El Patriarcado Latino de Jerusalén (2)
El Papa Pío IX
Después de presentar el primer período del Patriarcado latino de Jerusalén, contemporáneo de la presencia de los Cruzados en Tierra Santa, su desaparición efectiva, con una supervivencia nominal, y luego la reapertura de Palestina a la influencia de Occidente y de la Iglesia, esta segunda parte describe el resurgimiento del Patriarcado.
El restablecimiento del Patriarcado latino
Jerusalén fue la primera sede “episcopal” en la historia del cristianismo. A la dispersión de los apóstoles, la Iglesia de Jerusalén fue dirigida por el apóstol Santiago y luego por sus sucesores. Sin embargo, fueron las Iglesias fundadas por los apóstoles las que adquirieron mayor importancia (Antioquía, Alejandría, Roma) y Jerusalén adquirió el estatus de Patriarcado tardíamente, al mismo tiempo que Constantinopla en el año 451.
Luego, muchos Patriarcas se sucedieron en Jerusalén hasta las Cruzadas, durante las cuales los Cruzados nombraron un Patriarca de rito latino en 1099. La jurisdicción del Patriarcado latino de Jerusalén se extendió durante este período al territorio del Reino de Jerusalén.
El Patriarca controlaba directamente el barrio cristiano de Jerusalén y tenía tres obispos sufragáneos: Hebrón, Lydda-Ramula y Belén-Ascalón. El Patriarcado tenía entonces otras cuatro arquidiócesis: Tiro, Cesarea, Nazaret y Petra. Los patriarcas latinos se sucedieron en Jerusalén de 1099 a 1187, y luego en Acre.
Tras la caída de San Juan de Acre (1291), ya no hubo Patriarca en Jerusalén, y el título fue otorgado a un prelado de la Corte Papal (llamado in partibus infidelium, "en las tierras de los infieles", expresión utilizada también en forma abreviada in partibus) para designar a los obispos, hoy llamados obispos titulares, cuyas diócesis, puramente honoríficas, se encontraban en los países ocupados por los turcos.
Este viejo sueño de restauración sería puesto de relieve por la Congregación para la Propagación de la Fe (Propaganda Fide). Desde su creación en el siglo XVII, Propaganda Fide dedicó mucha energía a Oriente Medio, pero sus esfuerzos se vieron bloqueados, en particular por la Revolución Francesa (1789) y sus consecuencias en Italia.
No fue hasta principios del siglo XIX que Propaganda Fide intentó aplicar nuevos métodos misioneros, con la introducción de otras órdenes religiosas, la formación del clero indígena, el establecimiento de escuelas, etc. Todo esto fue posible gracias a las facilidades concedidas directamente a los cristianos, primero por la autoridad egipcia y luego por los otomanos.
Propaganda Fide comenzó a considerar seriamente la restauración del Patriarcado latino cuando constató el éxito de la palabra misionera de los ortodoxos y protestantes rusos en Tierra Santa. Sin embargo, la oposición de los franciscanos y de Francia y la debilidad del pontificado del Papa Gregorio XVI hicieron de esta cuestión un mero tema de discusión.
Fue con la elección de Pío IX en 1847 que el proyecto tomó forma. Una sintonía de acontecimientos favorables dio al joven Papa la oportunidad de llevar a cabo el proyecto. La Sublime Puerta (nombre del órgano ejecutivo de la gobernación otomana) envió a su embajador Chebib Effendi a Tierra Santa en febrero de 1847: propuso a la Santa Sede un acuerdo directo para la protección de los cristianos, con el fin de superar las repetidas intromisiones de las aciones occidentales en el Imperio Otomano.
El proyecto fue acogido favorablemente por el Papa Pío IX, que ya tenía en mente un programa ambicioso para los cristianos y las Iglesias orientales, y que también quería afirmar la autonomía de la Santa Sede frente a las potencias europeas.
Cuando la situación fue propicia a nivel internacional, y habiendo sido superadas las numerosas limitaciones locales, el movimiento de Propaganda Fide se reanudó con la redacción de las cuestiones prácticas, vinculadas a la restauración del Patriarcado latino y puestas por escrito por el cardenal inglés Charles Acton.
Este último enumeró las diferentes razones para el establecimiento de una diócesis latina en Jerusalén y las cuestiones inherentes a esta restauración (título del nuevo obispo, fronteras de la diócesis, recursos, etc.) Propaganda Fide definió estos aspectos y el Papa anunció al mundo, por la carta apostólica Nulla celebrior del 23 de julio de 1847, la exitosa restauración del Patriarcado y, el 4 de octubre de 1847, el nombre del nuevo patriarca.
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Fuente: Patriarcat latin de Jérusalem – FSSPX.Actualités
Imagen: Adolphe Braun, Domaine public, via Wikimedia Commons