El primer Jubileo

Fuente: FSSPX Actualidad

Giotto, Bonifacio VIII y el primer Año Santo

Bonifacio VIII y el primer Año Santo.

Ya en el siglo II, los cristianos viajaban a Roma para venerar las tumbas de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, en las necrópolis del Vaticano y de la Vía Ostiensis. A lo largo de los siglos, el fervor religioso y el apego de la gente a la Sede de Pedro llevaban cada vez más peregrinos a la Ciudad Eterna.

El 22 de febrero de 1300, el Papa Bonifacio VIII se dirigió desde Letrán [1] a la basílica de San Pedro, donde le esperaba una multitud de peregrinos. El Sumo Pontífice subió al ambón y, tras la homilía, pronunció la bula Antiquorum habet fida relatio, proclamando el primer Jubileo de la historia de la Iglesia.

Giotto inmortalizó este acontecimiento en un hermoso fresco, parte del cual puede admirarse aún hoy en la basílica de San Juan de Letrán.

"Bonifacio, obispo. Sabemos, por el fiel relato de los antiguos, que se conceden grandes indulgencias y remisiones de pecados a quienes visitan la venerable basílica del Príncipe de los Apóstoles. Por lo tanto (...), habiendo encontrado agradables estas clases de remisiones e indulgencias, las confirmamos y aprobamos, e incluso las renovamos y aprobamos por el presente escrito.

"Y para que los bienaventurados Apóstoles San Pedro y San Pablo sean cada vez más honrados por las visitas que los fieles hacen a sus basílicas, (...) Concedemos a todos aquellos que, verdaderamente penitentes y confesos, visiten estas basílicas, durante este año de mil trescientos, que comenzó el día de la Natividad de Nuestro Señor (...) una remisión plena y completa de sus pecados".

Louis Tosti, Histoire de Boniface VIII et de son siècle, Paris, Vives, 1854, t. II, p.109.

La basílica se llenó de aplausos cuando la bula original fue llevada solemnemente al altar de San Pedro. Fue un acontecimiento sin precedentes en la cristiandad, del que dan testimonio todos los registros contemporáneos. Dos millones de fieles acudieron a Roma aquel año.

Este primer Jubileo concluyó en la Nochebuena de 1300 y fue una de las manifestaciones de fe más prodigiosas de la cristiandad medieval. Bonifacio VIII fijó la celebración del Año Santo cada cien años.
 


[1] Un testigo ocular, el cardenal J. G. Stefaneschi, en su De centesimo seu jubileo Anno, un hermoso testimonio. Véase la revista Bessarione, vol. VII, pp. 299-300.