papa de la Inmaculada Concepción, hasta Pío XII, el Papa de la Gloriosa Asunción de Nuestra Señora.

Pío IX

En la bula Ineffabilis Deus, que proclamó el dogma de la Inmaculada Concepción en 1854, el Papa Pío IX escribe: "Por lo cual, así como Cristo, mediador de Dios y de los hombres, asumida la naturaleza humana, borrando la escritura del decreto que nos era contrario, lo clavó triunfante en la cruz, así la Santísima Virgen, unida a Él con apretadísimo e indisoluble vínculo, hostigando con Él y por Él eternamente a la venenosa serpiente, y triunfando plenamente sobre este enemigo, trituró su cabeza con su pie inmaculado". La idea y su realidad están claramente expresadas, aunque no aparezca la palabra corredentora.

León XIII

Varios textos del Papa León XIII también expresan esta doctrina. En la encíclica Supremi apostolatus officio (1883): "En efecto, la Virgen, exenta de la mancha original, escogida para ser la Madre de Dios, y asociada por lo mismo a la obra de la salvación del género humano, goza cerca de su Hijo de un favor y poder tan grande, como nunca han podido ni podrán obtenerlo ni los hombres ni los Ángeles".

En la encíclica sobre el rosario, Jucunda semper (1894), el mismo Papa enseña: "Junto a la Cruz de Jesús, estaba María, su Madre, que, movida de inmenso amor hacia nosotros para acogernos como hijos, ofreció voluntariamente a su Hijo a la justicia divina, muriendo en su corazón con Él, traspasada por una espada de dolor". 

En la constitución apostólica Ubi primum (1898), sobre la cofradía del Rosario: "Tan pronto como, por secreto plan de la divina Providencia, fuimos elevados a la suprema cátedra de Pedro (...) espontáneamente se nos fue el pensamiento a la gran Madre de Dios y su asociación en la reparación del género humano".

Finalmente, en la encíclica Adjutricem populi (1895), León XIII proporciona la expresión más completa de esta corredención, al asociarla con la Mediación Universal de María: "Porque desde allí, de acuerdo con los designios de Dios, Ella comenzó a velar sobre la Iglesia, a asistirnos y protegernos como una Madre, de modo que después de haber sido cooperadora de la Redención humana, también se convirtió, por el inmenso poder que le fue otorgado, en la dispensadora de la gracia que fluye de esta Redención para siempre".

San Pío X

Este santo Papa también evocó la doctrina de la corredención en su famosa encíclica Ad diem illum (1904), para el cincuentenario de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción: "Y por esta comunión de voluntad y de dolores entre María y Cristo, es que María 'mereció convertirse con toda legitimidad en reparadora del orbe perdido' (De Excellentia Virginis Mariæ, c. IX), y, por tanto, en dispensadora de todos los bienes que Jesús nos ganó con su muerte y con su sangre. El Santo Papa a su vez destacó el vínculo entre la corredención y la mediación universal.

Durante el pontificado de este glorioso Papa, un decreto del Santo Oficio del 26 de junio de 1913 elogió "la costumbre de agregar al nombre de Jesús, el de su Madre, nuestra corredentora, la bendita Virgen María". El 22 de enero de 1914, esta misma congregación concedió una indulgencia por la recitación de la oración en la que María es llamada "corredentora de la raza humana".

Benedicto XV

A su vez, Benedicto XV se expresó claramente sobre esta doctrina, en su Carta Inter solidacia: "Al asociarse a la Pasión y muerte de su Hijo, sufrió como si Ella misma muriera (...) para apaciguar a la justicia divina; tanto como pudo, inmoló a su Hijo, de tal modo que se puede decir con razón que junto con Él redimió al género humano. Y, por esta razón, todos las gracias que obtenemos del tesoro de la Redención nos llegan, por así decirlo, de las manos de la Virgen dolorosa".

Pío XI

Primero debemos citar su Carta Explorata res (2 de febrero de 1923), en la que ofrece esta hermosa alabanza a nuestra Madre Celestial: "No puede sucumbir eternamente aquel a quien asis­tiese la Santísima Virgen, principalmente en el crítico momento de la muerte. Y esta sentencia de los doctores de la Iglesia, de acuerdo con el sentir del pueblo cristiano y corroborada por una ininterrum­pida experiencia, apóyase muy principalmente en que la Virgen do­lorosa participó con Jesucristo en la obra de la Redención".

Pero, sobre todo, Pío XI fue el primer Papa en usar el término corredentora. En su radiomensaje a los peregrinos de Lourdes por el Jubileo de la Redención, recitó esta oración: "Oh Madre de piedad y de misericordia, que acompañabais a vuestro dulce Hijo, mientras llevaba a cabo en el altar de la Cruz la Redención del género humano, como corredentora nuestra y asociada a sus dolores, conservad en nosotros y aumentad cada día, os lo pe­dimos, los preciosos frutos de la Redención y de vuestra compa­sión" (29 de abril de 1935).  

Y durante la Alocución a los peregrinos de Vicenza (30/11/1933), afirmó claramente: "Por la naturaleza de su obra, el Redentor debió asociar a su Madre a su obra. Por esta razón la invocamos con el título de Corredentora".

Pío XII

El Pastor Angélico mencionó repetidamente el hecho de la corredención de María, incluso si no utilizó esta palabra. En la encíclica Mystici corporis (1947), por ejemplo: "Finalmente, María, soportando con ánimo esforzado y confiado sus inmensos dolores, como verdadera Reina de los mártires, más que todos los fieles, cumplió lo que resta que padecer a Cristo en sus miembros... 'en pro de su Cuerpo [de él]..., que es la Iglesia' (Col 1,24)".

Si bien el término "corredentora" no fue escrito textualmente por este Papa, la doctrina está ahí con toda la claridad posible. Juzguemos por esta cita de la encíclica Ad caeli Reginam (1954), sobre la realeza de María:

"En el cumplimiento de la obra de la Redención, María Santísima estuvo, en verdad, estrechamente asociada a Cristo" (...) "Así como Cristo por el título particular de la Redención es nuestro Señor y nuestro Rey, así también la Bienaventurada Virgen es nuestra Señora y Reina por la manera única en que contribuyó a nuestra Redención, ya suministrando su carne a su Hijo, ya ofreciéndolo voluntariamente por nosotros, ya deseando, pidiendo y procurando para cada uno nuestra salvación".

Una impiedad escandalosa

La negación de los títulos de la Santísima Virgen, especialmente los de Corredentora y Mediadora, tiene su origen en el ecumenismo moderno. Ya desde la proclamación del dogma de la Asunción de la Santísima Virgen en 1950, los modernistas expresaron su preocupación al ver en este dogma un nuevo obstáculo para el acercamiento con los protestantes.

En el Concilio Vaticano II, los Padres suprimieron el esquema preparado sobre la Santísima Virgen, para no darle demasiada importancia, y lo convirtieron en un simple capítulo de la constitución Lumen Gentium sobre la Iglesia. El Concilio reconoció a la Virgen María algunos títulos como el de Abogada, Auxiliadora, Socorro, e incluso Mediadora, proclamándola Madre de la Iglesia, pero la tendencia apuntaba al minimalismo.

Esta tendencia sería también la de todos los papas postconciliares. Sin embargo, la homilía de Francisco es sin duda la manifestación más clara de este rechazo de la Tradición y del desprecio del cual se hablaba en voz baja entre los teólogos modernistas, como el Padre Yve Congar, pero que ahora se grita a voz en cuello bajo la cúpula de San Pedro.