El prestigioso destino de un texto fundador (4)
Monseñor Lefebvre, inquebrantablemente fiel a la línea clara de su posición de principio, permaneció inaccesible a toda intimidación. No quiso someterse más que a la verdad de la Tradición de la Iglesia, aunque ello supusiera enfrentarse a la oposición más dolorosa.
En este delicado contexto, su Declaración del 21 de noviembre de 1974 aparece como una línea de conducta segura, un punto culminante que trasciende toda dialéctica, en un clima de frescura auténticamente católica.
Ninguna presión lo separaría de la Roma eterna; ninguna contradicción debilitaría el vigor de su apego a Pedro; ningún temor lo desviaría de su oposición fundamental a todas las tendencias liberales que destruyen la Iglesia, así emanaran de un concilio o del mismo Papa.
Una profesión de fe
En 1982, monseñor Lefebvre leyó a sus seminaristas un breve texto, escrito a finales de 1974, que era como un eco de su Declaración del 21 de noviembre, y recuerda su espíritu impregnado de fe:
"En lugar de comprender las razones que nos obligan a mantener la doctrina tradicional y la liturgia tradicional, y de autorizarnos a continuar, aunque solo sea a título experimental, lo que estamos haciendo para dotar a la Iglesia de verdaderos sacerdotes como siempre los ha tenido, la actual Curia romana utiliza todos los medios de presión moral para hacernos aceptar la orientación liberal de la Iglesia.
"Es decir, una nueva expresión de la fe, de la catequesis, más cercana al modernismo que a la Tradición y al Magisterio; la nueva liturgia, con la nueva concepción del sacerdote, más cercana al protestantismo que a la doctrina ortodoxa.
"Esta orientación liberal, que triunfó en el Concilio Vaticano II, es precisamente la de los liberales y católicos liberales que han sido condenados repetidamente por los pontífices romanos. Pío IX los denunció como los peores enemigos de la Iglesia, como traidores; León XIII condenó definitivamente sus falsas teorías, basadas en los principios de la Revolución Francesa; San Pío X condenó la aplicación de este liberalismo en el modernismo y el sillonismo.
"Nos encontramos, pues, ante una elección, sin que la hayamos querido ni deseado: o bien, con el pretexto de la obediencia, entrar en esta orientación liberal, destructora de la fe y de todos los valores cristianos, orientación que nos imponen quienes detentan el poder en la Curia romana; o mantener las fuentes y los baluartes de la fe, siguiendo las huellas de todos los Papas de los siglos XVIII y XIX, y del siglo XX hasta Juan XXIII, incluso antes del Concilio, y vivir en un clima generalizado de desconfianza y crítica hacia Roma y los obispos.
"Es evidente que nuestra elección está hecha. Es más que nunca por la ortodoxia de la fe y por la Tradición como guardiana de la fe. Queremos creer y vivir en comunión con la Iglesia católica de todos los tiempos, de todos los santos, de todos los Papas que han propagado y transmitido la verdadera fe católica.
"Estamos en comunión con la Iglesia de hoy en cuanto que es la continuación de la Iglesia de ayer. Pero no la reconocemos en esta actitud y convicciones liberales, protestantes y modernistas.
"No podemos, pues, aceptar nada de la reciente reforma que esté inspirado en estos principios, como los nuevos catecismos, la nueva catequesis, el readiestramiento que sustituye a los retiros, la reforma litúrgica inspirada en un falso ecumenismo, la reforma del derecho público de la Iglesia inspirada en una falsa libertad religiosa.
"La traición a la Iglesia por parte de sus clérigos y de los católicos liberales está dando frutos amargos de los que el mundo entero es testigo, con regocijo para unos y cruel sufrimiento para otros.
Fuente: MG – FSSPX.Actualités