El Vaticano publica una Nota sobre la Inteligencia Artificial (1)

Fuente: FSSPX Actualidad

El 28 de enero de 2025, el Dicasterio para la Doctrina de la Fe, al que se asoció el Dicasterio para la Cultura y la Educación, publicó una Nota sobre la relación entre la inteligencia artificial y la inteligencia humana, titulada Antiqua et nova, aprobada por el Sumo Pontífice el pasado 14 de enero.

Ante el rápido crecimiento de los sistemas de inteligencia artificial (IA) y los problemas que ya plantea en diferentes niveles, especialmente en lo que respecta a las implicaciones antropológicas y éticas, la Santa Sede consideró necesario elaborar una Nota sobre la IA para examinar específicamente estos dos puntos.

El texto trata en primer lugar de mostrar claramente lo que diferencia a la inteligencia humana de la IA, utilizando la tradición filosófica y teológica de la Iglesia. En segundo lugar, la Nota se centra en el papel de la ética con respecto al desarrollo y uso de esta nueva herramienta. Por último, examina algunos ámbitos particulares más sensibles.

La inteligencia artificial

En 1956, el objetivo era "hacer que una máquina fuera capaz de manifestar un comportamiento que fuera calificado de inteligente si lo produjera un ser humano" (John McCarthy). Pero según la Nota "la mayoría de los sistemas actuales, en particular los que utilizan el aprendizaje automático, se basan en la inferencia estadística más que en la deducción lógica".

Mediante el análisis de grandes conjuntos de datos, la IA puede proponer pistas de investigación. Esto ha sido posible gracias a los avances de la tecnología informática y a las innovaciones en materia de equipos. Esto ha permitido a la IA adaptarse a nuevas situaciones e incluso proponer nuevas soluciones que no habían sido previstas por los programadores iniciales.

“Muchos investigadores aspiran a desarrollar lo que se conoce como ‘Inteligencia Artificial General (AGI)’, [que es] un sistema único capaz de operar en todos los dominios cognitivos y realizar cualquier tarea dentro del alcance de la inteligencia humana. Algunos incluso sostienen que la AGI podría algún día alcanzar el estado de ‘superinteligencia’, superando las capacidades intelectuales humanas”. La Nota señala acertadamente que “detrás de esta y muchas otras perspectivas sobre el tema está la suposición implícita de que la palabra ‘inteligencia’ puede usarse de la misma manera para referirse tanto a la inteligencia humana como a la IA”.

Pero el documento señala que, para los humanos, “la inteligencia es una facultad que pertenece a la persona en su totalidad, mientras que en el contexto de la IA, la ‘inteligencia’ se entiende funcionalmente, a menudo con la presunción de que las actividades características de la mente humana pueden descomponerse en pasos digitalizados que las máquinas pueden replicar”. La evaluación de la IA es, por tanto, reduccionista porque se centra en la función.

La inteligencia humana

La Nota reserva una grata sorpresa: para abordar la racionalidad, recurre a Aristóteles, San Agustín y Santo Tomás de Aquino. Así, la distinción entre "intelecto" y "razón" se explica según el doctor común: "el término intelecto deriva de la captación interior de la verdad; mientras que la razón deriva de la investigación y del proceso discursivo".

La racionalidad se presenta a continuación como la característica del ser humano, que abarca todas sus capacidades, ya sean directamente racionales, o por el hecho de que se relacionan con esta racionalidad de manera más o menos directa. Es lo que se resume en la famosa definición del hombre como "animal razonable".

El texto se extiende luego sobre la unión del alma y el cuerpo, sobre la persona humana y su dimensión social, sobre sus capacidades afectivas. La Nota de la Congregación insiste en la relación del hombre con la verdad, y en su misión de glorificar a Dios mediante el uso recto de sus capacidades racionales, y de elevarse así hacia Dios citando a San Buenaventura. Finalmente, esta descripción incluye la vida moral.

Por lo tanto, una concepción correcta de la inteligencia humana no puede reducirse a la adquisición de hechos o a la realización de tareas específicas. La inteligencia es capaz de acceder a la totalidad del ser, no se agota en lo que es mensurable.

La Nota añade que "esta capacidad implica la posibilidad de crecer en el conocimiento de los misterios de Dios a través de la profundización racional de las verdades reveladas (intellectus fidei)". De ello se deduce que la inteligencia humana posee una dimensión contemplativa esencial, es decir, una apertura desinteresada a lo que es verdadero, bueno y bello más allá de cualquier utilidad particular.

Comparación entre la inteligencia humana y la IA

La Nota subraya que la IA es capaz de imitar ciertas operaciones asociadas a la racionalidad, pero que solo funciona ejecutando tareas y manipulando datos cuantitativos mediante la lógica informática: "permanece fundamentalmente confinada a un dominio lógico-matemático, lo que le impone ciertas limitaciones inherentes".

La inteligencia humana, por el contrario, tiene un desarrollo orgánico y está moldeada por las experiencias de todo el ser humano: la IA no tiene la capacidad de evolucionar en este sentido. Su "aprendizaje" es esencialmente diferente del desarrollo de la inteligencia humana, moldeada por la historia personal del individuo.

La Nota concluye afirmando que la IA, a pesar de sus capacidades de cálculo, representa solo una fracción de las posibilidades del espíritu humano: no tiene, ni puede tener, discernimiento moral ni capacidad social. Por lo tanto, los enfoques basados únicamente en esta tecnología pueden conducir a la pérdida del sentido de la globalidad.

El peligro de equiparar la inteligencia humana con la IA

Una equivalencia demasiado marcada entre la inteligencia humana y la IA conduce a una visión funcionalista, según la cual las personas se valoran en función de las tareas que pueden realizar. Pero el valor de una persona no depende de sus capacidades singulares, sino del hecho de que ha sido creada a imagen de Dios y llamada a vivir de su gracia.

Así, concluye la Nota del DDF sobre este punto, la IA no debe considerarse una forma artificial de inteligencia, sino uno de sus productos derivados.

En esta primera parte, la Nota del DDF ha mostrado bien la diferencia entre la inteligencia humana, hecha a imagen de la inteligencia divina, y capaz de descubrir la verdad que Dios ha puesto en su creación; y la IA, producida por el hombre, que no hace más que recopilar y asociar mediante un cálculo estadístico los datos que su diseñador le proporciona.

Por lo tanto, el término "inteligencia", empleado para el hombre y para la IA, no tiene el mismo significado. Lo mismo ocurre, por cierto, con el uso del término en los animales. En otras palabras, solo hay una inteligencia verdadera en la tierra, la del hombre, hecho a imagen de Dios. Y la IA solo puede llamarse "inteligencia" porque el hombre la ha concebido.