Estados Unidos: Monseñor Strickland se enfrenta a los obispos estadounidenses

Fuente: FSSPX Actualidad

Monseñor Joseph Strickland

Monseñor Joseph Strickland, obispo emérito de la diócesis de Tyler, en Texas, que se vio obligado a dimitir por presiones de Roma, escribió una carta abierta a los obispos (y a los fieles) estadounidenses con motivo de su reunión anual, que se celebró del 11 al 14 de noviembre de 2024. La carta, que en ocasiones adquiere tintes apocalípticos, es una (muy) severa reprimenda al episcopado estadounidense.

La carta del prelado es sorprendentemente severa en sus críticas a sus hermanos obispos. Su reproche fundamental es que no están cumpliendo con su deber de pastores de almas y defensores de la fe en un momento en que esta última está siendo atacada como nunca antes. El título y el leitmotiv se repiten hasta ocho veces: "¿Qué se debe hacer?", en esta situación.

Cuestionamiento del Sínodo

La situación a la que se enfrenta la Iglesia se describe como apocalíptica: "estamos en vísperas de todo lo que se ha profetizado sobre la Iglesia y las abominaciones que ocurrirían en estos tiempos, un tiempo en el que todo el infierno ataca a la Iglesia de Jesucristo, y un tiempo en el que los ángeles del infierno (...) están en el interior".

Continúa diciendo a los obispos: "Creo que San Judas tenía en mente a hombres como muchos de ustedes cuando describió a los hombres que 'se juntan para banquetear sin pudor, apacentándose a sí mismos; nubes sin agua, arrastradas al capricho de los vientos, árboles otoñales sin fruto, dos veces muertos, desarraigados; olas furiosas del mar, que arrojan la espuma de sus propias ignominias” (Judas 1, 12-13).

Reprocha a los obispos estadounidenses por no haber reaccionado durante el Sínodo, "una abominación cuya finalidad no es custodiar el depósito de la fe, sino desmantelarlo". El objetivo era sustituir "la estructura de la Iglesia (...) por una nueva estructura inspirada en el concepto diabólico de 'sinodalidad' que, en realidad, es una nueva Iglesia que no es en absoluto católica".

Un cuestionamiento del Papa Francisco

Monseñor Strickland continúa exponiendo los fallos del Papa reinante: "Una comprensión rudimentaria del papado nos permite ver que el Papa Francisco ha abdicado de su responsabilidad como principal guardián del depósito de la fe". Y señala que la función petrina es ante todo ser guardián de guardianes (de la fe), lo que implica amar la Verdad, que no es otra que Jesucristo.

Pero, se pregunta, ¿"ama el Papa Francisco la Verdad que encarna Jesucristo"? Y responde que "desgraciadamente, sus acciones y estrategias, que promueven una versión relativizada de la verdad que no es la verdad, nos llevan a una conclusión demoledora: el hombre que ocupa la Cátedra de San Pedro no ama la verdad y pretende remodelarla a imagen del hombre".

El prelado recuerda la Declaración de Abu Dabi: "Ningún obispo puede ignorar las declaraciones del Papa Francisco, que son negaciones inequívocas de la fe católica. Francisco ha declarado públicamente que Dios quiere que existan todas las religiones y que todas las religiones son un camino hacia Dios. Con esta declaración, el Papa Francisco ha negado una parte integral de la fe católica".

Y concluye: "lo que me resulta tan difícil de entender es que los apóstoles de los tiempos modernos, los hombres ordenados para ser los guardianes de la fe, se nieguen a reconocer esto, y en su lugar ignoren o incluso promuevan esta mentira mortal. Todos los obispos y cardenales deberían declarar pública e inequívocamente que Francisco ya no enseña la fe católica".

Y continúa luego de repetir una vez más: ¿Qué se debe hacer? "Con un Papa que se opone activamente a las verdades divinas de nuestra fe católica, es responsabilidad de los obispos del mundo profesar su propio amor a Nuestro Señor, custodiar el sagrado depósito de la fe y oponerse a todo intento de desmantelar la verdad", exhorta.

Y concluye este punto con otro ataque: "¿Dónde están los sucesores de los apóstoles que prometieron defender a las ovejas a costa de sus vidas? Están sentados a unos metros, dándose palmaditas en la espalda, escuchando palabras que saben que no son la Verdad, retozando con las tinieblas y blasfemando contra la misma Verdad que los primeros apóstoles murieron por preservar". (Monseñor Strickland leyó esta carta en Baltimore en la reunión anual de los obispos estadounidenses).

Esta carta muestra la toma de conciencia de monseñor Strickland con respecto a la gravedad de la situación de la Iglesia, lo cual es muy positivo. Su denuncia es inequívoca e inflexible. Es la de un hombre que visiblemente movido por una especie de angustia, aunque se siente demasiado solo en esta toma de conciencia, no rehúye sus responsabilidades.

Ciertamente, esta soledad, la gravedad del peligro, la urgencia de hacer algo para luchar contra las amenazas que pesan sobre la Iglesia, le hacen lanzar golpes cuyo alcance tal vez no comprenda completamente, sobre todo en lo que se refiere a la utilidad de la causa que quiere defender. Si quiere despertar la conciencia de los obispos estadounidenses, la severidad -incluso la violencia- de sus declaraciones corre el riesgo de alejarlos. Sin embargo, su recta intención y su valentía, demasiado raras entre los obispos de hoy, son dignas de elogio.

Esperemos que esto le lleve a remontar poco a poco los hilos de la crisis, y a tomar conciencia de sus orígenes en el Concilio Vaticano II y en las reformas postconciliares. Esto le permitirá luchar con mayor eficacia contra la terrible crisis que atraviesa la Iglesia, llevando consigo a otros obispos.