Gaza: para los cristianos, el alto al fuego parece un viacrucis

Fuente: FSSPX Actualidad

El Padre Gabriel Romanelli, párroco de la parroquia de la Sagrada Familia, en Gaza, predicando en su iglesia

A pesar de la entrada en vigor del alto el fuego entre Israel y Hamás el 19 de enero de 2025, roto por la reanudación de los bombardeos israelíes el 17 de marzo, la situación en la Franja de Gaza sigue siendo precaria para todos sus habitantes. Y más aún para la minoría cristiana, ya debilitada por años de inestabilidad, que se enfrenta a un notable deterioro de sus condiciones de vida en este comienzo de Cuaresma.

Mientras que el alto el fuego había suscitado la esperanza de un respiro, la realidad sobre el terreno cuenta una historia muy diferente para los cerca de 1,000 cristianos de Gaza, concentrados en su mayoría en torno a la parroquia católica latina de la Sagrada Familia y la iglesia ortodoxa de San Porfirio.

Los cristianos no han tenido que elegir penitencias al comienzo de la Cuaresma. El 2 de marzo, apenas terminada la primera fase del alto el fuego, Israel suspendió el ingreso de mercancías y suministros, cerrando todos los puntos de paso hacia Gaza.

Si a esto le sumamos la multiplicación de los controles de carretera, la vida cotidiana de los cristianos se asemeja a una operación de supervivencia: "¿Sinceramente? Para nosotros, en Cisjordania, el alto el fuego ha empeorado aún más la situación", afirma el Padre Louis Salman, sacerdote encargado de la pastoral juvenil en toda Cisjordania, Gaza y Jerusalén, entrevistado por la organización de derecho pontificio Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN).

"Desde el alto el fuego, han cerrado más carreteras, lo que ha dificultado aún más los desplazamientos. Antes se tardaban dos horas en llegar de Jifna a Zababdeh por carretera, ahora se tardan cuatro", comentó resignado el sacerdote de origen jordano.

El cardenal Pierbattista Pizzaballa, patriarca latino de Jerusalén, confirmó la gravedad de la situación a AED: "Las condiciones de vida se han deteriorado considerablemente en Cisjordania y Gaza", declaró el alto prelado. Dieciséis mil personas languidecen en campos de refugiados en Yenín (Cisjordania) y más de 900 puntos de control paralizan la circulación de personas y bienes.

Para el Padre Salman, no hay duda de que hay que seguir luchando: el sacerdote incluso ha planeado llevar a los jóvenes a Roma en el marco del año jubilar para levantarles el ánimo. "Después de un año de guerra, la mayoría de nuestros jóvenes están desesperados, y la idea es levantarles el ánimo. El objetivo es tener una experiencia espiritual profunda, no solo divertirse. Psicológicamente, es importante participar en actividades internacionales para comprender que, a escala mundial, no son una minoría".

Más allá de las dificultades materiales, el futuro de los cristianos de Gaza se ve ensombrecido por la falta de una perspectiva política clara. El alto el fuego no ha resuelto las cuestiones de gobernanza o reconstrucción de la zona. Hamás, debilitado pero aún presente, mantiene su control, mientras que las negociaciones con Israel se estancan.

El 4 de marzo, la cumbre extraordinaria árabe de El Cairo adoptó un plan para considerar el futuro de Gaza en respuesta al proyecto radical del presidente estadounidense, que desea poner la enclave palestina bajo el control de Estados Unidos, desplazando a sus dos millones de habitantes.

Pero el plan de los Estados árabes tendrá dificultades para ganarse el apoyo del inquilino de la Casa Blanca mientras no responda a la pregunta clave: ¿quién llevará las riendas de una región arruinada por diecisiete meses de guerra? Sobre todo cuando se sabe que el movimiento terrorista Hamás tiene muchos enlaces allí. Enlaces que Israel intenta romper de nuevo desde que el alto el fuego terminó el 17 de marzo de 2025.

En este contexto, la minoría cristiana, que representa menos del 0.05 % de la población de Gaza, se siente más vulnerable que nunca. Históricamente arraigada en la región desde los primeros siglos del cristianismo, ha visto cómo su número de miembros se ha reducido de 7,000 hace veinte años a unos 1,000 en la actualidad, la mayoría de ellos afiliados a la "ortodoxia".