El triunfo de la Inmaculada es nuestra victoria
Los miembros de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X profesan sus compromisos el 8 de diciembre, fiesta de la Inmaculada Concepción. Las siguientes líneas tomadas de El Misterio de María, del Padre Bernard, OP, muestra el papel central de la Virgen en la historia de la salvación.
Si María mereció estar tan bien preparada para este misterio, fue debido a la gracia de la Inmaculada Concepción que la santificó desde el primer instante.
María recibió esta primera gracia sin haber hecho nada evidente para merecerla. La recibió mediante un acto absolutamente libre de la benevolencia Divina y por el efecto anticipado de los futuros méritos de Aquel que sería su Hijo Divino. Y si se concedió esta primera gracia a este pequeño ser, con tanta magnitud y riqueza, ¿no fue únicamente para preparar también la maternidad divina a la que estaba predestinada esta niña?
Sin duda alguna, la Inmaculada Concepción es nuestra esperanza y salvación. Y, no nos engañemos, nuestra salvación en Cristo. Estamos vinculados a María, y participamos en lo que le sucedió porque ella es una hija más de Adán y Eva, al igual que nosotros.
Pero, aun más, porque es la hija de Cristo, la nueva Eva al lado del nuevo Adán. Ella fue creada según el destino de nuestra naturaleza, pero fue santificada desde el primer instante según la fortaleza de la misma gracia que nos salva. La Inmaculada Concepción es el triunfo de nuestra redención.
Pero el triunfo de la Virgen es también nuestro, pues es evidente que si se hicieron tales excepciones en ella, fue para que pudiera involucrarse más profundamente en la obra de nuestra salvación; para que pudiera merecer más plenamente para sus hijos una salvación que ya había sido realizada tan magníficamente en su persona.
Fuentes: El Misterio de María/ FSSPX.News – 12/6/2018